La ciencia demostró que la existencia de un individuo que se reproduce sexualmente comienza en el momento de la fertilización (unión de dos gametas complementarias). Desde el mismo momento en que empieza a vivir, ese individuo, por pertenecer a la especie humana, es ya un ser humano y por lo tanto una persona, diferente de sus padres y con una identidad genética única. Hay científicos que afirman que no es individuo porque depende de su madre para la subsistencia. Olvidan que los embriones de nuestros ancestros comunes (en cuanto vertebrados) subsistían con independencia de su progenitor, desde el primer momento de su existencia. Charles Darwin nos consideró emparentados con esos ancestros, cuyo desarrollo tenía lugar dentro de un huevo fuera del cuerpo de quien lo engendró. Se desprende de lo anterior que cada embrión de vertebrado, incluyendo el humano, es un individuo.
La placenta permite al embrión subsistir en un ambiente de protección y cariño. Es el embrión quien, al formar la placenta, establece las condiciones para desarrollarse hasta su nacimiento: este hecho supone individualidad. Es tan intensa la comunicación madre-embrión que incluso intercambian células, que se incorporan a los tejidos del otro. Recientemente, una publicación científica mostró evidencias de que una mujer con hijos podría tener menor probabilidad de desarrollar Alzheimer.
Muchas mujeres abortan: está obviamente mal interrumpir la vida de un individuo humano. Se pretende legalizar el aborto porque hay mujeres que mueren al abortar. No es una solución adecuada: tal vez mueran menos mujeres, pero probablemente morirán más individuos ya que es esperable que se realicen más abortos al aprobarse o legalizarse su práctica.
Debería ponerse foco en acompañar a una mujer embarazada y en crisis, y no en legalizar una práctica que termina con la vida de otro ser humano. En Polonia, sin estar legalizado, el número de muertes de mujeres por aborto es de los más bajos del mundo. Considero que el Estado no debería penalizar a la madre, porque eso agravaría su crisis y dolor. Pero no hay porqué despenalizar a quienes colaboran con un aborto y mucho menos sustentar esa práctica con fondos del Estado.
Tenemos que cuidar la salud y la vida de las mujeres, incluso cuando decidan abortar. Por ese motivo, el Estado debería educar para evitar esta práctica y desarrollar un sistema de monitoreo de la salud de la persona embarazada. Eso evitará el riesgo que la ingesta de misoprostol, por ejemplo, podría tener para su vida.
No existe una solución fácil o ideal para el aborto pero, dicho todo lo anterior, nadie (persona/institución) debería ser obligado a participar en un aborto. Eso es violentar su propia conciencia: una actitud totalitaria, abusiva, no democrática. Busquemos juntos soluciones que superen las grietas que dañan a nuestra sociedad. Así podremos mejorar como personas y crecer en comprensión y solidaridad.
Producción y edición: Miguel Títiro