El hambre y la saciedad

Existe la expresión “darse un hartazgo de algo”, equivalente a “hacer una tarea con exceso”: “En estas vacaciones, se dio un hartazgo de lectura”.

El hambre y la saciedad
Existe la expresión “darse un hartazgo de algo”, equivalente a “hacer una tarea con exceso”: “En estas vacaciones, se dio un hartazgo de lectura”. / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Hay tres vocablos que, en nuestras expresiones diarias, usamos como equivalentes: ellos son “saciedad”, “hartazgo” y “hastío”. Veamos cuánto tienen de parecidos: la “saciedad” se define como la “satisfacción completa del deseo de algo”. De allí se deriva la expresión “hasta la saciedad”, que significa “hasta no poder más, plenamente”: “Los invitados comieron hasta la saciedad y casi no quedaron restos”. Está vinculado a “saciar”, que significa “calmar por completo el hambre o la sed de alguien”: “Los viajeros, tras varios días de andanzas, pudieron saciar su hambre en la posada, a la vera del camino”. También puede decirse “saciarse” y, además de aludir a necesidades físicas, puede hacer referencia a que alguien vea cumplidos sus deseos o resuelta una necesidad anímica: “Se ha saciado de escuchar música romántica”.

“Hartazgo”, en relación con “hartar”, incluye la idea de exceso, de demasiada abundancia. Y eso no solo se refiere a la comida o la bebida, sino a un gusto o deseo. Por eso, una de las acepciones de “hartar” es “cansar, fastidiar”: “Me harté de pedirle algunas cosas”. Existe la expresión “darse un hartazgo de algo”, equivalente a “hacer una tarea con exceso”: “En estas vacaciones, se dio un hartazgo de lectura”.

Está relacionado también con el adjetivo “harto, harta” que, en algunos países latinoamericanos, toma el valor de “mucho, abundante”: “Tiene hartas dificultades económicas”.

También, en los mismos países, tiene valor adverbial invariable y equivale a “muy, demasiado”: “Eran cuestiones harto complicadas”. Otras veces, equivale a “intensamente”: “Llovió harto”. Además, puede significar “con mucha frecuencia” o “mucho tiempo”: “Viaja harto” y “El bebé es tranquilo y duerme harto”.

En cambio, “hastío” tiene otra connotación en su valor significativo: derivado del latín “fastidium”, hoy tiene el valor de “repugnancia a la comida”: “Después de esa dieta tan estricta, le producía hastío cierto tipo de alimento”. También amplía su significado a “cansancio, aburrimiento, desgano, fastidio, tedio”: “Tras la cuarentena y el encierro tan prolongado, el trabajo ante una pantalla le producía hastío”. Y del verbo y en relación con el adjetivo, se da “hastiado”, que recoge todos los valores vistos. Otro vocablo menos conocido es el adjetivo “ahíto”, que coincide parcialmente con los términos vistos, pues significa “que padece alguna indigestión o empacho, saciado, harto”: “El niño se quedó ahíto por tantas golosinas”. Se puede usar también en sentido figurado, con el valor de “lleno, satisfecho”: “Me vine ahíto de paisajes bellos”. Como etimológicamente, significa “hundido o clavado”, una acepción antigua ya en desuso era “quieto, permanente en su lugar”: “Quedó ahíto por semejante sorpresa”. Y nosotros, en lenguaje popular, decimos “pipón”: se trata de una forma coloquial, que nombra al que es barrigudo, pero también a quien lo está después de comer en exceso.

En todas estas palabras, ha aparecido la idea contraria a la de “hambre”. Centrémonos en este sustantivo, que es de género femenino. En efecto, recordamos que como “agua”, “hacha” o “alma, estamos ante un sustantivo femenino que, al comenzar con la sílaba tónica “ham-” y por razones de eufonía, toma como artículo “el”. Decimos “el hambre”, pero “mucha hambre” y " las hambres”; si debemos colocar un adjetivo después, lo pondremos en femenino: “hambre tremenda”.

Este sustantivo significa no solo la “gana y necesidad de comer”, sino la “escasez de alimentos básicos, que causa carestía y miseria generalizada”: “El hambre es una amenaza para muchos pueblos, después de una guerra”. Otro valor es el de “apetito o deseo ardiente de algo”: “Tiene hambre de venganza”.

Cuando el hambre se traduce en una escasez generalizada de alimentos, se habla de “hambruna”. Y de alguien que siente hambre, se puede decir que es “hambriento”, adjetivo que, además, puede calificar a quien es muy delgado o que presenta aspecto de pasar hambre. Como la etimología de “hambre” nos remite al latín “fames”, un sinónimo de “hambriento” es “famélico”.

El verbo que significa “padecer hambre” es “hambrear”, que también puede usarse para mostrar alguna necesidad, pues excita la compasión al mendigar remedio para ella: “En el pórtico de la iglesia, se habían refugiado unos menesterosos hambreando sus carencias”.

Dos frases coloquiales señalan hambre violenta: “hambre calagurritana” y “hambre canina”. La primera, proveniente del latín “fames calagurritana”, tiene origen histórico ya que alude a la que padecieron los habitantes de la actual Calahorra, sitiados por los romanos, en un largo asedio alrededor del año 73 a. C. La segunda designa un deseo vehementísimo de ingerir alimento, similar al que pueden experimentar los perros.

Cuando se quiere aludir a un buen apetito o a las ganas de comer a cualquier hora, se dice “hambre estudiantina”; pero si alguien no quiere comer por repugnancia a ciertos alimentos o por hallarse ya satisfecho, se usa la expresión “hambre de tres semanas”.

En general, se puede advertir cómo el término “hambre” se asocia a situaciones negativas: para designar a quien vive con estrechez y padece miseria se usa “muerto de hambre”; incluso se dice, en este caso, que la persona es miserable, mezquina o que carece de lo necesario, a pesar de lo que aparenta: “Es un pobre muerto de hambre”.

Otras frases con “hambre” dan cuenta de situaciones particulares, como “sitiar a alguien por hambre”, como sinónimo de “valerse de una necesidad o apuro para obtener lo que se desea”: “Lo sitiaré por hambre hasta conseguir su aprobación”.

Todos hemos usado la locución “juntarse el hambre con las ganas de comer”: con ella queremos señalar que dos personas coinciden en sus faltas, en sus necesidades o en sus aficiones: “Entre tu apuro y su ansiedad, se juntaron el hambre con las ganas de comer”.

De una solución a un problema, muy transitoria y efímera, se dice que es “pan para hoy y hambre para mañana”: al respecto, nos dice el Refranero multilingüe que, ante la inestabilidad de los bienes terrenales, conviene ser precavidos y acumular lo necesario no solo para el momento actual sino también para el futuro inmediato y no tan inmediato.

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