“Volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser gobierno en el 23″. Un eufórico Horacio Rodríguez Larreta inició el cantito que luego empezaron a replicar los dirigentes mendocinos del Pro en la recién inaugurada sede provincial del partido.
Esa estrofa que resurge cada vez que la Selección se apresta a jugar un Mundial, tiene patente radical en la política. La ilusión de volver al poder como en el `83, con Raúl Alfonsín, fue durante años el himno en sus actos.
Caprichos del destino, o no, la casona que alberga ahora al macrismo local es la misma que supo ocupar el comité provincial del radicalismo hace 40 años. Entonces, el país se preparaba para volver a vivir en democracia tras la dictadura más cruel que vivimos y la UCR iba camino a ser gobierno en el país y Mendoza.
Ese precisamente es el desafío que lanzó el viernes, desde esa remozada casa de calle España, Rodríguez Larreta y que Omar De Marchi aplaudió a rabiar. Ser gobierno en la Nación otra vez y desplazar al radicalismo de la conducción provincial. El Pro quiere ser el socio mayoritario de la alianza que tienen en todo el país.
“Tenemos vocación de poder”, advirtió el jefe de Gobierno porteño en un discurso que estuvo muy alejado del estilo mesurado que suele exhibir frente a las cámaras de TV.
En política, las expresiones de deseo mayormente no tienen que ver con las posibilidad reales. Así como Alberto Fernández dice que va a la guerra contra la inflación sin armas, el Pro local corre de atrás en su contienda con la UCR de Alfredo Cornejo, Rodolfo Suárez y los diez intendentes departamentales.
Ya en 2019 quedó claro: el mismo De Marchi enfrentó a Suárez y sacó sólo diez puntos de los casi 40 que obtuvo en las PASO el oficialismo.
A medida que se aproxima 2023, el clima político empieza a calentarse, aunque ante los micrófonos todos se preocupen por decir que no es un tiempo electoral y que sólo están ocupados en la gestión. Claro, es el momento de los aprestos, de ponerse barro en la cara y de juntar fuerzas para cuando sea la hora de definir.
En Juntos por el Cambio huelen la posibilidad real del retorno a la Presidencia y eso explica las tensiones internas, que se manifiestan en las declaraciones de algunos dirigentes.
En Buenos Aires, son los radicales los más duros con sus socios. Acá, se invierte la relación: del macrismo salen los dardos a sus aliados de la UCR.
Siempre el retador, el que se sabe en inferioridad de condiciones, es el que provoca. En la respuesta del otro está su ganancia.
Por eso, Macri no contesta a Gerardo Morales las críticas que éste le hace para instalarse mediáticamente. Por eso, acá, el silencio radical manda ante la avanzada de De Marchi, más allá de algunas indirectas públicas.
“Tanto en la provincia, con Cambia Mendoza, como a nivel nacional, con Juntos por el Cambio, no hay espacio para aventuras individuales”, dijo hace unos días Cornejo en un acto en el comité radical lujanino, la tierra de su aliado más incómodo. El destinatario implícito está claro.
A falta de oposición...
La falta de amenazas externas a la hegemonía oficialista, con el peronismo sumido en un estado de confusión que parece haberse vuelto permanente, potencia la agitación interna.
En el radicalismo miran a De Marchi con suma desconfianza. “Es el Massa mendocino”, acusan. “No es confiable ni para los propios”, aclaran.
Pese a haber sido invitados, ni un solo radical fue al acto del viernes, cuando las reglas de cortesía hubiesen indicado lo contrario al tratarse de su principal socio en el frente.
La relación no pasa un buen momento precisamente. Y tanto Suárez como Cornejo se ocuparon de dejárselo en claro a Rodríguez Larreta cuando los llamó para saber si iban a estar en la inauguración.
Es más, no sólo no fueron a la inauguración del Pro sino que decidieron no compartir ninguna actividad con el visitante porteño. El vacío fue total.
El vínculo entre Cornejo y De Marchi siempre transitó por el andarivel del recelo. Tal vez potenciado por ciertos parecidos. Ambos siempre trabajaron para ser líderes de sus partidos y se mueven con destreza tanto en la gestión como en la rosca.
Incluso, alguna vez fueron rivales: en las legislativas de 2005 compitieron como cabezas de listas de diputados nacionales; el ex gobernador ganó con la boleta de la UCR y el lujanino, con el PD, salió tercero.
Pero hoy, según cuentan en el oficialismo, el más enojado con el referente del Pro es el Gobernador.
“El Rody se hartó de que le objete todo. La boleta única fue la gota que rebalsó el vaso. El Omar la propuso y cuando presentamos el proyecto empezó a cuestionar. Siempre está tirando piedras”, relata alguien que conoce de cerca la situación. “Está caliente y se lo dejó en claro a Horacio”, suma otra voz del Ejecutivo.
Aunque, en el discurso del viernes, De Marchi se preocupó por decir que Mendoza tiene “un buen gobierno”, se despegó de la gestión limitando su alianza con la UCR a un “acuerdo electoral” y fue mucho más generoso en palabras hablando de lo que falta.
“Ellos ven al Omar como el principal opositor”, analiza uno de los allegados al líder provincial del Pro. “Si él dijera todo lo que piensa de la gestión, los vuelve locos. Chocaron todos los proyectos que tenían”, completa.
Desde mayo, su peso crecerá: el Pro tendrá nueve legisladores provinciales y amaga con marcar la cancha.
Salvando las enormes distancias, de poder interno e influencia, el líder del Pro es al gobierno de Suárez lo que Cristina Kirchner al de Fernández.
Seguir o romper todo
De Marchi teje relaciones por fuera de Cambia Mendoza. Está claro que no está cómodo con la UCR ni con los socios minoritarios, Libres del Sur y el Partido Socialista. En cambio, se siente más cerca de los que se fueron, el Partido Demócrata, que él llegó a presidir, y la Coalición Cívica de otro ex demócrata, Gustavo Gutiérrez.
Fuera de los rostros de siempre, al Pro se arrimaron el viernes los “verdes” Mario Vadillo y Marcelo Romano, que a fin de mes se quedan sin sus bancas legislativas. Sin domicilio fijo aún, podrían ser nuevos aliados.
También seduce a sectores del peronismo, como el liderado por el dirigente agrario Carlos Iannizzotto, que compitió el año pasado con el sello del Partido Federal. Rolando Baldasso, ex ministro de Paco Pérez y actual senador provincial, es un testimonio de la transversalidad del macrista.
“No te imaginás la cantidad de peronistas que me están llamando. Si te dijera los nombres te caés...”, le contó De Marchi a un viejo conocido que se cruzó en la calle hace unos días.
Con todos ellos, quisiera armar lo que llama “una nueva mayoría”. Con la UCR o sin ella. Tal vez, la última opción sea su preferida. Quienes lo frecuentan dicen que habla de dos grandes frentes que podrían surgir de la escisión de Cambia Mendoza.
Pero el mismo Rodríguez Larreta, que alienta un enfrentamiento en las PASO con la UCR, pone límites a De Marchi. Una y otra vez repitió la palabra “unidad”. No hay futuro nacional para el espacio sin ella.
El Pro no puede permitirse divisiones en las provincias, menos en las que gobierna la alianza, que pongan en riesgo un triunfo. Es hora de sumar gobernaciones, no de perderlas.
Cercado por la propia estructura que integra, la mayor esperanza que tiene De Marchi para que no le ocurra lo mismo que en 2019 es una elección nacionalizada.
Si fuera como postulante a gobernador en las PASO “colgado” del candidato presidencial que defina el Pro (cualquiera hoy está mejor perfilado en las encuestas que los radicales), podría sumar puntos en la puja con el elegido de la UCR local. Pero ese escenario difícilmente se dé.
Suárez y también Cornejo creen que la mejor forma de plebiscitar la gestión provincial es cumpliendo con el desdoblamiento previsto en la ley. Salvo un imprevisto, no se apartarán de ese libreto y no habrá unificación.
La única esperanza para De Marchi entonces es que la boleta única iguale oportunidades, como él predica.