Rodolfo Suárez masculla cierta bronca. Los últimos días de 2021 no fueron como hubiese deseado y esas preocupaciones que lo tuvieron a maltraer no se esfumarán con un simple cambio de almanaque. Hoy siguen tan vigentes como el viernes pasado y algunas pueden incluso agravarse.
Aquel contundente triunfo electoral de mediados de noviembre parece haber ocurrido hace una eternidad. En la política, como en el fútbol, los campeonatos apenas se pueden celebrar unos días. Una vez que comienza un nuevo torneo, quedan apenas como un dato para la estadística.
La foto que, hace diez días, mostró al Gobernador entregando una nota en la mesa de entradas de la Casa Rosada expuso con crudeza la frialdad de la relación con Alberto Fernández y a la vez fue el preludio de un brusco giro en la “obra del siglo”.
El pedido para que el Presidente laude de una vez en el conflicto con La Pampa anticipó una admisión pública en el cierre del año: el dique Portezuelo del Viento corre serio riesgo y tal vez finalmente nunca se haga.
La decisión de adjudicar la construcción de la represa aunque no hubiese definición presidencial, agitada en on y en off por funcionarios provinciales, chocó con la realidad y cobró más peso la voz de los que desaconsejaban avanzar sin ese aval.
“Así no se puede adjudicar. Tienen que resolver, decir sí o no”, asume ahora Suárez y va más allá al proponer otro destino, siempre relacionado con la optimización del uso del agua, para esos 1.023 millones de dólares que la Nación debe pagar a Mendoza, de los cuales ya llegaron unos 320 millones.
Las decrecientes nevadas de los inviernos, la mayor amenaza para el futuro de Mendoza, son una alerta que no ha tenido una reacción de la dirigencia en más de dos décadas, desde cuando se concluyó el dique Potrerillos.
Esos U$S 1.000 millones no alcanzan para todo lo que debe hacerse. No sólo se trata del almacenamiento del agua y la generación hidroeléctrica. También es prioritaria la renovación de redes obsoletas que cada vez cuesta más reparar. Darle un nuevo destino al dinero si Portezuelo cae definitivamente obligará a una discusión estratégica.
La ausencia de puentes a través de los cuales dialogar y negociar con el Gobierno nacional son una debilidad a la hora de reclamar. Un planteo como el presentado no se tramita por mesa de entradas sino hablando cara a cara con los que toman decisiones.
En el oficialismo provincial reconocen esa carencia. Pero también apuntan a la falta de liderazgo en la Nación: “¿Con quién deberíamos dialogar? ¿Fernández o Cristina? ¿Sirve reunirse con el jefe de Gabinete o con Wado de Pedro?”.
La firma del consenso fiscal, que fue cuestionada desde adentro de la alianza gobernante y obligó a Suárez a aclarar que no aumentará impuestos, debe entenderse también como un intento de acercamiento que va más allá del objetivo explicitado.
No sólo permitirá renegociar las deudas con la Nación que se vienen pateando año tras año. También posibilitará construir un puente donde no lo hay y así aflojar la tensión.
La necesidad hizo que el Gobernador fuese por un camino distinto al de quien considera el mejor candidato presidencial opositor, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.
La relación Provincia-Nación quedó atrapada por la grieta a poco de iniciarse los mandatos de Fernández y Suárez. Nunca fue buena, es cierto, pero desde fines de mayo de 2020, cuando Mendoza empezó a diferenciarse de la Rosada en la estrategia contra el Covid-19, empeoró.
Esa frialdad repercutió en el caso Portezuelo y también en la distribución de fondos discrecionales y obras. Mendoza terminó el 2021 como la que menos dinero por habitante recibió por afuera de la coparticipación.
A la que le sigue en el ranking de las desfavorecidas le llegó casi 20% más, según el Iaraf, y es curiosamente Tucumán, donde manda Juan Manzur. Al parecer, el jefe de Gabinete no puede llevar agua ni para su molino.
En este 2022 sin presupuesto, ese perjuicio puede marcarse aun más porque Fernández dispondrá de más dinero sin asignación específica y que podrá repartir a su antojo.
La firma del consenso fiscal es una señal, pero mucho menos de lo que pretende la Casa Rosada. Allí esperan otros gestos de Suárez, más contundentes, que él no quiere ni está en condiciones de hacer.
El kirchnerismo exige el apoyo del Gobernador con votos o al menos abstenciones cuando en el Congreso se debaten proyectos para los que no le dan los números. El ejemplo más reciente es el Presupuesto.
Así ha funcionado la relación con Gerardo Morales, el gobernador jujeño y nuevo presidente de la UCR nacional. De allí la desconfianza que le tienen muchos de sus correligionarios, que lo ven como una suerte de caballo de Troya K en el radicalismo.
Pero Suárez no tiene el liderazgo de Morales. De los ocho legisladores nacionales de Cambia Mendoza en ambas cámaras, sólo puede contar como propia a la senadora Mariana Juri.
El virus que nunca se va
Al contexto político y económico dificultoso, se sumó en la despedida de 2021 la explosión de casos de coronavirus facilitada por un combo infalible: hartazgo social y multiplicación de reuniones por las fiestas.
El último informe de la Asociación de Clínicas y Sanatorios concluye que empeoraron todos los indicadores epidemiológicos en la semana que pasó: se triplicaron los contagios detectados, la tasa de positividad fue de casi el doble y el tiempo de duplicación de casos bajó a un tercio.
El peor día hasta ahora fue el jueves pasado, cuando se registraron más de 1.000 positivos, como en los peores momentos de la primera y segunda olas. Pocos creen que quede allí.
Para los próximos días se espera que suban aún más los contagios hasta superar el récord de la pandemia en Mendoza, como ya ocurrió en varias provincias y a nivel país, por el crecimiento de la variante ómicron. Los médicos dicen que acá también ya está desplazando a la delta.
En el Gobierno, para llevar calma, se aferran a otro dato: la baja ocupación de camas Covid. Pero los especialistas alertan que los internados de hoy son los contagiados de mediados de diciembre, cuando los casos diarios rondaban el centenar. El millar de positivos de jueves y viernes repercutirán en los hospitales en dos semanas.
Es cierto que la vacunación ayuda a disminuir los efectos del virus, pero los 500 mil mendocinos que aún no tienen las dos dosis son una amenaza para el sistema sanitario.
La preocupación del Gobierno se extiende más allá de la salud. La tercera ola comenzó justo cuando arrancó la temporada turística alta.
En la primera quincena de enero ya están reservadas el 80% de las plazas, con picos que llegan casi al 100% en Potrerillos, Valle de Uco y San Rafael. Ese dinero es un fuerte estímulo para la estancada economía provincial.
En el Ministerio de Turismo ya se han reunido con las cámaras del sector y les han pedido que se retomen los protocolos, algo relajados por la calma de los últimos meses. Por ahora, no se piensa en aforos ni ninguna otra limitación parecida.
De hecho, la organización de la Fiesta de la Vendimia avanza, aunque la ministra de Salud, Ana Nadal, reconoce que no puede garantizarse la presencialidad.
“Hasta ahora no tenemos reportes de caídas de reservas”, aclaran en Turismo para despejar dudas sobre el impacto que pueda tener el virus en la decisión de venir a vacacionar.
El intendente de uno de los departamentos más elegidos igual teme que el agravamiento de la pandemia reduzca la cantidad de visitantes. “Es el peor momento para que ocurra”, se lamenta con fastidio.
Desde el peronismo y también referentes de la medicina coinciden en un consejo: se deberían prohibir los eventos masivos y cerrar los boliches. “Es en las fiestas donde está el mayor foco de contagios”, apuntan.
Pero creen difícil que ello ocurra: si hay algo de lo que se jacta el Gobernador es de haber mantenido las actividades económicas abiertas aun cuando la Nación pedía cerrarlas.