Desde nuestro nacimiento, generamos un impacto natural que es imposible de evitar, pero que es factible de controlar y atenuar. Ya que, nuestra existencia, causa consecuencias positivas y negativas.
La Tierra tiene la capacidad de tolerar ese impacto, el ciclo de la vida es tan potente que mientras contaminamos y consumimos, por un lado, nuestro planeta descontamina y se regenera por otro.
Desde 1970, el crecimiento de la población mundial combinado con el estilo de vida que llevamos, ha provocado que la contaminación generada y el consumo de los recursos naturales, sea más acelerado que la capacidad de la Tierra para regenerarse naturalmente.
Si lo medimos en tiempo, por ejemplo, el 1 de agosto del 2018 agotamos todos los recursos que podía producir el planeta ese año. Es decir, que los cuatro meses que siguieron vivimos “gratis” o consumimos nuestros ahorros ambientales; a esa fecha se le llama Día de la Sobrecapacidad, del Sobregiro, Overshoot Day (en inglés).
Hay naciones que tienen más influencia que otros en este déficit que asumimos con el ambiente, el primer país en sobregirarse durante 2021 fue Qatar -9 de febrero-, luego lo hizo Luxemburgo -15 de febrero-, Argentina está en el medio de la lista -26 de junio- y en el otro extremo existen naciones como Indonesia y Ecuador, cuyas fechas de Overshoot Day se estiman para diciembre. Más de 190 países en déficit ambiental; esta ecuación es negativa hace más de 50 años.
Es para pensarlo...
A pesar de que cada país aporta su daño al ecosistema, y esto se puede medir por separado, la contaminación no reconoce fronteras; nos pega a todos por igual. Por eso, el pasado 29 de julio de 2021 fue el día de sobregiro de toda la tierra.
Este agotamiento de recursos renovables y no renovables junto con la contaminación producida, se traduce en el envenenamiento de toda la biosfera y en el famoso calentamiento global. Estos sucesos, han provocado que el aumento de la temperatura terrestre en 2020 estuviera cerca de 1,2º C. Es importante resaltar que nuestro punto de no retorno como humanidad se calcula en 2º C. Vale decir, falta poco.
Si seguimos impactando de esta manera a nuestro planeta, llegaremos a un punto de inflexión que los pronósticos más optimistas lo prevén para el 2050, en el cual se originará un efecto en cadena nocivo e irreversible que puede acabar con gran parte de la humanidad, de las plantas y animales.
Ya se ven muestras de lo que ocurre, con catástrofes naturales como olas de calor, inundaciones, tornados, sequías y una gran gama de desastres, que cada año serán más severos, a menos que cambiemos nuestro comportamiento.
La huella ecológica causada por la humanidad, no es consecuencia sólo de nuestro consumo, sino también de la forma en que vivimos, de la falta de conciencia y de lo poco que respetamos la naturaleza.
El camino para encontrar un equilibrio con el ambiente, no significa volver a ser cavernícolas de cueva, sino aprender a vivir de una forma más amigable y respetuosa con el entorno. Es primordial la educación, ser más conscientes de nuestro impacto, cuidar y eficientizar el uso de nuestros recursos, gestionar la contaminación, no derrochar, reciclar, reforestar, adoptar procesos industriales más eficientes, promover el uso de energías renovables, consumir de manera responsable, cuidar nuestro ecosistema y exigir a nuestros gobiernos políticas de Estado en este sentido.
Reducir nuestro impacto ambiental es una responsabilidad individual y colectiva, es un accionar consciente de todos los días, es momento de empezar. Estamos a tiempo…
*El autor es bioingeniero y emprendedor mendocino