Un presagio oscuro. Eso parece el comienzo de año con dos atentados en Estados Unidos. La camioneta que arrolló una multitud que festejaba las primeras horas del 2025 en Nueva Orleans y que estallara un Tesla en la puerta del Trump Hotel de Las Vegas parecen contener distintos mensajes inquietantes, aunque ambos involucran a militares que arrendaron los vehículos usados en sus ataques en la misma empresa.
El veterano del ejército que arrasó a una multitud en Bourbon Street había proclamado su afinidad con ISIS y llevaba en la cabina una bandera de esa organización del terrorismo ultraislamista, cuyo aparato de propaganda se especializó en motivar personas con desequilibrios síquicos y emocionales para que, en algún momento y en cualquier parte del mundo, entren en trance exterminador y se conviertan en máquinas de matar. En cambio, el mensaje que implica la explosión en Las Vegas parece estar en el vehículo que estalló y en el lugar donde estalló.
Un Tesla explotando en una torre Trump parece un mensaje con dos destinatarios: Elon Musk y Donald Trump. Igual que los cohetes que aterrizan en las plataformas de lanzamiento, en lugar de caer en paracaídas en el mar o en el desierto, los vehículos Tesla Cybertruck forman parte de la imagen empresarial del mega-millonario que se convirtió en socio político del magnate neoyorquino.
Que el baúl del auto estuviera colmado de bidones de nafta y cartuchos de fuegos artificiales, plantea sólo dos alternativas: o el conductor era un imbécil total, o era un terrorista cometiendo un atentado. El sentido común parece indicar lo segundo y que el mensaje está en el auto que estalló y el lugar donde se produjo la explosión.
Aunque su estética futurista es para muchos de diseño pobre y desagradable, su carrocería indestructible y su tecnología de avanzada convierten esta pick up de Tesla en un vehículo carísimo. Su producción y venta no tienen masividad, por ende aún es poco común verlo en las calles.
Convertir en coche-bomba una Tesla Cybertruck no parece buena idea, ya que el acero inoxidable de su carrocería y sus vidrios blindados resisten cualquier proyectil subsónico. Entonces ¿por qué utilizó esa marca el autor del atentado? La única respuesta lógica está en que, estallando en un rascacielos de Trump, ese auto se convierte en un mensaje a los dos millonarios que conformaron el binomio que se hará cargo del poder el 20 de enero. Es difícil pensar en una gran conspiración. Los fallidos atentados en la campaña electoral motivados por desequilibrios emocionales de sus perpetradores, muestran que el magnate neoyorquino detona cortocircuitos en mentes afiebradas. De por sí, los presidentes norteamericanos a menudo son blancos de patologías. Y Trump aportaría una cuota extra de desequilibrio magnicida.
El hecho es que dos atentados, una masacre con huellas de lobo solitario, y una explosión con forma de mensaje a los dos nuevos hombres fuertes de la política norteamericana, aparecen como una señal oscura en las primeras horas del 2025.
A eso se suma otra señal oscura aunque insospechada de terrorismo: la muerte de Jimmy Carter en la antesala del año nuevo. La coherencia con sus principios humanistas y su apoyo a toda causa apuntada hacia la equidad social fueron el rasgo de James Earl Carter Jr. El hombre sencillo de la sonrisa amable al que le tocó enfrentar desafíos complejísimos.
Estados Unidos y el mundo lo habían olvidado. Su poder se diluyó principalmente por dos eventos externos. Uno fue la toma de la embajada en Teherán por parte de fanáticos islamistas que respondían al ayatola Jomeini y que mantuvieron al personal diplomático como rehenes 444 interminables días, durante los cuales hubo una fallida operación de rescate. El otro acontecimiento fue la llamada “crisis de los marielitos”, que implicó el éxodo masivo de cubanos desde el puerto del Mariel, huyendo de la dictadura cuyo líder aprovechó para vaciar las cárceles y los neurosiquiátricos, agravando el impacto de esa ola humana gigantesca que llegó a Estados Unidos entre agosto y octubre de 1980.
Carter fue un humanista que priorizaba actuar de manera justa. Por eso aceptó cumplir los tratados por los cuales Estados Unidos debía entregar a Panamá el canal interoceánico, y promovió las primeras medidas de carácter ambientalista antes de que se hablara de cambio climático, además de impulsar medidas contra todo tipo de discriminación a la homosexualidad. Carter fue el último presidente demócrata que defendió los intereses de las clases medias y los trabajadores norteamericanos.
Clinton y Obama fueron presidentes progresistas exitosos, pero no desafiaron lo esencial del rumbo fijado por Ronald Reagan.
Esas y otras muchas razones lo muestran como la contracara de Elon Musk y Donald Trump. Por eso su muerte en la antesala de la asunción de ambos ultra-ricos, también parece una señal. Un presagio aún indescifrable.
* El autor es politólogo y periodista.