El pacto Cornejo-Suárez ratificó su potencia electoral y arranca la disputa por 2023

El oficialismo provincial sacó al peronismo del poder en 2015 y desde entonces crece elección tras elección. El ex gobernador demostró el domingo que su prioridad es jugar en la liga nacional y hay intendentes que ya dejan ver su ambición de postularse a la gobernación.

El pacto Cornejo-Suárez ratificó su potencia electoral y arranca la disputa por 2023
Ilustración Gabriel Fernández / Los Andes

Los hechos son inapelables. El oficialismo provincial celebró el domingo a la noche una victoria que era previsible, anticipada y que tal vez por eso no genera sorpresa. Pero que sirvió para confirmar la creciente potencia electoral del proyecto político que Alfredo Cornejo alumbró hace seis años, aunque su gestación fue en 2011, curiosamente con un paso al costado.

Aquella cesión de la candidatura a gobernador en favor de Roberto Iglesias, a la postre derrotado por Francisco Pérez, permitió a Cornejo armar la estructura de poder que en 2015 lo hizo cumplir su meta y desplazar de la Casa de Gobierno al peronismo.

En ese camino fue clave su alianza con Rodolfo Suárez, a poco de que éste asumiera interinamente la intendencia de la Ciudad de Mendoza. La unión de los radicalismos godoicruceño y capitalino, de relación siempre tirante, era impensada apenas meses antes y potenció el plan inicial.

La resistencia del fallecido Víctor Fayad, que se negaba a jugar en bloque con el resto de los pocos jefes territoriales que tenía por entonces la UCR, había impedido el acuerdo.

El tándem Cornejo-Suárez fue desde entonces el eje sobre el que se movió la UCR. Dos hechos lo confirman: primero cuando el de Godoy Cruz transfirió al de Capital la presidencia del partido y luego cuando lo ungió como el candidato oficialista a sucederlo como gobernador.

Con el traspaso de mando, hace dos años, hubo otro pacto entre los socios: Cornejo no se metería en la gestión provincial, más allá de los muchos funcionarios de su confianza que continuarían, para dedicarse a potenciar su proyección nacional. Y Suárez se dedicaría a continuar los lineamientos esenciales del proyecto provincial.

Este pacto se mantuvo estos dos años, aunque no impidió que uno y otro cruzara subrepticiamente esa línea divisoria que habían trazado.

Cornejo no se ha privado de criticar por lo bajo decisiones y funcionarios de su sucesor. Suárez, a su vez, privilegia el protagonismo de los suyos y coquetea con un apoyo a la postulación nacional del porteño Horacio Rodríguez Larreta, del Pro.

Ese juego sobre el filo de ambos, inevitablemente, ha generado chispazos disimulados que, hasta ahora, no han pasado a mayores.

El triunfo del domingo demuestra que el poder electoral de la alianza de la UCR, el Pro, parte del PD, el Partido Socialista y Libres del Sur crece votación tras votación, llenando de dudas e incertidumbre a un peronismo que no atina a encontrar el camino.

Los 49,5 puntos que Cambia Mendoza reunió no sólo son dos más que en las PASO (contando sólo los votos positivos) sino también cuatro más que en 2017, la legislativa que plebiscitó la gestión de Cornejo.

El Frente de Todos, en cambio, cayó dos puntos en dos meses y sacó apenas un punto más que en 2017, cuando tocó su piso histórico tras una interna que había dejado heridas.

La victoria oficialista se sostiene en múltiples explicaciones. Propias y ajenas. Locales y nacionales.

En el Gobierno provincial hacen foco en dos de esas razones: el peso de los candidatos y la aprobación de la gestión. Esta última tal vez sea la más opinable de todas, pero está visto que las críticas a los resultados de la administración Suárez no encuentran eco en los mendocinos.

Lo sabe el peronismo, que tras las PASO decidió hacer de las falencias en la gestión su eje de campaña y terminó perdiendo por más diferencia: los 19 puntos de setiembre crecieron a 23 en la general.

En la previa, una encuesta no muy difundida puso en evidencia lo errado del giro opositor. Aunque no fue la medición de intención de voto sino la de imagen de los candidatos la que anticipó la brecha final con precisión.

Aresco, una consultora que suele trabajar para el peronismo nacional, en su informe de noviembre revela que Anabel Fernández Sagastí tiene sólo 27% de imagen positiva y 42,8% de negativa. Cornejo, en tanto, ostenta casi el doble de positiva (53,4%) y poco más de la mitad de negativa (22,3%).

El resultado final mostró al radical casi duplicando los votos de la referente kirchnerista.

Ese estudio también evidencia que la imagen positiva de la senadora nacional había caído 6,1 puntos desde junio, mientras que la negativa había crecido 4,8%. Su rival apenas bajó 1,2 punto de positiva y subió 1 de negativa.

Todo esto también puede explicarse por la otra gran causa del triunfo de Cambia Mendoza y es el descrédito del Gobierno nacional del Frente de Todos, cuyos desatinos políticos, sanitarios y económicos lo condenaron a la derrota en buena parte del país.

La mirada en 2023

Cornejo viajó el domingo a Buenos Aires para ser parte del festejo nacional de Juntos por el Cambio. Prefirió ser cola de león a cabeza de ratón. Con esa decisión, no sólo regaló el protagonismo del triunfo local a su socio. También dejó en claro que su prioridad es jugar su suerte en las ligas mayores.

La partida rauda del senador electo, sin siquiera pasar por el hotel donde Cambia Mendoza se juntó a esperar los resultados oficiales, lo privó de la apropiación ante la ciudadanía de una paliza que internamente todos le reconocen en calidad de coautor.

Nunca hubiese perdido tal oportunidad si su objetivo principal fuese volver a postularse por la gobernación en 2023, como muchos presuponen. Tal vez sea su plan B. Pero por ahora está lejos de sus prioridades.

Esto lo perciben quienes empiezan a mostrar su ambición desde las intendencias. El lujanino Sebastián Bragagnolo (Pro) salió por Twitter a vanagloriarse por su 58,5% contra el 19,2% peronista. Tadeo García Zalazar, de Godoy Cruz, se ufanó en la misma red social del 58% a 19,3% del FdT. Ulpiano Suárez, de Capital, no hizo alharaca pública, pero apuesta a hacer valer el 60,1% sobre el 17,9% del peronismo.

Bragagnolo trabaja para posicionar a Omar de Marchi, Pero García Zalazar y Suárez juegan su propio juego. Si ambos deciden avanzar, se reeditará el superclásico radical: Godoy Cruz versus Capital.

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