El federalismo no se declama, se concreta

El país desigual en el que vivimos necesita menos relatos y más acciones concertadas y concurrentes, en pos del deseado objetivo del federalismo y la igualdad.

El federalismo no se declama, se concreta
La compleja trama del federalismo

Una gran parte de las declaraciones de Alberto Fernández se prestan cada vez más a la controversia. Y eso no es bueno para la investidura presidencial.

Aborda temas complejos con una argumentación débil, sin presentar las propuestas que debieran caracterizar al Poder Ejecutivo de la Nación en medio de una crisis.

Podría decirse que habla como un comentarista, y a menudo cae en contradicciones.

Al presentar el Acuerdo Federal por la Hidrovía Paraguay-Paraná, sostuvo que la ciudad de Buenos Aires lo llena de culpa, por verla “tan opulenta, tan desigual y tan injusta con el resto del país”.

No atacaba a la administración de Horacio Rodríguez Larreta sino al centralismo, una construcción histórica que sólo produjo “desigualdad e individualismo”.

Un ejemplo sería la misma Hidrovía, hasta aquí manejada desde una oficina porteña. De ahora en más, como se creó una empresa estatal para controlar la concesión, será administrada desde el interior del país.

La sede elegida para la nueva entidad fue Rosario, una de las ciudades santafesinas que reproduce, a escala, la centralidad porteña en su jurisdicción.

Porque las grandes urbes provinciales son a sus respectivas provincias el equivalente de la ciudad de Buenos Aires al país.

Se han desarrollado en muchos aspectos a costa del interior del interior, y por lo tanto han concentrado por demás a sus habitantes.

Mendoza, sin ir más lejos. A principios del siglo XX_estaba mucho más distribuida la población y recursos entre los distintos oasis, mientras que ahora casi todo se ha concentrado en el Gran Mendoza.

¿Se puede creer que ese esquema se revierte con la simple decisión de mudar una empresa desde la antiguamente llamada capital federal a una metrópolis de provincia?

Días después, a propósito de la extensión de la fibra óptica en el Chaco, advirtió que existe una “Argentina central” con dos “periferias, al norte y al sur del país”, lo que “no se puede tolerar más”. De allí su deseo de que Argentina esté “llena de ciudades de Buenos Aires; pero tenemos una y el resto del país es un país que espera”.

La integración del centro del país con las regiones del norte y del sur requiere desde hace décadas –como mínimo, desde la desaparición del ferrocarril– una serie de obras de infraestructura pendientes.

Pero también requiere de un marco legislativo como –a propósito de internet y del Chaco– la ley de economía del conocimiento, cuya aplicación Fernández suspendió a poco de asumir; o una nueva ley de coparticipación federal, a la que se comprometieron provincias y Nación en la Constitución de 1994 y hasta hoy no cumplieron.

Mientras, el Presidente sigue definiéndose como el más federal de los porteños, aunque gobierna con un gabinete conformado casi exclusivamente por porteños, con el soporte de un partido que impulsó la centralización en el puerto, y desde marzo viene regulando la cuarentena que le impone al país en función de los parámetros del Área Metropolitana.

El país desigual en el que vivimos necesita menos relatos y más acciones concertadas y concurrentes, en pos del deseado objetivo del federalismo y la igualdad.

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