“Relacionar la lucha de nuestra presidenta con otra organización es un insulto”, dice la nota de repudio al mensaje del presidente sobre la muerte de Hebe de Bonafini. ¿Quién repudiaba a Alberto Fernández por el pésame que había twiteado?: las Madres de Plaza de Mayo, quienes, para fulminarlo aún más, remataban el mensaje diciendo “por suerte, Hebe hizo público todo lo que pensaba de usted”. Una frase lapidaria, teniendo en cuenta que Bonafini insultaba y descalificaba al mandatario cada vez que se refería a él.
¿Qué había dicho en su pésame Fernández para merecer semejante repudio? Nada que justifique esa respuesta. El segundo párrafo de su pésame dice que “reclamando verdad y justicia junto a las Madres y Abuelas, enfrentó a los genocidas cuando el sentido común iba en otra dirección”.
La respuesta fue inmediata y furibunda. ¿Acaso es un insulto relacionar la lucha de las Madres con la de Abuelas de Plaza de Mayo? Era visible la mala relación entre Bonafini y Estela de Carlotto, pero…¿había que confirmarla y mostrarla en niveles de aborrecimiento?
En todo caso, Alberto Fernández había tenido la negligencia de mencionar a las Abuelas. Debió tener en cuenta que esa agrupación está enfrentada con la asociación que presidía Hebe de Bonafini. De todos modos, el error negligente del presidente no tiene la gravedad de la agresiva respuesta de las Madres.
La nota de las Madres fue un acto grave que genera desencanto y perplejidad en buena parte de la sociedad. Sólo el sector politizado y quienes siguen con atención las noticias, tienen en claro las agrias diferencias existentes desde hace tiempo entre las agrupaciones de Bonafini y Carlotto. Para el resto de los argentinos, Madres y Abuelas son organizaciones hermanas.
Incluso para el minoritario sector informado, resulta desalentador que la dirigencia que dejó huérfana la líder fallecida, haya supurado esa bilis de viscoso desprecio hacia el presidente que, además, alcanzó a las Abuelas. ¿Era necesaria la agresiva exhibición de ese desprecio?
La mayoría de las reacciones sobre el repudio al pésame que había escrito el presidente, no deparó que ese ataque alcanza también a la agrupación que busca recuperar a los hijos de los desaparecidos por la dictadura. Considerar un “insulto” que se mencione a las Abuelas en el mismo párrafo que a las Madres, implica hacer público un desprecio hacia la entidad que preside Carlotto.
Las Madres buscan a sus hijos y las Abuelas a sus nietos. Ambas agrupaciones señalan la dimensión del crimen que implica la desaparición de personas cometida por la criminal dictadura.
Todas son víctimas que se animaron a enfrentarla. Sobre todo, Hebe de Bonafini, quien como dice el mandatario en su pésame, se atrevió a enfrentar un poder criminal “cuando el sentido común iba en otra dirección”.
Es un apunte interesante y cierto. Las Madres de Plaza de Mayo iniciaron su valiosa lucha cuando gran parte de la sociedad parecía apoyar al régimen. Fue tiempo después, con la economía endeudada, derrotado en Malvinas y con la crueldad de sus crímenes aflorando a la luz pública, que el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” empezó a ser repudiado por la mayoría.
Las revelaciones hechas por el informe de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (CONADEP) y las que supuró el histórico juicio a las juntas, hizo que la sociedad sintiera un gran respeto por Bonafini y por las Madres que, en los momentos más oscuros y brutales, giraban en la Plaza de Mayo reclamando por sus hijos.
Por entonces, nadie imaginaba que, con la irrupción de Néstor Kirchner y de Cristina, la mujer que llegó a ser admirada o al menos respetada en todo el arco político, se abrazaría al kirchnerismo y convertiría a Madres de Plaza de Mayo en un brazo de ese movimiento.
Era respetada por todos los argentinos. Su imagen estaba por encima de las banderías políticas, pero eligió convertirse en dirigente de una facción. Y lo hizo con tanta agresividad, que la imagen que debía preservarse como símbolo para todos, terminó siendo venerada por unos y detestada por otros.
Hebe de Bonafini llegó a ser la vocera de las emociones más tempestuosas de Cristina. Su lucha contra la dictadura es merecedora de admiración y respeto. Pero con el kirchnerismo llegó otro capítulo. En esas páginas donde aparecen figuras turbias como Schoklender y el general Milani, el enemigo ya no es sólo la dictadura criminal sino todos los que critican o denuncian o hacen oposición al matrimonio patagónico.
Estela de Carlotto, aunque también es aliada de Cristina, fue puesta en la vereda de sus aborrecimientos. Por eso las Madres que Bonafini lideraba, al repudiar al presidente por su pésame, extendieron su ataque a las Abuelas.
* El autor es politólogo y periodista.