La palabra Liberal es polisémica. Según quien la emplea los significados son distintos, al margen de los que muestran en las redes su desconocimiento de lo que es el liberalismo y están cerca de la “nueva derecha” autocrática y neofascista.
No hay duda que John Rawls es un liberal y también Robert Nozick. Las diferencias entre Teoría de la Justicia de Rawls y Anarquía, Estado y Utopía de Nozick son básicamente que Rawls busca el equilibrio entre Libertad e Igualdad, teniendo en cuenta las desigualdades de la que nadie es responsable, como es el caso del lugar de nacimiento. Ninguno de los humanos eligió nacer en un hogar rico en uno miserable. En esas desigualdades hace hincapié Rawls yen cómo equilibrarlas.
Nozick, quien viene de la nueva izquierda estadounidense, gira hacia el liberalismo leyendo a Von Mises y a Hayek. Anarquía, Estado y Utopía, escrito en 1974 es la réplica a Rawls.
Nozick sostenía que los individuos son dueños de sí mismos y tienen derecho a la propiedad privada. Proponía en filosofía política la Teoría de los derechos: los individuos tienen derechos que ninguna persona o grupos pueden violar. Nosick defendió el estado mínimo que se limita a dar seguridad, justicia y defensa exterior.
Su Utopía era que el estado mínimo permitía que las personas con visiones distintas de vida puedan convivir en paz. Si alguien quería vivir en una comunidad hippie o en una socialista estaba en su derecho
Como respuesta a Rawls y sus propuestas para aminorar la desigualdad desarrolló la teoría de las instalaciones, como mecanismo de distribución de los bienes. Consideraba que la justicia exige que una persona reciba algo de los demás, a cambio de algo o como regalo.
Esta réplica al liberalismo social de Rawls le pareció insuficiente a Murray Rothbard, con sus dislates oponiéndose a la obligación de los padres de alimentar y vestir a sus hijos, asistir a la escuela o eliminar la prohibición del trabajo infantil. Sus distopias y la obsesión con la supresión del estado, una utopía también de Marx, le hicieron decir que Nozick no era un libertario porque propone un estado mínimo y el derecho de vivir en comunidades que pueden ser socialistas o de libre mercado dentro de este estado mínimo.
Otro debate importante fue la réplica a Hayek de Raymond Aron. Hayek publica “los Fundamentos de la Libertad” en la que define la libertad como la ausencia de coerción, definición tomada de Isaiah Berlín. Hayek le da primacía al liberalismo económico, la libertad de mercado y de inversión, pero no se ocupa del liberalismo político o las relaciones entre estados. Como economista nunca encaró los temas empíricos, a diferencia de Milton Friedman, incluso en la depresión de los treinta estuvo en silencio. Años después se limitó a decir que no hay que hacer nada.
Con Raymond Aron el profesor Hayek tuvo una relación de mutuo respeto e incluso de admiración y tratándose en Londres durante la segunda guerra mundial, el francés colaborando con el general De Gaulle y el austríaco en la London Economic, invitado por Keynes al que admiraba, algo que el presidente Mile oculta o ignora.
Raymond Aron publica para cuestionar Los Fundamentos de la Libertad “La Definición Liberal de la Libertad”, recientemente reeditado en castellano. Ya en 1952 había dado a conocer un artículo cuestionando el carácter economicista de las ideas de Hayek, señalando que parecía estar buscando un dictador, ante la falta de interés en las libertades políticas y los límites institucionales al poder. Alguien ha dicho que Aron fue profético porque Hayek elogió al dictador Pinochet.
Aron que en EL Opio de los Intelectuales criticó con severidad a la intelectualidad francesa, que no solo miraba al otro lado ante los crímenes del comunismo, sino que también los justificaba como el costo de la revolución proletaria mundial, en “La Definición Liberal de la Libertad”, deja en claro las diferencias entre liberalismo y libertarismo.
Aron sostiene que el liberalismo no puede ser apolítico, tiene sentido si es político, sino es insuficiente. En el ensayo Libertad o Libertarismo expresa que los regímenes democráticos no se expresan por una definición de la Libertad sino por un diálogo permanente. Dicho diálogo se funde traducido en instituciones, con la dialéctica de las libertades y el diálogo sobre las definiciones de libertad es el que ilumina las luchas políticas y sociales. Ese conflicto, inherente a su existencia, es lo que separa a una democracia de los regímenes en los que los gobiernos pretenden consagrar una “verdad única” e imponer sus ideas y creencias.
Estos Académicos sabían discrepar con aportes intelectuales, debatir, rebatir, sin agravios, con respeto, e incluso admiración.
Una gran diferencia con los que muestran sus complejos de inferioridad cuando al que piensa diferente solo atina a insultarlo y calumniarlo.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.