El mito de la Mendoza institucional

El mito de  la Mendoza institucional
Juramento de Teresa Day como ministra de la Corte. Prensa Gobierno

Un cargo vacante en el máximo tribunal de Justicia dejó en evidencia el daño que la clase política le viene haciendo a la institucionalidad de Mendoza desde hace años. Si faltaba alguna razón para desestimar el chauvinismo fácil del “Mendo Exit”, se lo dieron el último mes con su comportamiento los tres poderes del Estado provincial. El Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, pese al mito de la pureza mendocina, están tan contaminados como en el resto del país.

Esa Mendoza que se jacta de su calidad institucional y que esgrime sus derechos contra los atropellos de la Nación, no es capaz de llenar un vacío en la Corte sin trapisondas políticas y judiciales entre el oficialismo y la oposición, como en las peores provincias feudales.

Hay un gobernador que después de una votación secreta (con aviso), le toma rapidísimo un juramento secreto (sin aviso) a la nueva integrante de la Corte elegida en el Senado con la oposición ausente (con aviso).

Hay dirigentes opositores que prefieren patalear en los medios, y en las oficinas de los jueces amigos, antes que dar el debate institucional y morir con las botas puestas en la Legislatura.

Hay un ex gobernador que le da aire al delirio diciendo que “Mendoza puede ser un país independiente”, mientras el presidente del PJ, que tiene responsabilidades institucionales con su cargo en el Ministerio de Defensa, prefiere dedicar su tiempo a ofenderlo por Twitter llamándolo “pequeño demagogo de la Pampa Seca”.

Hay una Corte Suprema transformada en un comité partidario (o en dos en realidad), donde van a parar todas las rencillas que los políticos no pueden (y no quieren) solucionar en la política. Y de yapa, un Tribunal de Cuentas que va por el mismo camino, sancionando o absolviendo funcionarios según sean oficialistas u opositores.

Y en el origen de todo hay un ex presidente de la Corte que después de 33 años de servicio, deja el tribunal renunciando dos veces y por la puerta de atrás.

Esta misma clase política es la que se rasga las vestiduras gritando a los cuatro vientos que Mendoza hizo los deberes mientras se mete zancadillas a sí misma y Portezuelo del Viento, la “obra del siglo”, se escurre como la arena. El resultado es esta Mendoza 2020, quebrada económica y moralmente.

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