El 10 de diciembre de 1948 en la ciudad de París, se firma el documento en la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que se declaran mediante 30 artículos, aquellos derechos que hacen a la dignidad, a la igualdad y a lo inalienable de esos derechos.
Solo para recordarlos y tenerlos bien presentes los 7 principales enunciados son:
1° Todos nacemos libres e iguales.
2° Ser libre de discriminación.
3° Derecho a la vida.
4° Ser libre de la esclavitud.
5° Ser libre de la tortura.
6° El derecho a ser reconocido como persona ante la ley.
7° El derecho a la igualdad entre la ley.
La reivindicación que hoy se pretende es la de recordar al Dr. Raúl Alfonsín, no sólo como el padre de la democracia, sino como el que implantó el reconocimiento de los Derechos Humanos en la Argentina.
Dato no menor, haber fijado como el día de asunción por haber sido presidente de la República, el mismo que 35 años después se conmemoraba la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Trascendental se torna esta determinación como política de Estado, la que ha permitido sostener hasta nuestros días la democracia, más allá de los intentos desestabilizadores por romper con ella, sufridos en 1985 y en 2001, aún con su más dolorosa faceta del hambre, pero la única demostrada hasta el momento, de ser el mejor régimen de gobierno.
Desde 1983 quedó establecido que los gobiernos, en todos los órdenes institucionales, ya sean nación, provincia y municipio, el 10 de diciembre sea la fecha de renovación de mandato.
Así fue como cada presidente elegido constitucionalmente asume frente al Congreso el mando de la Nación.
Hoy la democracia es un hecho intrínseco, indiscutible como forma de gobierno. Pero no se debe olvidar que levantar las banderas de los Derechos Humanos en la década del 80 en nuestro país, considerando la etapa sufrida desde marzo del 1976 a diciembre de 1983 como la más aberrante violación a cualquier derecho como persona, ejercida sistemáticamente por parte del Estado, con la complicidad de sectores involucrados como parte del plan macabro y el desconocimiento de gran parte de la ciudadanía, fue una misión de enorme valentía.
Por eso la figura del Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, debe ser reconocida y homenajeada como el estadista que sentó las bases y luchó institucionalmente para reconstruir la vulneración sufrida a nuestra identidad social y cultural como nación, además del ultraje y atropello a derechos básicos reconocidos internacionalmente.
Casi cuatro décadas después tenemos esa deuda, la que se transforma en una doble obligación moral como ciudadanos libres: darle espacio y memoria a la reconstrucción de una identidad colectiva que incluya la aceptación sin olvido de lo vivido y el sostenimiento coherente e inclaudicable los Derechos Humanos.
*La autora es Licenciada en Ciencia Política y Administración Pública.