En diciembre pasado, la Universidad Nacional de Cuyo trajo como invitado a nuestra provincia al filósofo español Daniel Innerarity, uno de los intelectuales más destacados del momento. En su última obra “Una teoría de la democracia compleja” arranca con una afirmación que he destacado: “la principal amenaza de la democracia no es la violencia ni la corrupción o la ineficiencia [que también los son], sino la simplicidad”. La discusión dada a partir de la construcción de un muro es solo eso, el intento de resumir la problemática de la inseguridad a partir de un muro perimetral: la simplicidad.
El tema es mucho más complejo. Para justificar o denostar la construcción del muro se apeló a varios argumentos, falacias incluidas. Se habló de la pobreza, pero nadie puede dar por sentado que esta sea la causa de la inseguridad. Países como Chile o Uruguay que han hecho grandes avances en la disminución de la pobreza hoy atraviesan graves problemas de inseguridad. Se mencionaron los problemas económicos, sin advertir que las dos principales economías de la región: Brasil (séptima economía del mundo) y México atraviesan niveles de violencia de los más altos del mundo.
Se habló de integración, y no se advierten antecedentes como los de Suecia en donde la primera ministra Magdalena Andersson tuvo que renunciar en el año 2022 por los problemas de inseguridad, a pesar del elevado presupuesto destinado a integrar a migrantes. Se habla de la puerta giratoria y excarcelaciones, pero desde hace 20 años la tasa de presos cada 100.000 habitantes no ha dejado de crecer y se encuentra por encima de la media de la región y muy por debajo comparadas con las europeas. Se habla de menores inimputables, y en los dichos del ministro de Justicia de la Nación, en todo el país no son más de trescientos casos.
Como se puede apreciar, el tema es mucho más complejo, y la simplicidad con la que se lo pretende tratar no ayuda a dar soluciones al problema. La pregunta correcta entonces es ¿qué le corresponde hacer a la Universidad? Primero, empezaré con lo que no le corresponde hacer. La Universidad no tiene la responsabilidad de diseñar y ejecutar políticas de seguridad. No puede hacer prevención primaria, lo que significa introducir modificaciones en los entornos sociales a fin de reducir las causas del delito. No lo podría hacer, no está dentro de sus competencias ni tiene las capacidades para hacerlo.
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Polémica por la construcción de un muro en la UNCuyo
Delfina Álvarez / Los Andes
Prevención secundaria, esto es intervenir en los grupos de riesgo tanto a los que pueden ser víctimas o victimarios. No podría, no tiene el despliegue territorial que se necesitaría, ni cuenta con el personal para abordar semejante desafío. Prevención terciaria, esto es, trabajar con los delincuentes conocidos para reducir su participación delictiva. Esto si lo hace, a través de programas de vinculación con el medio ofrece carreras a las personas privadas de la libertad con la finalidad de dar una nueva oportunidad para que no vuelva a delinquir (prevención). A estas tareas se agrega la formación del personal policial y penitenciario. ¿Qué más hace? Investiga. Hay excelentes profesionales que podrían hacer importantes aportes sobre este tema.
Pero la responsabilidad de las autoridades de la Universidad es mucho más grande: debe proteger la vida y bienes de cada una de las más de 50.000 personas que ingresan por día a su predio, y para eso destina una cuantiosa parte de su presupuesto al pago de servicios extraordinarios a la Policía de Mendoza y agencias de vigilancia privada. No obstante, este cuantioso gasto no garantiza la seguridad, es necesario hacer más, y han buscado hacer más.
Que más se podía hacer. Apelar a los estudios de criminología, a las experiencias que han dado resultados en otros lugares. Ronald Clarke en su publicación de 1997 “Prevención situacional del delito” señala que la prevención incluye “medidas de reducción de oportunidades dirigidas a formas muy específicas de delito; que implica la gestión, diseño o manipulación del entorno inmediato de forma sistemática y permanente; hacer que el delito sea más difícil, centrándose en formas específicas de modificar el entorno físico”. Esto no es más que el instinto que nos ha llevado a cada uno de nosotros a tomar ciertos recaudos en nuestras casas. Tan viejo como aquello de que la ocasión hace al ladrón.
La construcción del muro, a lo que habrá que añadir cámaras y mejor iluminación, hay que contextualizarlo en la complejidad que tiene la problemática de la inseguridad. No es una respuesta que pretenda resolver los problemas de inseguridad de la provincia, ni pretende aislarse de la sociedad en la que está inmersa como algunos trataron de presentar. Es solo una medida limitada y circunscrita a una problemática puntual que las autoridades han tenido que tomar para darle mejor seguridad a quienes recorren el campus todos los días.
*Alejandro Salomón, el autor de la columna, es especialista en inteligencia estratégica y crimen organizado, por la UBA. Profesor Titular de Sistemas de Seguridad Comparados del Instituto Universitario de Seguridad Pública, de la UNCUYO. Exsubsecretario de Seguridad de la Provincia de Mendoza.