Muchas veces, a través de esta columna, hemos hablado de las connotaciones que adquieren los términos, cuando deseamos que nuestros interlocutores, en el coloquio, nos entiendan mejor. Hoy nos vamos a detener en el valor extra que adquieren los nombres de dos animales pequeños, cuya presencia resulta habitual: las moscas y los sapos. De las primeras, el poeta Antonio Machado nos dejó aquellos versos que dicen: “Vosotras, las familiares, / inevitables golosas, / vosotras, moscas vulgares, / me evocáis todas las cosas”.
En efecto, además del valor denotativo del vocablo que nos describe al insecto díptero, hallamos otros valores connotativos que cobran vida en el ámbito coloquial: “mosca” es el pelo que nace al hombre entre el labio inferior y el comienzo de la barba; también resulta “mosca” una pequeña mancha negra o muy oscura y, en plural, los bienes de cualquier especie. Desagradable resulta que a alguien se lo califique de “mosca” pues quiere decir que es una persona molesta, impertinente y pesada: “No sabía cómo liberarme de esa mujer, mosca insoportable”. Y “quedarse mosca”, como lo es “quedarse piola”, significa “mantenerse tranquilo, dejar de decir algo por conveniencia o para evitar problemas”: “Usted quédese mosca y guárdeme el secreto”. Cuando afirmamos “caer como moscas”, queremos decir “morir, ser destruido en forma masiva”: “Los aviones enemigos fueron cayendo como moscas”. Y si en un sitio “no vuela una mosca”, estaremos señalando que reina el silencio y que hay un grado muy profundo de concentración y quietud: “No vuela una mosca mientras da la disertación”.
Al no estar seguros de algo y al hablar por las dudas de que algo malo o contrario a lo esperado pueda suceder, se usa la locución coloquial “por si las moscas”: “No hay pronóstico de lluvia, pero llevá paraguas por si las moscas”. Decir de alguien que es “incapaz de matar una mosca” significa calificarlo como inofensivo, que jamás dañaría a otra persona: “Es un tierno, incapaz de matar una mosca”. Todos hemos advertido a alguien, a nuestro alrededor, muy distraído, alejado de la realidad. De esa persona se dice que “anda papando moscas”.
En el mundo del boxeo, se anteponen los prefijos “mini-” y “super-” al vocablo “mosca”, para designar a una categoría de boxeadores profesionales, de bajo peso corporal. ”Tener la mosca detrás de la oreja” significa estar sobre aviso o receloso de algo: “No estaba tranquila, tenía siempre alguna mosca detrás de la oreja”. ¿Cuándo se dice “una mosca en la leche”? Hay claramente una metáfora: laleche, alimento por excelencia, es inmaculadamente blanca, si es pura; si le cae una mosca, de color negro, contrasta inmediatamente porque significa haber roto aquella pureza. Se usa la expresión para aludir a que una persona no cuadra en un sitio con los demás. Y una “mosca/mosquita muerta” es la persona, al parecer, de ánimo o genio apagado, que no desperdicia ocasión en su provecho: “Siempre desconfié de Marta porque la veía como a una mosquita muerta”.
Hay dos locuciones equivalentes para indicar que alguien da o gasta dinero a disgusto; ellas son “aflojar la mosca” y “soltar la mosca”. Por otra parte, si se desea ponderar lo disparatado o incongruente de algo que se ha dicho, se utiliza la expresión coloquial “atar esa/s mosca/moscas por el rabo”: “Es una barbaridad lo que está diciendo, áteme esa mosca por el rabo”. Cuando en alguna oportunidad le viene a alguien a su memoria una idea que lo intranquiliza o que le molesta, la locución que lo da a entender es “picarle la mosca”: “¿Qué mosca te pica que se te ocurre semejante idea?”. En el mismo sentido, se dice “¿qué mosca le habrá picado?”. En ocasión de apartar de nosotros los embarazos o estorbos, la expresión que lo refleja es “sacudirse las moscas”: “Decidí poner punto final al problema y sacudirme las moscas”.
En relación con el vocablo “sapo”, tiene origen onomatopéyico; en efecto, se trata de una voz prerromana, que intenta reproducir el ruido que se produce al caer en un charco o en tierra mojada. Al buscar los valores connotativos que puede tomar el término nos encontramos con que, coloquialmente, suele nombrar a una persona con torpeza física, pero que en países como Bolivia, Ecuador y Perú, en cambio, nombra a alguien muy despierto, vivaz y astuto. Incluso, puede llamarse “sapo” al espía y mirón. En otros países, un “sapo” es el soplón o delator. La locución “echa sapos y culebras” alude a que alguien dice desatinos o a que profiere con ira denuestos, juramentos y blasfemias: “Salió del lugar enojadísimo, echando sapos y culebras”.
Una persona puede hacerse la desentendida y se indica esta situación con la expresión “hacerse el sapo”: “Ante ese panorama desalentador, Mario no aportó solución alguna y se hizo el sapo”. A veces, determinado sujeto no se siente cómodo en un lugar y se dice que es “sapo de otro pozo”; con ello se quiere indicar que pertenece a una clase, medio social o esfera de actividad diferentes: “Julián no encajaba allí, estaba a disgusto pues era sapo de otro pozo”.
¿Qué significa “tragarse el/un sapo”? Equivale a decir que alguien se ve obligado a aceptar o soportar un hecho que le genera fastidio: “No sé si denunciar el hecho o tragarme el sapo”.
Nos sorprende que en el diccionario académico figure, en entrada aparte, el diminutivo “sapito”. Este sustantivo, en nuestro país, en Chile y Uruguay, designa el bote que dan las piedras lanzadas sobre la superficie del agua; en otros lugares, como El Salvador, es una señal de tráfico consistente en un hito de piedra, que a veces posee un reflectante. En Uruguay, es un juego que consiste en abrir y cerrar un papel para leerle al destinatario el mensaje que le ha tocado en suerte.
Concluimos con la paremia “Según el sapo es la pedrada”: esto significa que las capacidades de una persona determinan la dimensión de las acciones que se harán con ella.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.