El caso mapuche del sur de Mendoza y la pretendida exclusividad de opinión

La forma de probar esa vinculación no es simplemente mostrar a un grupo de personas actuales que se autoperciben como mapuches, también hay que mostrar la presencia histórica de mapuches en la zona y su conexión histórica con los supuestos descendientes.

El caso mapuche del sur de Mendoza  y la pretendida exclusividad  de opinión
Mapuches de Mendoza: quiénes son, cómo viven y cuáles son sus reclamos. Puesto Perino, comunidad Lof Malal Pincheira, una de las tantas comunidades Mapuche en el extenso territorio de Malargüe. Foto: Claudio Gutiérrez Los Andes

Hace unas pocas semanas uno de los intelectuales enrolados en la defensa de los derechos de las comunidades indígenas (tanto las reales como las ficticias) brindó su versión del caso, obviamente a contramano de la opinión generalizada a nivel provincial.

Lamentablemente, su discurso recrea una serie de recursos engañosos frecuentemente utilizados para hacer prevalecer su posición, sobre todo frente a un público no preparado para descubrir fácilmente tales ardides.

De ahí la necesidad de realizar algunas aclaraciones:

1) No se trata de negar los hechos históricos vinculados con la conquista y apropiación de territorios indígenas en el sur de Mendoza. Ese fue un proceso histórico innegable y sujeto a múltiples visiones y revisiones. En realidad, se trata de probar que parte de los territorios apropiados eran mapuches, y que los actuales beneficiarios de las medidas del INAI son realmente descendientes de aquellos mapuches dueños de esas tierras.

2) La forma de probar esa vinculación no es simplemente mostrar un grupo de personas actuales que se auto perciban como mapuches: también hay que mostrar la presencia histórica de mapuches en la zona y su conexión histórica con los supuestos descendientes. En este sentido, no basta con hablar de procesos generales que pudieron afectar la región (“araucanización”, “Campaña del desierto”, “apropiación de tierras indígenas”), sino que indefectiblemente hay que mostrar pruebas de que en el sur de Mendoza hubo mapuches afectados y de que los supuestos mapuches actuales descienden de ellos.

3) La comprobación o verificación mediata o inmediata de los hechos es una de las bases fundamentales del conocimiento científico. Un investigador que niegue la necesidad de comprobar los hechos o argumentos, o que base su interpretación en hechos reconocidamente incomprobables, sea cual fuere la relevancia de su lugar de trabajo, no estará actuando científicamente (como requiere la resolución de este caso).

Por más amplio, inclusivo, impactante, lleno de vocablos especializados, etc. que resulte el escenario global utilizado para defender una posición, esto no funciona científicamente si no hay una vinculación probada con lo que se pretende imponer. Por lo tanto, los intelectuales abocados a la defensa de los supuestos derechos de los supuestos neomapuches del sur de Mendoza deberían en realidad dedicarse menos a repetir automáticamente el conocido relato de la expropiación de tierras y la recreación de identidades indígenas (como si eso sirviera para probar cualquier caso particular presente, pasado y futuro).

Y más a buscar denodadamente evidencias indubitables de aquello que sostienen (que siglos atrás había mapuches en el sur de Mendoza, que fueron despojados de sus tierras, que en la actualidad hay descendientes comprobados de esos mapuches y que corresponde por tanto devolverles esos territorios). Obviamente, poner excusas para evadir la búsqueda y presentación de las pruebas no es un procedimiento serio que pueda ser tenido en cuenta, sino una parte fundamental del relato favorable a las supuestas comunidades indígenas.

4) Un elemento clave en el asunto es quién puede opinar y quién no. El mencionado intelectual esgrimía en su defensa que las críticas a la entrega de tierras eran apoyadas por “historiadores y arqueólogos oficiosos cuya experticia nada tiene que ver con la temática indígena contemporánea”. No es la primera vez que recurre a este argumento. En el momento de la humanidad en que más conciencia se tiene de la complejidad del mundo, de las sociedades humanas, y de la necesidad de que los estudios de todos los aspectos que hacen a la vida humana involucren una mirada amplia y multidisciplinaria (y en lo posible, interdisciplinaria), es totalmente anacrónico intentar construir un “corralito académico” para evitar miradas diferentes y muy probablemente más correctas que la propia.

Intentar crear un “coto de caza” en el que solamente puedan actuar este intelectual y sus colegas antropólogos sociales enrolados en la misma tendencia es, desde una mirada científica actual, una actitud francamente anticientífica que refleja de manera evidente la debilidad de sus postulados.

En definitiva, sería conveniente que aquellos investigadores del tema que honestamente crean que están desarrollando un estudio científico recuerden que en este quehacer el principal objetivo debería ser la búsqueda de la verdad, y no la defensa a cualquier costo de determinados postulados ideológicos, aun cuando éstos estén de moda y cuenten con el apoyo (e interés) de ciertos sectores políticos.

* El autor trabaja en el Conicet y la Universidad Nacional de San Juan.

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