El pueblo debería saber de qué se trata

Hoy, con la excusa de la pandemia, se está cambiando totalmente nuestro espíritu fundacional, volviéndose a una concentración de poder absoluto, una especie de monarquía, donde se gobierna por decretos y resoluciones (o bulas), haciendo que todo el mundo esté expectante a las nuevas instrucciones que da el poder supremo central.

El pueblo debería saber de qué se trata

En esta gran Nación argentina, creada hace más de 200 años,  asistimos a tiempos inversos a los fundacionales. Si recordamos, a partir de 1810 comenzamos un proceso de “autonomía”, la posibilidad de tomar nuestras propias decisiones, y construir nuestro destino.

A principios del siglo XIX los reales decretos de la monarquía española determinaban nuestros destinos. El rey enviaba sus representantes políticos (virreyes y funcionarios) dando instrucciones de cómo comportarse a los habitantes del suelo americano, sin posibilidad de ser discutidos. Esa situación se tornó insostenible, originando las emancipaciones e independencias de los gobiernos locales, que todos conocemos.

Hoy, pareciera que se repiten esos momentos y se desvalorizan las decisiones locales frente a las decisiones del poder central.  Hoy, con la excusa de la pandemia, se está cambiando totalmente nuestro espíritu fundacional, volviéndose a una concentración de poder absoluto, una especie de monarquía, donde se gobierna por decretos y resoluciones (o bulas), haciendo que todo el mundo esté expectante a las nuevas instrucciones que da el poder supremo central.

Este avasallamiento de opiniones y libertades, se está ejecutando sobre el pueblo argentino con una pérdida democrática muy importante y se ha generalizado como práctica política nacional. Se ha perdido la esencia propia de la construcción democrática.

Para dar un ejemplo actual, se puede decir que las discusiones en el país se centran alrededor de temas intrascendentes para la vida cotidiana, como es una transformación de la justicia solo en el ámbito penal federal (donde se juzgan los casos de corrupción, de drogas, etc.). Y desde la comunicación oficial las conciencias e inteligencias del pueblo, están siendo manejadas por una información tendenciosa y aplastante mediante el miedo, con temas solamente relacionados a la pandemia.

Mientras estamos absortos en estos temas, el país se encuentra en caída libre desde hace décadas, crece la especulación económica generalizada, gran parte de la dirigencia se concentra en cómo se hace para generar dinero en cualquier ámbito, ejemplos: negocios relacionados con el fútbol, con juicios laborales, con negociados entre empresas, donde la rentabilidad es lo único que importa, olvidando al hombre que es el sujeto de cualquier acción económica y política. Hoy la justicia social, se desvirtuó. Las acciones políticas no apuntan a darles a las personas las herramientas necesarias para su autorrealización, en el marco de una economía sana, sino sólo a un asistencialismo sin fin, atado siempre al Estado, sin posibilidades de libertad laboral, bienestar familiar, ni desarrollo intelectual digno.

Entiendo que como legisladores provinciales, no podemos influir en las grandes decisiones nacionales que se deberían discutir (sistema financiero, laboral, jurídico e impositivo). Pero si estoy absolutamente convencido de que hay que colaborar y proponer ideas, para qué vuelva a darse la empatía empresarial con la posibilidad de contratar personal (no máquinas) para realizar trabajos. La solución de que promovamos el emprendedurismo personal, no funciona para el desarrollo económico de una sociedad. Es necesario que se junten capital y recursos humanos y materiales para que haya crecimiento.

Necesitamos que cada uno dé lo mejor de sí y aporte para que veamos de qué manera, vuelven a aparecer los incentivos empresariales a la vez que se recrea la solidaridad empresarial para con el resto del sistema.. Si continuamos como hasta ahora, vemos que nos vamos desintegrando como Nación y sin futuro común.

Espero que el poder central nos convoque en una discusión profunda de la direccionalidad económica, donde se privilegie el desarrollo nacional y no la especulación financiera, dónde también se trabaje en una reforma financiera impositiva integral, que se ponga como valor indiscutible de la sociedad el principio básico del respeto a la propiedad privada y que los intercambios económicos tengan como principio rector a la justicia conmutativa y distributiva. Es la única solución para lograr la justicia social tan anhelada.

No se trata de generar mayor cantidad de impuestos para salvar una economía que cada día decrece, se trata de barajar y dar de nuevo. Es necesario que nos encontremos sentados en una mesa, cada uno de los actores sociales, con un espíritu colaborativo y tomando como base una austeridad absoluta de los gobiernos involucrados. Sólo con la participación y una discusión frontal, cara a cara, se podrá avanzar.

Por eso nuevamente el pueblo quiere “saber de qué se trata”, no para recoger las migajas que caen de la mesa del poder central, sino para la participación activa, en que todos podamos asistir a la construcción de nuestra felicidad como Nación.  A ese rumbo me quiero sumar y en esa dirección estoy dispuesto a trabajar permanentemente escuchando y sirviendo a cada uno de los mendocinos.

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