El optimismo

¿Dónde han puesto el optimismo que hace doscientos días que no lo veo?

El optimismo
Imagen ilustrativa / Archivo.

Claro, no es fácil encontrar el optimismo en esta época ¿Dónde han puesto el optimismo que hace doscientos días que no lo veo? La situación es más difícil que hacer la vertical sobre una patineta y el optimismo, esa condición de mirar el futuro con esperanza, es muy difícil de hallar.

Ahí estamos, durando. No es mucho más lo que podemos hacer pero ya con la mente arrugada por el confinamiento, que estará muy bien, que será lo adecuado, pero te deja laxo como una sábana recién tendida en la cama.

Entonces encontrar el camino hacia el optimismo se hace difícil, muy difícil, pero es un buen antídoto. El optimismo es la tendencia a ver y a juzgar las cosas en su aspecto más positivo o más favorable. Yo sé que aspectos positivos y favorables son muy difíciles de encontrar ahora pero siempre alguno hay y a ellos debemos aferrarnos, como la tabla del náufrago que busca algo de costa para pisar.

Esperar que todo pase es ya tener optimismo porque las cuentas dicen que dos más dos son cinco pero no debemos hacerle caso a los malos cálculos y andar creyendo que en el futuro todo va a encajar.

Tenemos esa posibilidad y hay que aprovecharla. Tirarnos en un sillón a llorar la situación no arregla nada, en todo caso empeora todo. Ponerle ganas a los acontecimientos sí ayuda por más que esas ganas estén confinadas en cuatro paredes.

El optimismo genera optimismo. Un tipo optimista contagia y entonces le estamos haciendo bien a los demás, haciéndonos bien a nosotros mismos.

La situación difícil está con nosotros, no la podemos negar ni tampoco ignorarla, pero seguimos con vida transitando los días aciagos. Si hemos tocado fondo, lo único que nos queda es salir como dice en una canción del Nano Serrat y no de Mario Benedetti, como confundió el Presidente dando muestra de que podrá saber mucho de política pero de literatura, un corno.

Si lo peor es lo peor y estamos sumidos en ello, todo lo que venga tiene que ser mejor y eso alienta la voluntad de encarar la vida pensando en un horizonte propicio donde la normalidad vuelva a orientar nuestros pasos.

Se puede ser optimista en cualquier momento, así deberíamos ser siempre, pero más en los momentos difíciles. Porque, cuando la mano viene bien, ser optimista es como el resultado lógico de la situación. Se trata de ser optimista cuando la mano viene mal; ese es el momento en que el optimismo es más significativo.

En definitiva, se trata de la esperanza y ella no nos abandona, nosotros la abandonamos a ella. Está presente, sólo hay que encenderla para que ilumine a todos.

Vamos a ser optimistas porque el momento lo exige, así que basta de lamentarse por la situación de crisis, démosle una paliza a la crisis aunque más no sea con una sonrisa.

Si todos nos ponemos de acuerdo en actuar de esta manera las horas serán menos pesadas que lo que son ahora y uno podrá alentar que el día de mañana será fundamentalmente mejor. En eso tenemos que creer porque, inexorablemente, eso ocurrirá.

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