De jueces y togas

Hacer hincapié en el uso de la “toga” como lo ha hecho nuestra Corte es resaltar en parte su significación como símbolo de respeto a la majestad de la Justicia.

De jueces y togas
Esta túnica puede considerarse entonces como el vestido oficial de la justicia a similitud del uniforme en los militares o el guardapolvo de médicos, docentes y alumnos.

Días atrás conocíamos la Resolución Nº 59 de nuestra Corte, la que establece: “Autorizar a los Jueces del Fuero Penal Colegiado al uso alternativo de toga”.

Si bien los fundamentos refieren a la situación de pandemia y a las ventajas del uso, como vestimenta práctica, no puede prescindirse de un análisis que trascienda su consideración “higiénico – práctico”.

Entendemos que la Corte haya preferido tratar escuetamente el tema a fin de obviar, las habituales controversias que sus Resoluciones suelen provocar.

Conociendo que sólo Chile, Perú y nuestro país, resultan ajenos al uso de la “toga”, su universalización en los ámbito judiciales más diversos, sin distinciones ideológicas o estados de desarrollo, conlleva afirmar que algo más ha de contener  la “toga” que la mera practicidad.

En la intención entonces de resaltar como la faceta más importante de tal difusión, viene a cuento sostener junto a Ernst Cassirer, que el ser humano es un animal simbólico, que piensa y actúa simbólicamente, a veces sin percatarse. El hombre no vive en un puro universo físico, sino en un universo simbólico. Con los símbolos vamos construyendo un universo que va más allá del mundo captado por nuestros sentidos. Así pensamos el mundo, lo simbolizamos y compartimos esos símbolos con los demás. Desde los conocidos símbolos patrios, los religiosos, los profesionales, los institucionales, hasta los intra familiares, todos constituyen ese universo simbólico, a veces mítico o alegórico que acompañan al humano desde sus orígenes y hasta la muerte.

En el escenario simbólico del Poder, La Justicia ocupa su lugar, atesorando un rico bagaje, a partir de sus emblemas tradicionales, edificios y vestimenta de sus miembros. Todos hablan del respeto a la misma, a su coercitividad, imparcialidad e independencia.

De hecho que el más difundido popularmente sea el de la mujer con balanza, espada y venda en los ojos, derivado de la Diosa Themis griega y la Iustitia romana, donde la balanza representa la igualdad con que la Justicia trata a todos, la espada a la fuerza de sus decisiones y la venda en los ojos a la imparcialidad de sus decisiones, ciegas a presiones del poder, riqueza o fama.

Esta filiación entre símbolo y justicia, encuentra también anclaje en la “arquitectura judicial”, caracterizada por el uso de las columnas y frontispicios, a veces adornados con símbolos más pequeños tales como en nuestro Palacio de Justicia con el “libro con la rama de roble” (la ley), la “espada rodeada de laureles” (la fuerza del imperio estatal) o la “lechuza” (el ver en la obscuridad). Derivaciones de la Arquitectura institucional griega, en la idea de un mundo de belleza y compostura, de una “humanidad serena, ignorante de conflictos, en armonía entre interior y exterior, carne y espíritu”.

Desandado parte del simbolismo judicial, resta llegar finalmente al de la “toga”, en su condición de vestimenta del escenario judicial, adoptada universalmente por Magistrados, Fiscales, Funcionarios y Abogados, a excepción, como adelantáramos, de Chile, Argentina y Perú.

Trasladados en la búsqueda de sus fuentes a la Roma de Augusto, luego difundida en los países con sistema latino y anglosajón, vemos en la “toga” a un símbolo antiguo, vigente por ejemplo en nuestra madre patria, España, donde su uso es obligatorio.

Esta túnica puede considerarse entonces como el vestido oficial de la justicia a similitud del uniforme en los militares o el guardapolvo de médicos, docentes y alumnos.

La experiencia, maestra de siglos, indica que en aquellos Tribunales apegados a su uso, ella crea una atmósfera de respeto hacia la majestad de la justicia. De allí su utilización por los Tribunales Internacionales como la Corte de la Haya y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Decía el ilustre Giuseppe Chiovenda: “Saben los abogados por la cotidiana experiencia de las miserias humanas que todos los afligidos esperan justicia y que todos ven en la toga el símbolo viviente de esta esperanza”.

Otro jurista italiano, Calamandrei, afirmaba que la toga es una “divisa”, como la de los militares, con la diferencia que los abogados y magistrados la llevan sólo cuando están de servicio y hasta en ciertos actos particularmente solemnes. Significa unión ya que su símbolo además de la autoridad, tiene para el que la lleva, dos significados, freno e ilusión y para el que la contempla, otras dos: diferenciación y respeto.

Hacer hincapié en el uso de la “toga”, tal como lo ha hecho nuestra Corte, es resaltar en parte su riqueza y significación histórica y cultural como símbolo de respeto a la majestad de la justicia como último baluarte en la defensa de las libertades y de las garantías que hacen a la esencia de lo humano.

Rescatar el valor de la Resolución de marras, me ha parecido una obligación moral en tanto hombre de Derecho, amante de sus Principios y sus Símbolos. No ignoro que el dispositivo, experimentará opiniones encontradas y críticas, las que dentro del respeto y el saber, han de ser bienvenidas en una país, que al menos en lo formal, adhiere a la libertad de pensamiento, conciencia y expresión. Penoso sería que los cuestionamientos devinieran de la ligereza, la pasión o el fanatismo, extravíos a los que lamentablemente parecemos habernos acostumbrado los argentinos.

*El autor es Abogado constitucionalista.

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