El inquietante encanto del caos

Papelones, agresiones, discursos delirantes, peleas con insultos, pronunciamientos desopilantes, posicionamientos de lunático extremismo no son la excepción sino la regla en el gobierno de Milei.

El inquietante encanto del caos
Mariano Cuneo Libarona cuando era abogado de Walter Bento Foto Federico Lopez Claro

Hasta hace poco defendía con énfasis la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres, reclamaba agravar las penas contra quienes ataquen a transexuales y “respetar el plan de vida de cada persona”, además de prometer dar prioridad en su gestión a las políticas de género. Pero ante la Comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados leyó un discurso recalcitrante diciendo desconocer la diversidad sexual y admitiendo sólo el género que se condice con la naturaleza biológica.

Completando el estropicio, Mariano Cúneo Libarona le dijo a su colaborador “boludo, esto está textual del discurso de Milei”.

Una escena bochornosa más, en lo que lo único sensato no salió de la boca del ministro de Justicia de la Nación, sino de las legisladoras que lo interrumpieron para cuestionar lo que había dicho.

Papelones, agresiones, discursos delirantes, peleas con insultos, pronunciamientos desopilantes, posicionamientos de lunático extremismo no son la excepción sino la regla en el gobierno de Milei.

El presidente no puede despegarse de la comparsa que ocupó ministerios, secretarías y bancas en el Congreso. Él es responsable de esa Armada Brancaleone que armó para encabezar un gobierno ultraconservador, como lo fue el personaje que encarnó Vittorio Gassman respecto al impresentable ejército que armó para conquistar un feudo, en la entrañable película de Mario Monicelli.

Lo que está viviendo el país no es un milagro económico sino político. Falta ver si el gobierno logra reflotar la economía, pero lo que ya está a la vista resulta increíble y revelador.

Milei fue el primero en plantear como promesa electoral un ajuste doloroso. Eso lo convirtió en el primero en ganar una elección habiendo prometido semejante sacrificio.

Es también el único que se abocó desde el primer día a cumplir lo prometido. Y tras ocho meses de padecimiento, el cumplimiento de esa promesa le consta a la sociedad sufriente. El milagro político es que con precios inalcanzables, olas de despidos y todo el peso del ajuste aplastando las PyMES y derribando a la clase media en los abismos de la pobreza, Milei sigue teniendo un alto respaldo popular.

La dimensión del milagro crece ante la mirada estupefacta de los observadores, al ver el caos institucional que genera su gobierno por impericia y negligencia. El caos del oficialismo en el Poder Legislativo y dentro del gobierno no tiene que ver con los roces que produce enfrentar desafíos de gran magnitud, sino por la suma de lunatismo, negligencia y celos histéricos causando trifulcas que resquebrajan al oficialismo.

Son escenas patéticas las que protagonizan figuras cercanas a Milei. En medios digitales, los fanáticos del presidente pasan horas diciendo cosas desopilantes. El nivel de delirio es estratosférico. La mayoría no sólo habla porque desde las altas esferas del poder la financian, sino porque están convencidos de las barbaridades que dicen.

A eso se suman contradicciones flagrantes. Milei amasó fama denunciando “la casta” y acusándola con, mucha razón, de amalgamarse en torno a intereses. Pero en el séptimo mes de su mandato propuso para la Corte Suprema al peor exponente del brazo judicial de “la casta”.

Por la cantidad de causas de corrupción que hace dormir su juzgado y por los sobornos que siempre están detrás de esa vieja y rudimentaria forma de corrupción judicial, el juez Ariel Lijo es ampliamente deplorado.

También es incoherente vetar aumentos discretos a los pauperizados jubilados, repitiendo como un mantra que “no hay plata”, y los 300 millones de dólares que gastó en aviones militares.

El presidente que niega un aumento mínimo a los jubilados, envía cien mil millones a la SIDE, oscuro aparato de inteligencia abocado a las cloacas del poder, espiando a políticos, periodistas, empresarios y sindicalistas, para vender secretos escabrosos al mejor postor.

Además, con casi el 80 por ciento de la gente agotando el sueldo a mitad del mes, Milei gasta fortunas viajando por el mundo, a menudo en aviones privados. Con el agravante de que esos viajes, que lo mantienen alejado de sus responsabilidades como mandatario, no son por cuestiones oficiales sino por eventos relacionados con su objetivo de liderar el ultra-conservadurismo global.

A eso se suma su ruptura con la vicepresidenta Victoria Villarruel. En Argentina es común que presidentes y vices peleen, pero este caso bate récords de brevedad.

Ese caos político, en el marco del doloroso ajuste que acrecentó una pobreza que ya era altísima, y siendo la economía argentina la única en Latinoamérica que no sólo no creció, sino que decreció, hace difícil explicar por qué Milei conserva un apoyo que supera el 50 por ciento.

Las hipótesis son muchas. Al acierto de poner la proa de la economía en dirección opuesta al estatismo paralizante en que la empantanó el kirchnerismo, se suma el aporte que le hace el vacío opositor y las patéticas revelaciones sobre Alberto Fernández, además de la corrupción de los gobiernos de Cristina Kirchner y su veleidoso mesianismo.

Milei también es parte de un signo de estos tiempos: el anti-sistema que supura agresivos y grotescos liderazgos ultraderechistas. En ese marco puede explicarse que, por rechazo a los políticos convencionales, los pueblos vean la torpeza, el diletantismo y las trifulcas como señal de que esa inexperta dirigencia no viene de lo que Milei llama “la casta”.

* El autor es politólogo y periodista.

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