Cuando la política no reacciona ante la pobreza

Nos hemos convertido en un país dual donde la mitad de la población está por debajo de los niveles mínimos de pobreza, cuando durante todo el siglo XX fuimos el país con mayor movilidad social de América Latina.

Cuando la política no reacciona ante la pobreza
Nos hemos convertido en un país dual donde la mitad de la población está por debajo de los niveles mínimos de pobreza, cuando durante todo el siglo XX fuimos el país con mayor movilidad social de América Latina. / Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Las cifras de la pobreza en la Argentina no dejan de aumentar y continúan acentuando desafíos, para la dirigencia política en su totalidad, en lo que se refiere a la necesidad de mejores económicas en un plazo cada vez más perentorio.

El reciente informe de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec reveló que durante el año 2020 la pobreza subió al 42 %, afectando ya a 19 millones de argentinos.

Al cabo del segundo trimestre del año pasado se ubicaba en el orden nacional en 40,9 %. Ahora hay 3 millones más de pobres en el país que un año atrás. Y de ese total, 10,5 % de las personas son indigentes.

Lógicamente, nuestra provincia no escapa a la realidad nacional y también registra cifras preocupantes, habiendo sumado 58 mil nuevos pobres el año pasado y llegando al 44 %.

Está claro que a la ya inestable situación económica y social hubo que sumarle la incidencia de la prolongada cuarentena que se dispuso desde la Nación para contener al coronavirus y preparar al sistema sanitario para la emergencia.

La brusca caía de las actividades económicas que se produjo acentuó la precariedad social muy considerablemente.

Por otra parte, la economía argentina ya estaba seriamente golpeada aun antes de que la pandemia obligara a la adopción de políticas restrictivas extremas que, como ya señalamos, mucho contribuyeron a agravar la crisis en general.

Más de una vez se ha indicado, incluso desde este mismo espacio, que la pobreza es una de las grandes deudas que tiene la dirigencia política argentina.

En especial desde comienzos de siglo los índices crecieron hasta los porcentajes vergonzosos que ahora nos abruman y nos colocan en la región y el mundo como un país declinante en el aspecto social.

La grieta no rige a la hora de dedicar tiempo y esfuerzo a solucionar el drama de los habitantes pobres.

Quienes ya gobernaron ahora vuelven a reincidir; la ex presidenta Cristina Kirchner, actual vicepresidenta, terminó su segundo mandato, en diciembre de 2015, con una pobreza de 29 por ciento, según las consultoras privadas, puesto que durante sus gobiernos el Indec fue destinado a ofrecer datos inexactos, nada creíbles.

Su sucesor, Mauricio Macri, tuvo el gran mérito de normalizar las estadísticas, pero también fracasó en la gestión, puesto que finalizó su gobierno de cuatro años con más de 35% de carenciados, tras haber prometido en su campaña electoral “pobreza cero” en el país.

Es la política, tanto oficialismo como oposición, la que debe buscar el camino para que esta triste realidad comience a ceder en la Argentina.

Más allá de las emergencias ocasionales, como ahora la pandemia, es menester que se planifiquen acciones tendientes a alentar la creación de empleo genuino y la producción en todos sus ámbitos.

Abusar del asistencialismo y de la imposición de gravámenes para los que deben generar trabajo y riqueza sólo potenciará el triste escenario actual.

Nos hemos convertido en un país dual donde la mitad de la población está por debajo de los niveles mínimos de pobreza, cuando durante todo el siglo XX_fuimos el país con mayor movilidad social de América Latina, la nación creadora de mayor clase media. Hoy ese camino lo siguen nuestros vecinos mientras que nosotros lo hemos abandonado. Es preciso recuperar lo mejor de nosotros mismos y un proyecto de futuro.

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