El “Gauchito” Lencinas y la “Emperatriz” del tango

La leyenda cuenta que Lencinas se habría despedido de Ada en la estación de tren antes de su último viaje, y que supo decirle “Ada, estás tan linda que te robaría y te llevaría a Mendoza ahora mismo, pero volveré”. La promesa no se cumplió: el Gauchito fue asesinado y nunca volvió a pisar suelo porteño.

El “Gauchito” Lencinas y la “Emperatriz” del tango
Ada Falcón

Los romances entre dirigentes políticos y figuras del mundo del espectáculo han sido una constante en la historia argentina del siglo XX. Cabe mencionar, a título de ejemplo, el caso de Marcelo T. de Alvear y Regina Pacini (cantante lírica portuguesa); los matrimonios de Juan Domingo Perón (tanto Eva Duarte como Isabel Martínez provenían del ámbito artístico), o bien, la relación de Carlos Menem con la actriz y modelo chilena Cecilia Bolocco.

Pero hubo un dirigente mendocino, el joven Carlos Washington Lencinas, que tuvo un amorío no divulgado con una artista. Apodado por sus seguidores como “El Gauchito”, asumió como gobernador de la Provincia en 1922, con sólo 33 años de edad. Llevó adelante un gobierno populista, con un estilo político disruptivo para la época, lo que le valió el encono de sus opositores. En 1924 debió abandonar el poder anticipadamente por el arribo de una intervención federal, originada en un problema fiscal (su gobierno emitió sin control bonos que circularon como cuasimonedas –las llamadas “Letras de Tesorería”).

Heredero del programa político de su padre (el “Gaucho” José Néstor Lencinas, primer gobernador radical de Mendoza), se destacó como dirigente político en la escena local por su carisma y su fortaleza física para soportar extensas giras por todo el territorio provincial. Diversos mitos se tejieron en torno a tales cualidades, entre ellos el de que solía almorzar varias veces (para no despreciar las muestras de cariño de sus simpatizantes cuando visitaba sus hogares), o bien, que tenía una gran colección de sacos, para regalarlos a personas humildes en sus recorridas proselitistas.

Poco se conoce acerca de la vida privada del joven caudillo, aunque las revistas sociales de época dan cuenta de que se lo tenía por entonces como un “soltero codiciado”. No se le conocieron amoríos públicos ni matrimonio alguno hasta su temprana muerte, acaecida el 10 de noviembre de 1929, cuando fue ultimado mientras daba un discurso frente a la plaza San Martín.

Su carrera política concluyó antes de tiempo, bajo el fragor de las luchas políticas del momento, cuando estaba por cumplir 41 años. Nunca se pudo comprobar con certeza la identidad de su asesino (pues el supuesto autor material fue ultimado por simpatizantes lencinistas que estaban armados y respondieron en el acto). Tampoco se conoció el móvil del crimen, aunque una de las hipótesis fue que se había tratado de una venganza, por haberse enredado con una mujer casada. Sin embargo, ello no se constató y algún payador popular supo decir, años después, que su único amorío había sido con el pueblo mendocino, a quien había entregado hasta su último aliento.

Es sabido que la vida de todo dirigente político suele estar repleta de compromisos sociales (más aún cuando ocupa, además, cargos públicos electivos o funciones de gobierno). Carlos Washington no fue la excepción: a sus incansables recorridas por el territorio provincial sumó sus viajes a Buenos Aires. La metrópoli era, como es aún hoy, epicentro de la vida política nacional pero también un imán para las actividades sociales y el ocio. Se dice que, en uno de esos viajes, el joven dirigente habría conocido a una figura que por entonces se abría camino en la escena musical porteña: la cantante de tango Ada Falcón.

Su nombre completo era Aída Elsa Ada Falcone. Había nacido en Buenos Aires en 1905 y luego de un breve recorrido por la actuación incursionó en la escena tanguera, llegando a ser uno de los íconos de la canción porteña. Saltó a la fama en 1925 y en 1929 se vinculó a la orquesta de Francisco Canaro, con quien llegaría a grabar más de 200 temas. Se sabe que Ada tuvo una relación sentimental con Canaro a lo largo de diez años, que no pasó a mayores porque él era casado y no estaba dispuesto a dejar a su esposa. En 1935, cuando su carrera estaba en el punto máximo, la artista decidió que no se presentaría más en público. Tres años después se desvinculó de Canaro y en 1942 grabó su último disco.

Fruto de una visión mística, vendió todos sus bienes y se mudó junto con su madre a la localidad cordobesa de Salsipuedes para tener una vida de retiro y austeridad, vinculándose a un convento de la localidad, en calidad de terciaria franciscana. Falleció en 2002, con 96 años de edad en un hogar de ancianos de la localidad de Molinari.

En la historia de la música popular pasó a ser conocida como la “Emperatriz del tango” y “la Joyita argentina”. Su trayectoria fue motivo de un documental titulado “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”, filmado entre 2002 y 2003, que recupera su legado e incluye entrevistas realizadas en el hogar donde transitó sus últimos días. Asimismo, en 2021 se estrenó el musical La Falcón, muestra de la vigencia de su legado en la escena porteña.

Poco se sabe de la fecha en que el dirigente mendocino y la artista pudieron haberse conocido y cuánto tiempo se frecuentaron. Pero existe un testimonio de la cantante en el cual reconoce el fuerte impacto que le causó la noticia del asesinato del ex gobernador, conmoción que la llevó a componer un vals en su honor, pieza que sería uno más de los éxitos de la orquesta de Canaro.

Según narra la escritora y periodista Ana Basualdo[1], quien recogió en sus crónicas el testimonio de Falcón, Lencinas fue “el primer y único amor” de la cantante. Años después, supo recordarlo como alguien “hermoso”, dotado de “una hermosa cara de indio”, a quien tuvo la suerte de conocer en una fiesta “en casa de una amiga”. Su cortejador, rememoraba Ada, provenía de “una dinastía de gobernadores” de Mendoza. También se menciona que el propio Lencinas se habría despedido de Ada en la estación de tren antes de su último viaje, y que supo decirle Ada, estás tan linda que te robaría y te llevaría a Mendoza ahora mismo, pero volveré”. Pero la promesa no se cumplió: el Gauchito fue asesinado y nunca volvió a pisar suelo porteño.

Su recuerdo dio pie a la canción de tango “Sueño con él”, con letra y música de la propia Ada Falcón (hablando con propiedad, un vals) que fue registrada por Canaro en noviembre de 1929 y grabada por el reconocido sello “Odeón”. Su estribillo dice: Sueño, sueño con él / Siempre será mi pasión / Porque lo quiero tanto / Dulce ilusión de amor / Y nunca quise con tal fervor.

En tiempos donde los romances de figuras públicas parecerían haberse convertido en una estrategia más de campaña electoral, orientada a dar notoriedad pública y legitimación a ciertos candidatos por medio del espectáculo, vale recordar una historia de amor que se mantuvo en la intimidad de sus protagonistas y que dejó, como único legado para la posteridad, una hermosa pieza musical que enriquece el repertorio tanguero.

[1] Basualdo, Ana (2020). El Presente. Crónicas. Sigilo.

* El autor es historiador. UNCuyo. Conicet

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