La gran diferencia de personalidades entre Cristina Fernández de Kirchner por un lado, y Alberto Fernández y Sergio Massa por el otro, es que Cristina no cambia nunca mientras que Alberto y Sergio cambian todos los días. El gran riesgo en que ella puede caer es en el sectarismo, ellos en el oportunismo. Lo cierto es que con estos tres dirigentes se intenta replantear la política argentina en un momento donde el caos y la anarquía esperan a la vuelta de la esquina, si estas personas no pueden convocar a todo el peronismo y poner su gran maquinaria en funcionamiento ahora que parece detenida frente al estupor de la impotencia.
Como siempre, la iniciativa, el copyright del nuevo cambio sigue siendo de Cristina, devenida en nuestra Doctora Frankenstein, quien gestó a una rara criatura presidencial en el cuerpo de Alberto Fernández, teniendo como antecedente haber inventado al vicepresidente más corrupto de la historia en el cuerpo de Amado Boudou y al candidato a gobernador más invotable de toda la humanidad en el cuerpo de Aníbal Fernández.
Pero la doctora no se rinde jamás, más bien insiste, ¡y cómo!
Si hay algo que no condice con el carácter de Cristina es la normalidad o algo que se le acerque o parezca. Crear un bipresidencialismo con un presidente formal subordinado a una vicepresidenta de fondo, un adjetivo al servicio de un sustantivo, no posee muchos antecedentes en el mundo.
Nadie le puede negar creatividad a la émula de Frankenstein en su gestación de peculiares monstruitos. Pero tiene el mismo problema que el doctor de la novela: nunca le sale bien su criatura. El doctor Frankenstein no pudo crear el hombre perfecto en su laboratorio porque justo cuando iba a colocarle el cerebro, éste se cayó al piso, por lo que su “hijo” nació fallido y devino monstruo. A Cristina también todas sus creaciones le salen fallidas, Boudou porque era chorro, Aníbal porque era impresentable y Alberto porque su ineficiencia no tiene parangón.
La otra característica que hace parecidos al doctor Frankenstein con nuestra doctora es que ambos no se rinden nunca. Cuando se equivocan, en vez de dar marcha atrás o cambiar el rumbo hacia otro más normal, redoblan la apuesta, van por más, siempre van por todo.
Por eso, ahora que se vino la crisis provocada en enorme medida por la imposible convivencia entre la creadora y su criatura (porque en un país unipresidencialista no es viable la existencia de dos presidentes), en vez de volver a una política con un solo presidente, busca crear una nueva con tres presidentes. Poniendo a Sergio a competir con Alberto mientras ella mueve los hilos de sus creaciones. La doctora Frankenstein ataca de nuevo. El poder que hasta ahora era compartido por dos, ahora lo será por tres. Lo contrario de lo que indica cualquier lógica, pero Cristina tiene razones que los simples humanos no conocemos.
Tanto Alberto Fernández como Sergio Massa pertenecen a la misma estirpe de personajes políticos. Esa estirpe que inició Daniel Scioli. Tres personas que por sus ideas políticas (las pocas que tienen, si las tienen) no poseen similitud alguna con la ideología cristinista y que siempre buscan la moderación y el consenso mientras que Cristina siempre busca el conflicto. Son políticos más o menos normales pero atraídos por la absoluta anormalidad de la señora, a la que se acercan con la esperanza que ella los haga presidentes. Scioli casi lo logra, Alberto lo logró. Y ahora Massa lo intentará. La vicepresidenta en ejercicio de algo más que la vicepresidencia (aunque no se sepa bien qué cosa exactamente es), dejó de creer definitivamente en Alberto porque haga éste lo que haga, ella cree que todo lo hará mal por su incapacidad de gestión. Y eso no tiene arreglo. Pero ni de casualidad pretende asumir ella, porque es un gobierno que no considera suyo aunque el resto de los argentinos sepa que es básicamente el gobierno suyo. El que ella inventó y el que ella digitó en todos los grandes temas hasta convertir a Alberto en la nada misma (claro que con la contribución sustancial de Alberto para convertirse en nada).
Sabedora entonces de que todos piensan que ella es responsable de los males actuales, no le queda más remedio que garantizar la continuidad hasta fines de 2023 del gobierno al que muchos de los peronistas hasta ayer nomás creían que se caía. Y como la continuidad no la puede garantizar ni con Alberto ni siquiera con ella, sumó una tercera persona al dúo. Una persona que todo lo que hizo en estos dos años y medio fue tejer pacientemente en las madejas del poder para ver si podía suceder a Alberto en la próxima gestión, pero que las vicisitudes de la política hicieron que debiera adelantar sus ambiciones aunque la forma de llegada fuera en el peor momento posible. A Massa le piden más de lo que le pidieron a Alberto para apostar a su anhelada presidencia. Y a él no le quedó más remedio que aceptar; es más, quería aceptar.
Otra vez aparecen entonces las preguntas. ¿Podrá Sergio ejercer la parte del poder presidencial que sea necesaria sin ser presidente? ¿Podrá sembrar eficiencia de gestión donde Alberto hizo implosionar todo? ¿Traicionará a Cristina como ya lo hizo en el pasado, antes de volver con ella por absoluto oportunismo político? Mientras tanto, ejemplifiquemos lo que parecen ser las diferencias entre las creaciones cristinistas.
Alberto se parece a Zelig, el personaje de Woody Allen que siempre se mimetiza con el que tiene enfrente porque quiere quedar bien (sobre todo con los que tienen poder). Sergio se parece a Mr. Chance, el personaje de Desde el Jardín que nunca dice nada sustancial salvo generalidades y que nadie sabe si piensa algo más que esas vaguedades. Ambos son especialistas, además, en cambiar de colores según la ocasión, como el famoso camaleón. Expertísimos.
Frente a Putin, Alberto sobreactuó servilismo a un nivel que el líder ruso ni siquiera le pidió, porque se transforma en una copia de él y por eso le ofrece en público la desmesura de querer ser su portero en América Latina. En cambio, si estuviera frente a Putin, Sergio no le diría nada importante en público, pero en privado le ofrecería el oro y el moro y si lo descubren negaría todo. En eso ambos se diferencian de Daniel Scioli, que si estuviera frente a Putin no le diría nada importante, ni en público ni en privado.
En fin, que el Sergio salido del laboratorio cristi-frankensteiniano coincide con Scioli en su capacidad de hablar sin decir nada pero no coincide con la fidelidad que Daniel demostró siempre con Cristina. Mientras que con Alberto, coincide en que ambos traicionaron a Cristina pero no coincide en que Sergio parece tener la audacia de la que Alberto demostró carecer.
El experimento está en marcha, ahora habrá que verlo funcionar.