“Quien engaña al engañador, tendrá 100 años de perdón”. Fernando de Rojas. La Celestina, tragicomedia de Calisto y Melibea. Siglo XV.
Y esto… ¿a qué viene? Es porque, en los próximos párrafos, le “robaré” a Don Thomas Hobbes, la expresión “el hombre es el lobo del hombre”, escrito por él en El Leviatán, en 1651.
Resulta ser que Don Thomas, a su vez, se lo había “robado” de La Asinaria, de Plauto, quien escribió en el año 211 aC: lupus est homo hominis.
Luego, me corresponde el indulto del primer párrafo.
Han pasado 2.233 años desde que Don Plauto descubrió esto y su vigencia actual es innegable.
Sólo basta que se reúnan, en cualquier parte del mundo, un grupo suficiente de humanos para que surjan las diferencias, primero, y las peleas, guerras o enfrentamientos, después.
En nuestro país, este deseo de enfrentar, diferenciarse, imponer… ha sido llevado a un grado excelso.
Aquí, no es necesario que se junte un grupo. Con dos personas, basta.
Y hasta podría decirse, que un argentino, frente a un espejo, puede terminar muy enojado consigo mismo.
Por estos lares, a todo le ponemos una grieta en el medio.
River y Boca, derecha e izquierda, sanjuaninos y mendocinos, pañuelos verdes y pañuelos celestes, pro vacunas y antivacunas, pro aborto y pro vida, kirchneristas y macristas, comunidad LGTBI y familias tradicionales, unitarios y federales, libertarios y progresistas, mujeres empoderadas y hombres atemorizados, y, así, un listado sin fin.
Estas antinomias son muy perjudiciales y solo benefician a grupos pequeños de personas, a quienes llamaremos los ESO, estimuladores seriales del odio.
¿Y en qué se benefician estos estimuladores?
Dividir en dos, obliga -a quienes no participan de las ideas de uno u otro-, a enrolarse en el bando que menos rechazan y, así, los socialmente minoritarios, adquieren magnitud y trascendencia.
En lugar de generar grietas, de criar hombres-lobos, debiéramos generar puentes que nos unan.
La palabra persona deviene del griego y quiere decir máscara.
Se refiere a las caras que se usaban teatralmente para ocultar los rasgos del actor.
Así, las famosas caras sonrientes y llorosas que se usan para simbolizar el teatro.
Y hacia allí debemos dirigir nuestros esfuerzos, a vernos como personas, ocultando y moderando nuestras diferencias. Personas somos todos, los que coinciden con nuestras gustos y tendencias y los que no.
El día que podamos asumir una actitud de tolerancia frente a quienes piensan o sienten de manera diferente y nos aceptemos mutuamente, ese… ese será el comienzo de una sociedad de convivencia, de progreso, de armonía…
Los ESO son fácilmente distinguibles. Están en los medios, en las redes sociales, en la política, en todos los ámbitos de nuestra sociedad.
Son tóxicos y fanáticos.
No se los debe combatir. Eso sería dejarnos llevar a su terreno y a sus tristes métodos de imponer ideas.
Como del humo que sale de los escapes de los ómnibus, sólo debemos distanciarnos de la gente tóxica.
No participar de discusiones o actividad alguna que altere nuestra paz mental.
Permítaseme invitar a nuestros lectores a desintoxicarse…
¡Desintoxícate! Si lo haces… respirarás un mejor aire, limpiarás tu entorno y, por último, contribuirás a construir una nueva sociedad… más armónica… más unida… más feliz…