Este reconocido lugar al pie del Cerro de La Gloria -el Jardín Zoológico, ahora Ecoparque- forma parte de uno de los paisajes culturales más relevantes de Mendoza y está estrechamente vinculado a nuestra historia social y urbana desde hace ochenta años.
Los mendocinos lo recordamos como un paseo excepcional por su encanto, sus senderos curvos y sombreados, de suave pendiente; el follaje de infinitas texturas que la brisa movía desatando juegos de luz y sombra, el canto de los pájaros, el aroma de plantas y tierra húmeda. Experiencias intensas de los sentidos (que contrastaban con el monte árido natural de Mendoza), que recién hoy estamos aprendiendo a valorar.
El antiguo jardín zoológico se concibió tal cual su nombre lo indica como un jardín, un espacio verde con árboles altos, arbustos y plantas cubre suelos, para que los paseantes tuviéramos el disfrute de un poco más de humedad y de sombra y pudiéramos recorrerlo a gusto, lentamente. Fue concebido con la misma ilusión con que se creó antes el Parque del Oeste, obra de Thays, y con la que se plantaron las arboledas regadas por acequias en todas las calles de la ciudad y en los carriles rurales.
Tuvo aquella época una formidable ilusión, que hoy sólo sería una utopía: la de crear un ecosistema artificial, un oasis urbano, del mismo modo en que ya existía el oasis agrícola: es decir regándolo y cuidándolo.
El jardín zoológico creado por el arquitecto Daniel Ramos Correas es, según criterios de la Unesco, un jardín histórico. Representa un momento cúlmine de nuestra historia urbana, de nuestra urbanidad, de nuestros usos y costumbres. Tiene la misma envergadura que un monumento de arquitectura, pero su conformación es vegetal y es un organismo vivo.
Como correspondía a su época, fue concebido como un jardín pintoresco. Don Daniel, nacido a fines del siglo pasado, había sido formado académicamente dentro del movimiento pintoresquista, creado por los ingleses en el siglo XVIII, que alababa las composiciones orgánicas de la naturaleza y las imitaba, como opuesto al estricto rigor geométrico del jardín francés.
El movimiento pintoresco evolucionó a principios del siglo XX, incorporando en América Latina y en Argentina en particular, una mirada regional, local, en este caso, andina. Por eso Benito de San Martín diseñó el contiguo Parque Aborigen y lo pobló con plantas del ecosistema andino y Daniel en su zoológico incluyó espacios ambientados para fauna regional, valorizándolos tanto como los diseñados para los animales exóticos, los leones, por ejemplo.
El jardín zoológico de Ramos Correas fue un zoológico modelo, que le valió el máximo reconocimiento de la comunidad internacional de arquitectos y paisajistas porque lo que él creó no fue un zoológico a la usanza de entonces, sino un Parque que en su interior contenía diferentes recintos para los animales, recreando sus respectivos hábitats. Fue un verdadero ecoparque prematuro, pionero, que lamentablemente, con el correr de los años, se fue superpoblando de animales y perdiendo el equilibrio original.
Hoy nuestro antiguo Jardín Zoológico ha sido inserto en una nueva visión de Ecoparques, concebidos bajo criterios más científicos y de un extremo racionalismo didáctico, que sustituyen la emoción genuina del contacto directo con la naturaleza por la explicitación objetiva de contenidos y representaciones mediáticas de la misma. Son parques de entretenimiento y divulgación de conocimientos, pero han perdido la emoción y el sentimiento auténtico de la vida natural.
Estamos de acuerdo en la necesaria defensa y protección de los animales y en la necesidad de redefinir nuevos espacios urbanos debido al cambio climático.
No tengo nada que decir sobre el nuevo Ecoparque de Mendoza, fruto de un concurso nacional y de un desarrollo ejecutivo realizado por profesionales locales, con obra licitada, adjudicada y recientemente comenzada. Este va a tener su entrada por el Este del Jardín Zoológico y sus instalaciones principales estarán situadas en un área que antes fue marginal, inculta, de servicios.
Hasta ahí nada opino. Pero planteo aquí un firme reclamo: que en el Ecoparque se separe claramente la nueva intervención, preservando la integridad, autenticidad y carácter de nuestro Jardín Histórico, que es un bien patrimonial de excelencia. Que ambas partes constituyan un conjunto claramente articulado y no se confundan en la experiencia de los visitantes. Para eso se conservan los bienes patrimoniales, para dar testimonio y constancia de nuestros modos de ser y de pensar inter generacionales.
Quiero solicitar públicamente al Gobierno de Mendoza que estudie esta redefinición espacial de ambas partes, desarrollando el Ecoparque en el área del este y se conserve, revalorice y restaure el Jardín Histórico, manteniendo su acceso original al pie del Cerro de la Gloria, porque ambos son una unidad como paisaje cultural mendocino.
Propongo también que esta valiosa obra existente reciba el merecido nombre de “Antiguo Jardín Zoológico Daniel Ramos Correas”.
* La autora es Arquitecta.