La 18° Cumbre del G20 que tuvo lugar en Río de Janeiro el 18 y 19 de noviembre mostró a las potencias del G7 debilitadas, aunque sin fisuras entre ellas. Este grupo que reúne a las siete economías más desarrolladas con sistema democrático liberal, se mostró cohesionado en sus propósitos, pero sin fuerza para imponer puntos de vista. La primera economía del grupo, que también lo es del mundo, Estados Unidos, llegó con un nuevo presidente electo sólo siete días antes: Donald Trump, totalmente enfrentado con su sucesor. Joe Biden, en su cumbre de despedida, no logró imponer puntos de vista, aunque de hecho su país ha logrado entregar los fondos destinados a Ucrania para la guerra con Rusia. La segunda economía del grupo es Japón. Su coalición de gobierno perdió la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones realizadas el 27 de octubre. Además, llegó directamente de la Cumbre de la APEC, la reunión de los países del Pacífico que se realizó en Perú, y en la cual China tuvo un rol central. La tercera economía del G7 es Alemania. Su líder, Olaf Scholtz, llegó tras anunciar días antes que si la moción de confianza que presentará al Parlamento alemán no es aprobada, convocará a elecciones para el 23 de febrero, las que presumiblemente perderá.
Frente a ello, las potencias emergentes que integran los BRICS llegaron a la Cumbre con liderazgos más consolidados. En el caso de Brasil, es el quinto miembro del grupo y el país sede de la Conferencia. No alcanzó a tener el rol descollante que generalmente tiene el país anfitrión en las reuniones del G20. El liderazgo de Lula está debilitado y difícilmente se presente a su reelección en 2026. Preside un régimen democrático amplio, a diferencia de los otros miembros de los BRICS. La propuesta del presidente brasileño para aplicar un impuesto global de los ultra ricos no tuvo andamiento. Las diferencias y contradicciones entre el G7 y los BRICS se hicieron evidentes e impidieron la aprobación de iniciativas y la generación de consensos. Cabe señalar que las declaraciones deben ser aprobadas por unanimidad.
El MITKA reúne a los países intermedios del G20 y está integrado por México, Indonesia, Turquía, Corea del Sur y Australia. Pertenecen a distintas regiones y sus regímenes tienen matices, aunque son democráticos. Entre los dos grupos anteriores buscan marcar posiciones propias de acuerdo a sus intereses, los cuales no son difíciles de identificar. Aunque hay diferencias entre ellos: no es lo mismo la posición de Australia que la de Turquía en la guerra de Medio Oriente. Corea del Sur ha tomado una posición más definida en la guerra entre Ucrania y Rusia desde que tropas norcoreanas han entrado en combate a favor del último país. Pese a ello, los países del MITKA lograron introducir algunas ponencias de baja conflictividad. México llega con su nueva presidente, Claudia Sheinbaum, planteando diferencias con los Estados Unidos. A su vez Indonesia, como país de religión musulmana, tiene posiciones diferentes con el G7 respecto a las guerras en Medio Oriente. Argentina es la economía más chica del G20 y un país que ha mostrado desinterés por integrar el MITKA. Ha adquirido creciente gravitación por las características y posiciones que ha expresado, coincidiendo con el G7. Está firmemente identificado con el próximo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El miembro número veinte es la Unión Europea, que lo integra como si fuera un sólo miembro.
En este marco, caracterizado por las divisiones provocadas por las guerras y la falta de consenso entre los líderes, la 18° reunión del G20 mostró pocos avances. En un tema como el medio ambiente, se realiza al mismo tiempo la COP29 en Bakú, la capital de la ex república soviética del Cáucaso, Azerbaiyán, donde tampoco se alcanzaron acuerdos significativos y se fracasó -al igual que en el G20- en acordar un financiamiento para las políticas de protección del medio ambiente de los países de bajos recursos. En cuanto a las guerras, las diferencias fueron importantes y las manifestaciones sólo alcanzaron propósitos genéricos. Además, las posiciones que expuso Biden tienen poco que ver con las que defiende el próximo presidente Donald Trump, lo cual relativizó el significado de las definiciones del actual presidente. Las diferencias entre el G7 por un lado y los BRICS por el otro fueron evidentes, aunque se evitaron confrontaciones. En momentos en que el mundo vive la situación más riesgosa en materia de seguridad internacional desde la Segunda Guerra Mundial y la economía muestra incertidumbres crecientes como las de China, el G20 apareció débil e incapacitado para tomar decisiones, como sucedió en 2008 cuando surgió para contener la crisis financiera que complicaba al mundo entonces. Esto sucede cuando crece la impotencia de los organismos internacionales para contener los riesgos que implican las guerras. En cuanto a América Latina, apareció dividida y desarticulada: un país en los BRICS (Brasil), otro en los MITKA (México) y el restante sin integrar ningún grupo (Argentina).
En definitiva, los tres países latinoamericanos del G20 desperdiciaron la oportunidad de realizar planteos conjuntos. La realidad es que pertenecen a distintos agrupamientos y sus líderes políticos se encuentran divididos entre ellos.
* El autor es Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.