En una reciente nota de opinión en diario Los Andes, el ingeniero agrónomo Cristóbal Sola proponía hacer un debate social participativo que conduzca a un Plan Maestro del Agua para Mendoza.
Con el ánimo de aportar al mismo, es que hago una ponencia que sitúa en el centro al contexto en que se generó la matriz vigente y del muy significativo cambio de escenario que debiera llevarnos a un nuevo diseño.
Advierto que mi enfoque es conceptual y no de rigurosidad normativa ni cronológica, aspectos en que hay destacados estudiosos que podrían precisar muchos aspectos a tener en cuenta.
Nuestra ley de agua que tiene más de cien años, respondió a una apreciación del contexto ambiental de una región desértica (con precipitaciones en el orden de 200 mm./año) con planicies al pie de cordillera y precordillera aprovechables para agricultura y regadía, que podrían sustentar un desarrollo poblacional importante en el oasis, en varios ríos de la provincia.
El modelo elegido fue el de inherencia del agua a la tierra, en concesiones perpetuas para el agua superficial como derecho definitivo y otras precarias para el derecho eventual.
Posteriormente se reguló el uso de agua de los acuíferos subterráneos a través de los permisos de perforación.
El Departamento General de Irrigación es el órgano constitucional específico. De alrededor de 380 mil hectáreas empadronadas, la mitad paga los cánones y son alrededor de 200 mil hectáreas las que están en producción, con situación muy heterogénea de productividad, es decir de presente y futuro. Una de las observaciones de gestión, es que este órgano, no ha cumplido en la última década funciones de promoción y aplicación de políticas de estado, restringiéndose a la administración del agua y de un plan de obras poco significativo.
Si bien la historia de Mendoza está muy ligada a la administración del agua, con conflictos por parcelamiento, calificación, obras menores, revenimiento, etc., el sistema funcionó con crisis de disponibilidad y sequías, subordinado al clima, con el supuesto generalizado de que el problema era cíclico.
Mendoza tenía 280 mil habitantes en 1914 y 590 mil en 1947, hoy cuenta con más de 2 millones. El agua destinada a uso potable era menor y el consumo per cápita aumentó con el desarrollo.
Éste es uno de los determinantes del escenario que cambió fuertemente, con el aditamento de que se desequilibró más, ya que el crecimiento fue mucho mayor en el oasis norte.
La agricultura, principal demandante del agua, modificó por recurrentes crisis su matriz. A mediados del siglo pasado Mendoza era proveedora de frutas y hortalizas a muchas regiones del país. Hoy se han desarrollado muchos polos frutícolas y hortícolas nacionales con ventajas climáticas y logísticas, reduciendo la salida provincial. Por no haberse actualizado las técnicas de cultivo y de variedades de mercado, cayó la demanda y la reconversión de la vitivinicultura hacia la producción de vinos finos, con incremento de la exportación y disminución del consumo per cápita nacional, acompañado de la concentración de actores en la comercialización y creciente extranjerización, también produjo una tecnificación que influye en la calidad de la demanda.
Un tercer indicador de peligro es el abandono de fincas en damero, llevando el derecho de propiedad a un valor absoluto, que colisiona con el interés social. ¿Cuál es el límite para la especulación inmobiliaria, que convierte al derecho de agua en tierras improductivas en irrevocable, generalmente acompañado del no pago del canon de riego?
Un cuarto gran factor de modificación de escenario es el cambio climático. Era una muletilla muy frecuente utilizada como respuesta, que en Mendoza había ciclos de cuatro años de sequía seguidos de cuatro de buena disponibilidad hídrica. Eso es historia ya, llevamos más de 10 años de sequía que coinciden con una de las consideraciones más firmes del cambio climático global. Menores precipitaciones níveas y retroceso de los glaciares y mayores posibilidades de lluvias en el llano, aunque aleatorias e imprevisibles. Es decir, menor posibilidad de administrar el recurso agua.
¿Qué queda entonces por hacer? La primera acción debería ser el debate social participativo, con un esquema referenciado por expertos en las distintas disciplinas involucradas, y con metodologías consolidadas de participación administrada, donde científicos, productores, industriales, sector de servicios, organizaciones ambientalistas, organizaciones profesionales, organizaciones de la comunidad con representación territorial, puedan proponer y debatir.
Para incentivarlo afirmo que la ineficiencia de riego, del orden del 70 % y del sistema de agua potable en un valor cercano, eran soportables cuando todavía se aceptaba la respuesta de la crisis cíclica. Hoy no hay otra posibilidad que iniciar el camino de una gran mejora en la eficiencia en el uso, lo que significa seguramente una década para ver resultados y requiere un gran sostén social para esa política de estado.
La sociedad mendocina debe alentar un debate responsable para que el próximo gobierno coloque este tema en primera prioridad. La participación en el desafío del cambio climático global, es para Mendoza el abordaje de un sistema de uso del agua sostenible y sustentable.
* El autor es Ingeniero Agrónomo. Exrrector de la UNCuyo.