El inmenso favor que Maduro le está haciendo a Milei

En la pulseada entre Maduro y Milei, el argentino se viene transformando en el gran ganador político, y más aún mientras el tontón del bolivariano lo elige de rival principal. Maduro habla desde la usurpación del poder y con todo el pueblo en contra. Milei habla después de haber ganado una elección impecable y seguir manteniendo su popularidad.

El inmenso favor que Maduro le está haciendo a Milei
Nicolás Maduro vertsus Javier Milei

Aunque tenga razón por malas razones, no se puede negar que desde el domingo pasado el presidente argentino Javier Milei está viviendo su época de oro internacional, donde la confirmación de todos sus prejuicios y dogmas parecen ser una realidad incontestable. Aunque en realidad sí sea contestable, salvo por la cuestión de que el corazón tiene razones que la razón desconoce. Pasemos a explicarnos.

Después de siete meses (más los previos a la llegada a la presidencia) donde se peleó con medio mundo, acusó a la mayoría de los presidentes de las democracias occidentales de complacientes con el comunismo (vaya a saber a qué se referirá con comunismo en el presente porque hoy el principal país comunista, China -de los casi ninguno que van quedando- es más capitalista que Estados Unidos) y se apoyó en los peores representantes de la ultraderecha del mundo (Trump, Bolsonaro, Orbán, Abascal de Vox) el alevoso intento de alterar los números de una elección por todos los contrarios en la Venezuela de Nicolás Maduro (un golpismo de nuevo cuño) le dio en apariencia razones contundentes a la reiterada prédica macartista de Milei. A esa de que todos los países -incluso muchísimos gobiernos democráticos- están infiltrados por los “rojos”. Porque no existe ninguna razón “razonable” para apoyar, ni siquiera conciliar con el violento asalto al poder del madurismo, cuando acaba de perder el gobierno estrepitosamente en las urnas. Ninguna persona decente, sea de izquierdas o no, puede defender esto.

Antes de las elecciones del domingo solo existían dos políticos que sabían lo que iba exactamente a pasar ese día. Uno era Maduro que ganara o perdiera no pensaba entregar el poder bajo ningún punto de vista aunque tuviera que asesinar a media Venezuela (y estamos hablando literalmente). Y el otro era Lula que también sabía que eso haría Maduro, por eso lo advirtió con estas lúcidas -y en ese entonces enérgicas- palabras: “Me asusté con las declaraciones de Maduro, de que si él pierde las elecciones habrá un baño de sangre. Quien pierde las elecciones toma un baño de votos, no de sangre.... Maduro tiene que aprender: cuando ganas, te quedas (en el poder). Cuando pierdes, te vas. Y te preparas para disputar otra elección”.

El problema es que cuando ocurrió lo que ambos sabían que indefectiblemente iba a ocurrir (que los bolivarianos perdían y por paliza), Maduro cumplió a rajatablas su plan de sostenerse contra viento y marea en el gobierno mientras que Lula empezó con sus eternas vacilaciones, basándose en esas hoy desvencijadas terceras posiciones que buscan quedar bien a la vez con Ucrania y con Rusia, a la vez con Maduro y sus detractores. Creyendo que siendo el gran conciliador logrará más que defendiendo la verdad. Eso puede ser bueno cuando hay margen para negociación, ¿pero qué margen de negociación hay con Putin y aún peor con Maduro que si se tiene que ir del poder está condenado a la cárcel o a ser un paria eterno y para peor arrastrará consigo a una “casta” de delincuentes políticos y económicos que para salvar su propio pellejo jamás lo dejarán irse? Porque acá el problema no es un hombre, no es un presidente, es un régimen criminal que no tiene escapatoria salvo permanecer en el poder de su país cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Hasta la eternidad. Y en eso están, mientras Lula pretende convencerlos de que negocien. ¿Negociar qué y con quién? Hace años que se viene intentando y para lo único que sirve la negociación es que para bajo la excusa de simular aceptar las condiciones, Maduro y su runfla acumulan más y más poder, meten más y más gente presa, matan más y más de hambre a los venezolanos.

Está claro que si en estas elecciones hubieran votado todos los venezolanos que estaban tanto en el país como en el exilio, más del 80% de la ciudadanía hubiera sufragado en contra del régimen. O sea prácticamente toda Venezuela. Unos por razones políticas, pero los más pobres porque ya no tienen ni para comer con esta dictadura que aparte de reprimirlos por izquierda, los ajusta por derecha sin contemplación alguna. El mismo Hugo Chávez, aún siendo el creador de tamaños monstruos, debe estar pensando en su tumba: ¿qué están haciendo estos locos?

Pero volviendo al centro de esta nota, lo cierto es que cuando cambian las circunstancias históricas, los hombres por bastante tiempo más seguimos pensando con las viejas categorías. Que es lo que está pasando ahora: todo aquel que tiene un corazoncito progre, un corazoncito de izquierda duda con respecto a Venezuela, le concede algún resquicio, le ofrece alguna esperanza de redención. Lo que no le perdonan a Trump o Bolsonaro, ni siquiera a Milei, sí le dan la oportunidad a Maduro porque se supone que al ser de izquierda, aún con sus excesos, debería ser mejor que la derecha. Un prejuicio idiota e insostenible porque acá nada tiene que ver la ideología de Maduro. Es un tema de poder, y ni siquiera de poder autoritario (donde todavía existen límites para alguna negociación) sino de totalitarismo puro y duro. Chávez quiso ser Fidel Castro y Maduro, al que no le da el cuero ni para ser el Chavo, ha convertido a Venezuela en un clon de Cuba. Prueben negociar con Cuba.

No obstante, para Milei esto es el cumplimiento de todos sus sueños: no sólo que una dictadura “comunista” ha tomado el poder por asalto violento en América Latina (al alzarse con el apoyo del ejército contra la voluntad popular), sino que todos los presidentes de izquierda del continente han demostrado que siguen siendo apoyos sustanciales del “comunismo” en particular Lula, Petro y López Obrador, con sus llamados ambiguos a conciliaciones imposibles.

Milei hoy está seguro, lo estuvo siempre pero hoy más que nunca, que el comunismo ganará en todos lados si no se le presenta batalla. Por eso se puso al frente como nadie en la resistencia mundial a la dictadura de Maduro. Ni siquiera fue injusto con Lula el miércoles al acusarlo por no haber votado en la OEA un pedido de transparencia en Venezuela ya que el brasileño se comportó otra vez con pusilanimidad. Lo que no debió es insultarlo, porque justo hoy Milei debió darse vuelta y agradecerle por haberse hecho responsable Brasil de la embajada de Argentina en Venezuela. A Lula no hay que atacarlo, es un demócrata, lo que hay que hacer es reprocharle su ambigüedad, su creencia de que el mundo se sigue dividiendo entre derecha e izquierda cuando eso es ya del todo una antigüedad. Tiene mucha más razón Milei cuando divide al mundo entre los de abajo y los de arriba, entre la gente y la casta. Pero no tiene razón Milei cuando sólo ataca a los dictadores de izquierda y se cuida muy bien de hacer lo mismo por derecha, tanto con los dictadores en funciones como con los con intenciones de serlo. Milei es moderno cuando habla de la casta, pero es antiguo cuando pelea contra “sus” comunistas desde la extrema derecha.

En realidad, los dos presidentes más equilibrados frente al desafío de Maduro son el socialista chileno Gabriel Boric y el liberal uruguayo Luis Lacalle Pou. Ellos jamás de los jamases tuvieron la menor duda con respecto a condenar la intentona de Maduro, pero a la vez lo harían también sin dudarlo con cualquier intentona de derecha que apareciera en el horizonte. Sin embargo, el problema es que en este mundo de locos el equilibrio, la razonabilidad, el justo medio no rinden nada frente a los extremos. Y acá quien se opone desde el mayor de los extremos a Maduro es Milei. Por eso se viene transformando en el gran ganador político de esta pulseada, y más mientras el tontón de Maduro lo elige de rival. Maduro habla desde la usurpación del poder y con todo el pueblo en contra. Milei habla después de haber ganado una elección impecable y seguir manteniendo su popularidad.

En síntesis, luego de haberle ganado a la casta y coronarse presidente de los argentinos, ahora Milei va por lo que siempre soñó también y viene construyendo desde el primer día que asumió juntándose con todos sus amigos derechosos del mundo: convertirse en el nuevo gran líder global anticomunista a la espera del retorno de Trump y Bolsonaro, pero esta vez siendo él el primero.

Por estos días, como dijimos al principio, por buenas o peores razones, Milei se siente en la gloria como el primer combatiente por la libertad en el mundo. Y, aún siendo muy pero muy difícil, se llegara a ganar la batalla....¡te lo voglio dire!

* El autor es sociólogo y periodista clarosa@losandes.com.ar

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