El tiempo de la ensoñación pasó para la rebelión demarchista. Las tres últimas semanas han deparado golpes durísimos para aquella intentona independentista liderada por el diputado nacional. La pregunta que circula ahora en los runrunes de la política es si el próximo golpe será el definitivo, el del knock out.
Todos esos reveses duelen más porque vinieron del mismo lado, justamente el que el diputado nacional creía propio: su jefe político, Horacio Rodríguez Larreta.
El alcalde porteño evitó la anunciada intervención del Pro mendocino, pero obligó a su operador a aceptar que integre Cambia Mendoza con la UCR en los siete municipios que anticiparon elecciones, pese a que inicialmente se había negado.
Ese gesto fue clave. Como se dijo en esta columna, nada indicaba entonces que la decisión pudiera ser distinta llegado el momento de inscribir la coalición provincial. Desde el entorno del porteño respondían la consulta de este cronista con una frase que no admitía dobleces: “Horacio siempre ha bregado por la unidad”. La claudicación sería en cuotas, pero el Pro local no tenía otro destino que Cambia Mendoza.
Una semana después, la visita de Rodríguez Larreta en la previa vendimial ratificó esa postura: no hubo respaldo contundente para De Marchi y sí un mensaje priorizando la unidad. Como si no bastara tal desaire, almorzó a solas con Alfredo Cornejo y Rodolfo Suárez, los blancos predilectos de las críticas del lujanino.
El viernes último, el mensaje que el oficialismo se encargó de desparramar fue terminante: Rodríguez Larreta habló con Cornejo y le anticipó que el Pro será su aliado en la provincia, como ocurre en cada elección desde 2015. Esa charla y su contenido fueron confirmados a los medios por el entorno del precandidato presidencial.
El paso a paso de esta definición, dicen, ya había sido acordado por el jefe de Gobierno y De Marchi, sólo que al parecer el porteño decidió apurar los tiempos. Está obligado por su ambición personal de ser el candidato de Juntos por el Cambio a no romper incluso con Cornejo, un aliado clave de su rival interna, Patricia Bullrich.
Ya sin el escudo que podía representar el apoyo o al menos la indefinición de Rodríguez Larreta en la pulseada con la UCR, el referente del Pro local ha quedado solo ante su decisión. Todas las luces apuntan a él. El paso de los días dirá si está desnudo o aún preserva algo de ropa para caminar rumbo a las elecciones.
De Marchi pasa los días en su propio limbo, ese punto al que llegó tras sus furibundas críticas de los últimos meses y que no permite situarlo en ningún esquema político hoy.
Llegar al cielo para él sería cumplir su plan personal de presentarse por afuera con un gran frente anticornejista, que no podrá prescindir de mostrarse como antikirchnerista también.
El infierno, claramente, sería tener que retornar a Cambia Mendoza y compartir espacio con Cornejo, aunque lo enfrente en una PASO. Nadie va contento a donde no quiere estar, pero a veces no queda otra opción.
Los riesgos que pesan
Esas cavilaciones ocupan hoy los días y las noches de De Marchi. Todas las charlas con su mesa chica pasan por allí: el deseo de seguir su voluntad o la necesidad de prodigarse seguridad.
Esos “coroneles” que lo siguen a sol y sombra no son muchos. La foto de la apertura de sesiones de Luján, el viernes, los muestra uno al lado del otro: el ex peronista Rolando Baldasso, Álvaro Martínez, Gustavo Cairo y Gabriel Pradines. Todos son legisladores provinciales. También, en las sombras, se mueve Alejandro Cazabán, el hombre fuerte del gobierno de Celso Jaque.
A ellos hay que sumar, y en un lugar protagónico, a Sebastián Bragagnolo, su sobrino y único intendente del Pro. Por eso mismo, es el que más arriesga en caso de tener que ir a la reelección por fuera de Cambia Mendoza. Por ahora, confían en la alta imagen de su gestión y que enfrente, creen, tendría como rival radical a Martín Kerchner, a quien ya venció en 2019. Pero en el Gobierno manejan otras opciones como potenciales postulantes lujaninos. Uno es Natalio Mema, el subsecretario de Transporte.
El objetivo realista de De Marchi de ir por afuera no sería ganar, pero sí conformar una fuerza que equilibre el poder en la Legislatura. O sea, poner un freno a la omnipotencia de Cornejo que cuestiona en charlas privadas desde hace meses y que ya no se priva de describir públicamente. Como lo hizo el miércoles en el programa de TV Séptimo Día.
El riesgo sería terminar como el líder de los marginados, que se unirían detrás de su candidatura sólo por interés, pero sin un proyecto claro y hasta sin muchas coincidencias más que las necesidades electorales. “Puede ser el chofer del micro de los locos”, asumen con preocupación.
Hay otro riesgo del que nada dicen, pero es real: sin el apoyo del jefe de Gobierno porteño se quedará sin financiamiento y deberá buscar aportantes para suplantar esa carencia. Aunque aseguran que hay varios empresarios interesados en ayudarlo por su coincidente odio al candidato radical, del dicho al hecho hay mucho trecho. Hasta ahora, el aporte porteño le ha permitido, hace meses, formar y pagar un equipo de campaña.
“No hay setiembre sin junio” es la frase que pone hielo al deseo de ruptura en esas charlas íntimas. Un mal resultado en las PASO lo dejaría lejos de ser ese contrapeso legislativo que imagina De Marchi y cerca del papelón.
Por eso la opción del retorno y una competencia interna no están descartadas, aunque no sea la ideal. “El Omar es un rival más incómodo para Cornejo adentro que afuera”, argumentan a su lado.
Si esto ocurriera, le resultará difícil explicar a la ciudadanía por qué vuelve a aliarse después de todo lo que ha dicho. Por eso, en el oficialismo y en la oposición coinciden en que es casi imposible una marcha atrás. Pero el argumento ya está preparado, si llega ese momento: la lucha contra el kirchnerismo es un fin superior a cualquier diferencia interna.
De aliarse nuevamente, se ilusiona con el apoyo subterráneo de los radicales que se han sentido marginados por el poder Cornejo en los últimos años. Uno de ellos estuvo sentado junto a De Marchi y todos sus coroneles el viernes en Luján: Julio Cobos.
El gesto para nada ingenuo del ex vicepresidente tiene el único objetivo de molestar al candidato de la UCR, que suele exasperarse con las variables que escapan a su control, aunque esté convencido de que nada hace peligrar su triunfo en setiembre.
El tiempo de la definición
Mientras De Marchi cavila, Cambia Mendoza, con el Pro adentro pero sin postulantes oficiales del sello, se concentró en los últimos días en el cierre de las listas en los siete municipios que tendrán las PASO el 30 de abril.
Ese día puede terminar con una goleada en contra del Gobierno. La estrategia en todos ha sido diversificar la oferta, con postulantes de distinto perfil, para ver si así, en las primarias, pueden captar más votantes y no quedar tan lejos. El PJ, en cambio, competirá sólo con el intendente que busca la reelección o el elegido por el intendente para sucederlo (salvo en San Rafael, donde habrá interna con La Cámpora).
Ni el más optimista duda que el peronismo retendrá La Paz, Santa Rosa, Lavalle, Tunuyán y el codiciado San Rafael. Por eso, el cornejismo se aferra a dos ilusiones: Maipú, el único gobernado por el PJ siempre desde 1983, y San Carlos, donde la UCR gobernaba en alianza con Jorge Difonso hasta la ruptura de hace unos días.
Es en esos territorios donde cree tener alguna probabilidad, aunque sea remota. Las primarias permitirán otear esas chances con más certezas.
Pero antes de que en esos departamentos se hagan las PASO, será el cierre de listas para la contienda provincial y antes aún el plazo clave para inscribir alianzas, el 12 de abril.
El radicalismo consiguió su objetivo con aquella promesa de Rodríguez Larreta: preservará dentro de Cambia Mendoza el sello del Pro. Resuelto este misterio, queda ahora saber qué hará De Marchi, que en sus declaraciones juega a estirar su definición hasta cerca de la fecha límite.
Pero cualquiera sea su destino, un frente nuevo o una lista para competir en las PASO, o incluso no ser candidato a nada, debe decidirse rápido. Hay muchos esperando su definición que presionan. Y aunque la fecha no está puesta, hay una idea ya dando vueltas: sería antes del fin de semana largo del 24 de marzo.