Cuando un ídolo se va

El lector opina sobre los ídolos.

Cuando un ídolo se va
Imagen ilustrativa / Archivo.

Sentimos cuando un ídolo se va, porque no alcanzan las lágrimas ni el dolor para despedirlo. Se fue en plena luz del día, cuando nadie lo esperaba. En plena luz del día, ¡se apagó su sonrisa y su mirada! Qué triste quedará su “amiga”, la que tanto lo ayudó. Qué triste quedará ¡porque su amado murió! La amó toda la vida, y ella también lo amó. La amó toda la vida, y ¡ella la gloria le dio! Nosotros los viejos, amamos a un adolescente que tenía la alegría en los pies y la picardía en el alma. Amamos su juventud ganadora, y sufrimos su tristeza de hombre. También que entonara el himno con el corazón.

En cualquier lugar de la tierra que estuviera, agradecía a ese terruño; sin olvidar el orgullo de ser argentino.

A nosotros los viejos, nos llenó siempre el corazón de inmensa alegría; también de algunas disfonías ¡es que sus goles había que gritarlos con la misma pasión con que los hacía!

¡Porque supo amar a cada hinchada!...una neblina de tristeza iba dejando en cada país, la noticia de su partida.

Fue al medio día que se fue solo… solito… Lo incomprensible de la vida, vivió tanto amor y murió tan solo…

Con el pasar del tiempo las hinchadas seguirán repitiendo: que hubo una vez un mago que hacía maravillas con su “amiga”.

El destino quiso convertirlo en ángel y hoy está en la gloria de Dios, Padre todopoderoso.

¡Y espera de nosotros sus hinchas, una oración para su eterno descanso!

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