El laberinto bélico del Oriente Medio

En el año transcurrido, las victorias tácticas son de Israel, que ha decapitado y acorralado a Hezbolla y reducido militarmente a Hamás como nunca antes. Pero, hasta ahora, la victoria estratégica es de sus enemigos, por la simpatía mundial con la causa palestina y el gran repudio hacia Israel.

El laberinto bélico del Oriente Medio
Un hombre observa carteles con imágenes de víctimas mientras asiste a una ceremonia oficial de conmemoración en la Gran Sinagoga de Bruselas. (AP)

No son cinco guerras sino una lo que está afrontando Israel. Combatiendo a Hamas en Gaza y a Hezbolá en el Líbano, mientras intercambia bombardeos con Irán, con los hutíes de Yemén, con las milicias alauitas de Siria y con los chiitas iraquíes, Israel libra una sola guerra que tiene cinco frentes.

De momento, en ese conflicto Israel está obteniendo triunfos importantes, pero más tácticos que estratégicos, porque en la dimensión estratégica lo que está obteniendo el frente enemigo es significativo: el mayor aislamiento internacional y las más grandes olas mundial de repudio a Israel y de simpatía con la causa palestina.

Sin embargo, si Israel perdiera está guerra, las cosas no mejorarían para los palestinos ni para los sunitas, maronitas y drusos libaneses.

Si Hezbolá queda en pie seguirá debilitando al Estado libanés y perjudicando a las otras etnias que, aunque por separado son menos numerosas que la chiita, sumadas constituyen una clara mayoría en el Líbano. Y si Hamás sobrevive, seguirá imperando en Gaza, impidiendo la integración con Cisjordania para que la ANP se convierta en Estado en el marco de los acuerdos negociados en Oslo, y provocando guerras catastróficas para los gazatíes.

Además, los hutíes quedarán fortalecidos en Yemen y la teocracia chiita seguirá siendo la potencia regional que maneja Líbano, Irák, Siria y Yemen, además de Gaza, lo que le permitirá a Benjamín Netanyahu seguir bloqueando la “solución de los dos estados”.

Sin esa solución, aceptada en el mundo, rechazada por el gobierno extremista de Netanyahu y obstruida por Irán al fortalecer a Hamas contra la ANP, los palestinos no tendrán un Estado en el cual saudíes y emiratíes podrían hacerse cargo de la seguridad y de la reconstrucción.

A su vez, Netanyahu no libra una guerra, sino dos. Una contra los enemigos de Israel y otra contra lo que podría pasarle si la justicia lo encuentra culpable de corrupción y si descubre alguna responsabilidad suya en la inconcebible vulnerabilidad que aprovechó Hamás el fatídico 7 de octubre del 2023 para masacrar, violar y secuestrar masivamente israelíes. Por eso hay lazos vinculantes entre la guerra de los bombardeos y los combates sobre el terreno, y la guerra de las sospechas y los estrados judiciales.

Israel mostraría calidad democrática si hay juicio y castigo al líder ultraconservador, en caso de probarse su culpabilidad, aún si gana la guerra y destruye a Hamás y a Hezbollá, extirpando de Gaza y del Líbano esas organizaciones creadas con el objetivo de erradicar el Estado judío.

La guerra contra los proxies de Irán ha cambiado drásticamente. El sanguinario pogromo del 2023 y los inmediatos bombardeos de Hezbolá, marcaron un punto de inflexión que redefine el conflicto.

Hasta hace un año, ni los ataques de Hamas amenazaban la existencia de Israel ni las represalias israelíes procuraban acabar con el régimen de Hamás. Eso no existe desde octubre del año pasado. Del mismo modo, el bombardeo que inició Hezbolla al día siguiente del pogromo marcó el fin del statu quo no negociado ni pactado, que imperó desde la guerra del 2006.

Aunque criminales, los ataques de Hezbolla no amenazaban la existencia del Estado judío, cuyas represalias, por destructivas que fuesen, no buscaban la aniquilación total del partido-ejército chiita.

Bombardear la Alta Galilea el 8 de octubre del 2023 traspuso una línea roja. Eso empujó a Israel a decidir la destrucción total y definitiva de Hezbolá.

Esa nueva realidad en el conflicto Israel-Hamás-Hezbolla condujo a un replanteo geopolítico que rompió otro statu quo fáctico. Hasta esta nueva faz, Irán atacaba a Israel pero no de manera directa, sino a través de sus proxies. A su vez, Israel cometía atentados en la República Islámica, pero no la bombardeaba directamente. En la nueva realidad geopolítica del Oriente Medio, se atacan de manera directa.

El escenario nuevo genera mucha presión sobre los países árabes que estaban más cerca de entenderse con Israel que de poner fin a su desconfianza y aversión por la teocracia chiita. De hecho, Arabia Saudita congeló su decisión de suscribir los Pactos de Abraham, que hubiera sido una gran victoria estratégica del Estado judío.

En el año transcurrido, las victorias tácticas son de Israel, que ha decapitado y acorralado a Hezbolla y reducido militarmente a Hamás como nunca antes. Pero, hasta ahora, la victoria estratégica es de sus enemigos. Eso sugieren las multitudinarias muestras de repudio a la destrucción de Gaza.

En la retina del mundo están la desolación y las muertes civiles en Gaza. Esa postal dantesca borró de la mirada del mundo a las más de mil doscientas muertes y el secuestro masivo de judíos, recluidos en los infinitos túneles donde se protegen los líderes y los jihadistas de Hamas, pero no puede hacerlo el diezmado pueblo gazatí.

* El autor es politólogo y periodista.

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