Mucho se habla de la pertenencia a la masonería de nuestros grandes próceres. Entre estos se destaca Domingo Faustino Sarmiento.
Según los archivos masónicos chilenos, el sanjuanino fue propuesto en la Logia “Unión Fraternal” de Valparaíso el 6 de junio de 1854 y fue iniciado el día 27 del mismo mes.
Al mes siguiente fue aumentado a segundo grado y aquella fue toda la participación que tuvo en la Masonería trasandina, siguiendo dicha trayectoria en Buenos Aires.
Pero ese mismo año, además de Sarmiento, otro cuyano fue iniciado en la misma logia: Francisco Xavier Villanueva.
Nacido en Mendoza, el 3 de diciembre de 1810, fue uno de los 15 hijos que José Villanueva y Josefa Godoy tuvieron entre 1793 y 1814. Hermano menor de Nicolás Esteban Villanueva Godoy y mayor de la grandiosa Genoveva Villanueva.
Tras ser becado por el gobierno de nuestra provincia para estudiar en Buenos Aires, obtuvo los diplomas de profesor en medicina y hacia 1833. Entonces, decepcionado de las luchas internas, viajó a Chile junto a su hermana Genoveva quién también deseaba ser médica, pero siendo mujer sólo pudo estudiar homeopatía.
A diferencia de su hermana que regresó a estas tierras, Francisco decidió hacer de Chile su nueva patria. Tras su arribo logró la autorización para ejercer como médico. En septiembre de 1836 comenzó como médico a la Armada de Chile, en calidad de Cirujano de Escuadra y desde entonces su carrera no hizo más que despegar.
Entre sus hitos destaca el año de 1848, cuando se convirtió en el primer galeno en realizar una operación quirúrgica con auxilio del cloroformo en el país trasandino.
Durante la siguiente década, además de volverse miembro de la masonería y codearse con Sarmiento en la misma logia, propuso sanear los prostíbulos. Es decir, aplicar políticas de control médico sobre los mismos, para combatir las enfermedades venéreas. Este tipo de pensamiento lo coloca en la vanguardia, pues fueron medidas que se aplicaron casi treinta años más tarde de modo general.
Volviendo a su costado masón, en de mayo de 1862 -al crearse la Gran Logia de Chile- fue elegido como una de las autoridades.
Su carrera no se detuvo allí, logró convertirse en Gran Maestre de la Gran Logia de Chile en la Asamblea General del 12 de julio de 1872.
Además, destacó como comerciante y fue parte del Directorio del “Telégrafo Trasandino”, un proyecto que dirigió su hijo el ingeniero Julio Villanueva.
Nuestro protagonista falleció el 8 de julio de 1890, unos meses más tarde que su destacada hermana.
Debido a su gran accionar en Chile en 1960 se acordó que una de las calles de Valparaíso llevase su nombre.
Esta historia nos lleva a un punto en común con las generaciones actuales: la gran cantidad de argentinos que dejan nuestro suelo para servir con brillantez a otros pueblos, producto del perpetuo caos que parece reinarnos.
*La autora es historiadora