Como un dios Jano, Ecuador tiene dos rostros contrapuestos. Igual que en la efigie de la deidad de la mitología romana, los rostros miran en direcciones exactamente opuestas. Una de las caras de Ecuador mira hacia la iniciativa privada y el mercado, mientras la otra mira hacia la iniciativa estatal y la economía regulada.
El primero es el país de la costa, con bastión en Guayaquil, y el segundo es el país de la sierra y la selva amazónica, con bastión en Quito.
Cada elección es un choque entre las dos caras contrapuestas y la de hoy no sería la excepción. El país del espíritu económico liberal votará mayormente por Guillermo Lasso, dirigente conservador que va por su tercer intento de llegar al Palacio de Carondelet. Y el país que se le contrapone se alineará en mayor medida con Andrés Arauz.
De este modo, a la pulseada principal en las urnas la darán un perfecto desconocido y un conocido imperfecto.
Arauz es desconocido para la mayoría de los ecuatorianos, incluidas las bases de la alianza que lo postula: Unión por la Esperanza. Pero el desconocimiento no es un problema, porque al ser el candidato de Rafael Correa receptará los votos que arrastra el ex presidente.
Así como en 1973 el lema de la fórmula justicialista era “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, de manera implícita la fórmula del correísmo propone Arauz al gobierno, Correa al poder.
Arauz es un joven brillante, que ejercitó su inteligencia en el estudio de la matemática y de la economía financiera, destacándose en la función pública por sus ideas y agilidad mental. De todos modos, el candidato de ese espacio sería Rafael Correa, si no pesaran sobre él condenas por corrupción que le impidieron incluso ser el candidato a vice.
De ganar Unión por la Esperanza, Correa ocuparía un lugar similar al que ocupó Aung San Suu Kyi en el gobierno que el pasado domingo fue derrocado por un golpe de Estado en Myanmar. Como ella había sido proscripta por la dictadura anterior, el presidente era Win Myint. Pero Aung San Suu Kyi era, de hecho, quien lideraba y tomaba las decisiones que aplicaba el gobierno.
A Correa no lo proscribió una dictadura, pero quedó invalidado para cualquier candidatura. Por eso ungió a Arauz como su candidato.
De ganar el domingo, la primera pregunta es si Arauz dejará que a las decisiones las tome Correa, como prometió durante la campaña, o hará lo mismo que Lenin Moreno, quien también llegó con los votos de Correa, pero al asumir quiso quitárselo de encima y se convirtió en su enemigo.
El gobierno de Moreno fue tan gris, que ni siquiera pudo aspirar a la reelección. Sus malos resultados económicos y sanitarios resaltan, por contraste, la gestión de Correa. Pero la segunda pregunta es cómo gobernará el correísmo si recupera el poder con Arauz como presidente. Es posible que Ecuador salga de la dolarización y vuelva al Sucre, su moneda nacional. Pero todo es un misterio porque una cosa era un gobierno de perfil socialista con Chávez gobernando Venezuela y apoyándolo con la chequera y las refinerías de PDVSA, y otra cosa sería gobernar Ecuador sin Chávez en Caracas y con la economía venezolana arruinada por el régimen residual chavista.
Las dos dudas que flotan sobre la fórmula correista podrían beneficiar al candidato del centroderecha. Pero Guillermo Lasso está repitiendo el discurso con el que ya perdió dos elecciones y no logra hacer pié más allá de la Ecuador costera con bastión en Guayaquil.
La chance del candidato conservador se debilitan por los votos que pueda perder en manos de una decena de candidatos que rasguñarán porciones menores del electorado, como los ex presidentes Lucio Gutiérrez y Abdalá Bucarán.
Pero si bien hay un solo postulante que puede disputarle los votos del país de la sierra al correísmo, la porción que podría quitarle es significativa. Ese candidato es Yaku Pérez, del movimiento Pachakutik y con fuerte predicamento en las etnias amazónicas y en su bastión político: la provincia de Azuay, cuya capital es Cuenca.
Pachakutik enfrentó con combativas y prolongadas manifestaciones al gobierno de Lucio Gutiérrez, tras romper su alianza con ese ex militar. También enfrentó al gobierno de Rafael Correa y el de su sucesor, Lenin Moreno.
Los votos de ese movimiento indigenista podrían debilitar el flujo de sufragios que reciba Arauz y posibilitar una electrizante segunda vuelta.
Hoy hablarán las urnas. Pero es difícil imaginar que de ellas salga un gobierno fuerte que pueda rescatar al dios Jano sudamericano del laberinto donde deambula extraviado.