El diplomático de las Pampas

Luego de finalizada la conquista -de la que no participó- los indios siguieron buscando al capitán Rufino Solano para que les ayudara a conseguir tierras donde vivir.

El diplomático de las Pampas
El capitán Rufino Solano se desempeñó con destreza en la frontera del desierto

El Capitán Rufino Solano se desempeñó con destreza en la frontera del desierto entre los años 1855 y 1880. Su papel fue vital para la concreción de tratados con los indios y el rescate de miles de cautivos, muchos de ellos niños. Fue uno de esos verdaderos diplomáticos de las pampas que iban de toldería en toldería realizando gestiones pacíficas y eran conocidos entonces como “lenguaraz”, dado su manejo del idioma aborigen.

A pesar de terminar sus días humildemente -al punto de recurrir a la Revista Caras y Caretas para lograr aumentar su pensión-, conoció y trabajó con hombres como Justo José de Urquiza, Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Bartolomé Mitre, Marcos Paz, Adolfo Alsina y Julio Argentino Roca.

Omar Horacio Alcántara, sobrino bisnieto Rufino Solano, señaló: “lo que más lo identificaba era su poder de persuasión, no solo porque hablaba el idioma araucano a la perfección, sino que además sabía cómo plantarse ante los caciques y demostrar su firmeza, sinceridad y honestidad en el trato; esta innata virtud le permitió gozar del máximo prestigio y confianza de ambos bandos. Mediante su atinado manejo de situaciones críticas logró evitar mayores derramamientos de sangre”.

Uno de los momentos que solía contar con pasión nos lleva a 1873. Tras ser capturado por un grupo de indios, que deseaban eliminarlo, se vio obligado a acompañarlos: “Al llegar -contó don Rufino a Caras y Caretas, en 1912- a la toldería de Calfucurá, el cacique, que se hallaba moribundo, habló conmigo. Su voz era serena y firme: «Hermano capitán, huye con los cautivos antes de que yo muera, —dijo— para que no los maten». Dio en seguida órdenes en ese sentido. Cuando salíamos de la toldería al galope, sentimos detrás de nosotros una gritería espantosa. Ya sabía yo lo que era. ¡El cacique había expirado! Y la indiada nos acosaba en una persecución que duró toda la noche”.

Lamentablemente, no todos los cautivos sobrevivieron.

Luego de finalizar la conquista -de la que no participó-, los indios siguieron buscando a Solano para que les ayudara a conseguir tierras donde vivir. Así, señala su citado pariente, “muchos de ellos las consiguieron gracias a su influencia acompañándolos ante el mismísimo Presidente de la República, General J. A. Roca, a efectuar sus petitorios; así lo hicieron el Cacique Valentín Sayhueque, Manuel Namuncurá, la Reina de los Indios Catrieleros Bibiana García, entre muchos otros. En esos territorios obtenidos hoy están enclavadas las ciudades de Los Toldos, Catriel, Valcheta y otras poblaciones más, todas ellas en territorio de las Provincias de Buenos Aires y de Río Negro”.

Pero para si mismo no pidió nada. Al momento de dar su entrevista se hallaba con su esposa, mujer a la que aventajaba en varias décadas. La misma intervino para comentar la injusticia que sufrían y quejarse de que su marido trabajaba gratis para los políticos, diciendo trabajar desinteresadamente por la Patria: “Es el caudillo de las indiadas. Las lleva a votar en todas las elecciones. El año pasado tenía el comité de la juventud. ¡Las cosas de la política! En ese comité de la juventud había indios de «noventa y nueve años y uno más», como dice ese mendigo que usted habrá visto en las calles de la ciudad. Rufino capitanea a toda esa gente de los ranchos y la hace votar por el diputado Toscano y por el gobierno. Pues, ¿qué le dio el diputado? Una comilona en el corralón y doscientos pesos para repartirlos. Él no se quedó con un sólo centavo. Parece mentira, ¿no?”

La verdad es que no. Seguimos en un país en el que los punteros siguen siendo importantes, repartiendo dádivas y los ancianos reciben miserias, mientras que esperan más de sus políticos.

*La autora es historiadora

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