Cuando salimos a la calle con niños, deseamos verlos jugando en una plaza u otro espacio, pero que sean seguros.
También esa posibilidad de disfrute del equipamiento público vale para todas las personas, grandes o infantes.
El ciudadano común se malogra y se abruma por la alteración, con maldad, de sitios que se han preparado para que los usuarios puedan divertirse y socializar, descansar o practicar actividades físicas.
Realmente perturba mucho ver lugares con mobiliario para la actividad lúdica de los pequeños o con elementos de gimnasia en otros casos, que son maltratados y/o arruinados por los infaltables representantes de la consigna “rompamos, total no es nuestro”.
Los ejemplos de estas conductas desatinadas y antisociales los vemos por distintos escenarios del Gran Mendoza.
Una de las últimas manifestaciones de estas conductas destructivas fue denunciada por el municipio de Guaymallén, que soportó dos actos de vandalismo de dos islas lúdicas del parque del Acceso Este.
El primero de los hechos tuvo lugar en el sector ubicado sobre la Lateral Sur de Acceso Este, entre las calles Soldado Desconocido y Azcuénaga, donde desconocidos destruyeron los bicicleteros de hormigón y el indicador de uso de los aparatos de ejercicios físicos.
La segunda agresión también coincide con una isla lúdica, emplazada sobre la Lateral Norte de Acceso Este, entre Victoria y López de Gomara. Allí, rompieron la red metálica de la cancha de fútbol tenis.
Este mismo proceder, a veces con mayor o menor saña, se observa en plazas y diferentes puntos para la recreación de la población.
La actuación de estos energúmenos se produce generalmente en horas nocturnas, donde la vigilancia cede y es más difícil el control de las áreas expuestas.
Los ciudadanos y las reparticiones afectadas por conductas destructivas como las comentadas, necesitan la individualización de los responsables y el consecuente castigo, pero la impunidad, las sombras y, en algunos casos, el ‘no te metás’, actúan a favor de los vándalos.
Los parques, plazas y los circuitos para caminar o andar en bicicleta, suponen inversiones importantes por parte de las administraciones de gobierno, así como una gestión y mantenimiento apropiado.
Debido a esto, muchos se preguntan cómo proteger esos ámbitos de las agresiones de una manera eficaz y contundente.
Los espacios habilitados al juego y la actividad física se convierten en zonas vulnerables a desperfectos por el mal trato o la intención de romper.
Es así como se ocasionan elevados costos de gestión, que son difícilmente controlables en muchos municipios o reparticiones.
O, en otros casos, cuando la destrucción es de tal magnitud, los administradores de esos elementos deciden no reponerlos.
Los actos de vandalismo deben ser combatidos entre todos.
No alcanza con que el organismo dueño de los elementos vaya detrás de los agresores enmendando las consecuencias de sus actos, sino que –como comunidad organizada– es importante que los ciudadanos sean ‘vigías’ de esos sitios armados para el disfrute de la gente, y sin actuar en forma directa para no exponerse a hechos de violencia.
La recomendación será siempre marcar el 911 para denunciar los delitos.
Siempre hay que lograr la intervención de la Policía y así procurar que se detenga a quienes los cometen.