El mismo día que la legislatura de la provincia de Buenos Aires aprueba el voto universal, se firma el decreto por el gobernador Martín Rodríguez, refrendado por el ministro de gobierno y relaciones exteriores Bernardino Rivadavia creando la Universidad de Buenos Aires. El 12 de agosto se celebra el acto inaugural en la iglesia de San Ignacio utilizada, desde, la expulsión de los jesuitas para actos académicos.
La firma del decreto por las autoridades políticas, no puede ocultar que el promotor de la Universidad fue su primer rector, el sacerdote Antonio Sáenz, quien representara a Buenos Aires en el Congreso de Tucumán y votara por la separación del virrey Cisneros en el cabildo abierto del 22 de mayo de 1810. Doctor en ambos derechos, graduado en Charcas, este porteño nacido en 1780, no vaciló en enfrentar al obispo Lué.
Sáenz logró que el Director Suprema Juan Martín de Pueyrredón se interesara en la fundación de la Universidad y lograra la aprobación por el Congreso. EL colapso nacional de 1820 impidió su concreción pero Sáenz volvió a insistir una vez organizada a provincia de Buenos Aires.
Ya el virrey Vértiz solicitó a la corte de Madrid la aprobación para crear una Universidad en la capital virreinal que sería dotada con los bienes confiscados a los jesuitas. En el territorio del virreinato estaba la de Córdoba, fundada por los Jesuitas y entregada a los Franciscanos, después de la expulsión de la Compañía de Jesús y la de Charcas. En Córdoba sólo se cursaba el Doctorado en Teología; recién en 1795 se habilita una cátedra en derecho civil. Por eso los estudiantes de Buenos Aires que pretendían estudiar derecho debían viajar a España, los más pudientes como Manuel Belgrano o emprender el largo camino por tierras a Charcas como lo hicieran, entre otros, Tomás de Anchorena y Manuel Belgrano o desde Tucumán Bernardo de Monteagudo. Los cuyanos como Tomás Godoy Cruz o Narciso de Laprida cruzaban la cordillera para estudiar en Santiago de Chile.
El 31 de diciembre de 1779 Carlos III firmó la cédula real ordenando al Consejo de Indias la fundación de una Universidad Pública en Buenos Aires, pero la burocracia logró postergar la orden real.
Rivadavia tiene un rol preponderante luego de la fundación de la Universidad de Buenos Aires porque impulsa un plan educativo tomando como pilar esa institución. La nueva Universidad se divide en departamentos y no solo es una institución de educación superior sino que le da la responsabilidad de la educación primaria y secundaria con el Colegio de Ciencias Morales. Se le incorporan cátedras como Economía Política. Se adquieren laboratorios de física y química, telescopios y se contratan profesores en Europa. Sobre la base del protomedicato se funda la Academia de Medicina. También se funda la escuela de Agricultura y los primeros colegios para mujeres, llevando la educación también a las hijas de los libertos y esclavos.
Buenos Aires ya había recibido en los finales del imperio de la monarquía española la influencia de las reformas de Carlos III, del que fueron exponentes funcionarios como Belgrano y el ingeniero Cerviño. Las escuelas de Dibujo, de Matemáticas y de Naútica son iniciativas del Consulado inspiradas por esos personajes.
El colegio de Ciencias Morales y escuelas en cada poblado de campaña fueron otro avance junto a la introducción del “sistema lancasteriano”, que formaba maestros con los alumnos más adelantados. No es casual que en el censo de 1869 en las otras 13 provincias el índice de analfabetismo oscilaba entre el 96% de Santiago del Estero al 84 % de Córdoba, en Buenos Aires era inferior al 40 %. El colegio de Ciencias Morales ofreció becas a los jóvenes de las provincias. Algunas no mandaron a nadie. Entre otros Juan Bautista Alberdi y Guillermo Rawson recibieron educación en ese colegio.
La Universidad se financiaba con fondos públicos, era gratuita y sin trabas sociales, por ejemplo no se exigía como en Córdoba mostrar “la limpieza de sangre” para poder ingresar. El inspirador, gestor y primer rector como sus sucesores en el rectorado hasta 1852 fueron sacerdotes, pero eso no fue impedimento para el carácter laico de la Universidad y la libertad de cátedra.
En el gobierno de Rosas, se suprimió el presupuesto y los alumnos debieron costear el pago de los emolumentos de los profesores que enseñaban en sus casas. Además, se exigió demostrar adhesión al régimen para cursar.
Con el rectorado de Juan María Gutiérrez la Universidad de Buenos Aires recupera el espíritu fundacional y se abre a todas las disciplinas científicas.
Con luces y períodos de sombras hoy es la única universidad de los países de cultura latina que figura entre los cien más importantes del mundo.
Gran parte de la dirigencia mendocina del siglo XIX y del siglo pasado se formó en sus aulas.
*El autor es miembro de número de la Academia Argentina de la Historia