La arista en materia de salud nuestra región la vive de una forma parecida a la catástrofe. Me refiero al Covid-19.
Estados Unidos está usando los graves errores cometidos por el gobierno chino en la prevención y control de una pandemia para lanzar una carrera nacionalista en contra del control de vacunas y drástica reducción de la ayuda sanitaria internacional.
Que haya sido por motivos naturales, el paso del virus de un organismo animal al organismo humano y un mal manejo clínico posterior por parte de los laboratorios de investigación o por errores clínicos, es decir, que una investigación químico-bacteriológica destinada potencialmente al arsenal militar (de la misma manera que Estados Unidos, Rusia, Corea del Norte y otro par de países realizan), y que en China, se salió de control.
El autoritarismo político impuso su férreo poder para evitar que la información se difundiera al mundo y las sociedades pudieran tener tiempo para alcanzar a tomar precauciones. Está claro que Italia, España y Gran Bretaña, más allá de los errores de sus propios gobernantes, no tuvieron a disposición ese preciado tiempo para tomar los recaudos necesarios.
Cinco lecciones políticas están dejando este infortunio.
1) Estamos ante una grave manifestación de la crisis del multilateralismo, ausencia de conferencias mundiales para enfrentar cooperativamente problemas globales.
2) Falta de liderazgos mundiales, como en otra época de tragedias supo tener la humanidad, hoy no existen porque Estados Unidos, bajo Trump, ha abandonado el multilateralismo. Es cierto que éste nunca fue absoluto; pero tampoco había sido absoluto el proteccionismo nacionalista y xenofóbico.
3) Vemos cómo los gobiernos han ido tomado control del Estado y subordinando -por acción o inacción- los otros poderes, e impulsando iniciativas que recuerdan el mundo del Gran Hermano de Orwell.
4) Al mismo tiempo, a los gobiernos les cuesta cada vez más hacer cumplir las regulaciones de cuarentena; un escenario político impensado en democracia.
5) La pandemia ha impuesto el dilema entre humanidad y riqueza y los grupos de poder presionan a los gobiernos sobre unas u otras políticas, mientras los muertos los aportan los barrios humildes.
¿De dónde viene la ayuda que nuestros gobiernos requieren en respiradores que no producen o lo hacen en volúmenes que no pueden responder a la demanda?
¿Cuántos países de nuestra región no tienen capacidad para producir camas clínicas de atención para terapia intensiva?
¿Cuántos de nuestros países no tienen el personal de salud especializado -médicos, enfermeras, kinesiólogos- para enfrentar tanta demanda?
¿Cuántos ataúdes enviaron de donación los países más ricos de Sudamérica a sus hermanos de Ecuador o Perú?
El mundo que viene es pesimista. Una prospectiva del escenario internacional, imaginando un conflicto con características de guerra fría, entre Estados Unidos y China, tal como ha advertido el Ministerio de Relaciones Exteriores chino, pone a nuestra región frente a un gran desafío: ¿dónde estará nuestro “amigo” internacional?
Las relaciones latinoamericanas con China hay que ponerlas en el contexto de un análisis de economía política internacional.
Allí hay dos cuestiones fundamentales: lo permanente o estructural y lo coyuntural.
Lo estructural es que América Latina -toda, incluyendo a Brasil y Argentina- es una exportadora de productos primarios y eso demorará décadas en modificarse, en el caso que algún país latinoamericano (que hoy no existe) tenga una estrategia de Estado de largo plazo, seguida por los sucesivos gobiernos, durante 25 a 30 años, que incorpore, sistemáticamente, innovación, tecnología y desarrollo -es decir- alto valor agregado en capital humano, financiero y tecnológico, para modificar la matriz productiva. Si no modificamos el patrón de inserción, las lógicas de la relación bilateral seguirán determinadas por el marco de economía política en el cual se dan esas relaciones.
Aun en aquellos países que tienen ventajas coyunturales porque su comercio bilateral es favorable (Chile, Brasil, Perú), la posición de los gobiernos es muy compleja.
No sólo que los países tienen visiones y perspectivas distintas sobre sus relaciones bilaterales con China, sino que la actitud de algunos gobiernos, en contra de China, como la del presidente Bolsonaro y los que hablan por él (sus hijos) se ha lanzado a una dura campaña en contra de China, siguiendo la visión crítica de Trump.
El problema es que si China adopta una política de realpolitik y decide tomar represalias, la situación comercial y financiera externa de Brasil se vería extremadamente complicada, en un contexto donde el escenario prospectivo de los efectos del Covid-19 es absolutamente impredecible.
Hay que recordar que todo -y esto quiere decir “todo”- lo que exporta Brasil a China puede ser comprado por China a otros países; con lo cual Brasil se quedaría sin ingresos por unos 70 mil millones de dólares anuales. Eso equivale a unos 40 mil millones de menores ingresos y automático déficit comercial.
Pregunta: ¿cuántos millones por exportación perderá nuestro país?
China busca mejorar su imagen o impedir que las denuncias de Trump tengan efecto sobre los grupos de decisión y poder de los gobiernos latinoamericanos y sobre las creencias de las sociedades nacionales cuyas decisiones a la hora del consumo puedan afectar la adquisición de productos importados chinos.
La diplomacia pública china, que es digna de elogio, ya está actuando, por vía de la donación de equipamiento en insumos médicos para enfrentar la epidemia, donación de ayuda financiera, créditos a tasas sin competencia y otras prácticas.
El problema es el mañana. Es evidente que la relación personal entre los líderes es esencial en este sentido. Buenas relaciones entre ellos, más allá de que tengan diferencias en sus respectivas políticas económicas nacionales, es un tema de gran importancia.
En ese sentido, discursos como los de Bolsonaro criticando a la Argentina o a Alberto Fernández, criticando la política chilena y la paraguaya contra el Covid-19, para exaltar la suya, sólo contribuyen al distanciamiento y el recelo; ayuda a los respectivos sectores nacionalistas a ganar posiciones y en definitiva, quien pierde es el ideal de los proyectos comunes que pueden contribuir al desarrollo, la cooperación y las buenas relaciones.
Un discurso de Fernández, que en vez de criticar lo que hace el gobierno de Chile frente a la pandemia por otro mensaje, que hubiera transmitido un: “amigos, ¿en qué podemos ayudar?”, es integración. Lo otro, distanciamiento. Lamentablemente nuestra región tiene experiencia en el uso de la política exterior para servicio de la política interna.
La ineptitud política, la falta de lectura sobre las enseñanzas de la historia hace tiempo que parecen ser una marca registrada de América Latina. ¿Qué queda de todos los proyectos de integración y cooperación? Estamos solos. Pero solos entre nosotros mismos.
*El autor es Pjd. Profesor Titular de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.