Cuando Arturo Illia vislumbró la integración regional desde Mendoza

La Argentina tuvo que esperar varias décadas para comprender la visión geopolítica de un presidente que al mismo tiempo valoró los mercados asiáticos y la integridad de Latinoamérica.

Cuando Arturo Illia vislumbró la integración regional desde Mendoza
Arturo Illia y Eduardo Frei

Hace 56 años, el 28 de octubre de 1965, la ciudad de Mendoza acaparaba todas las miradas. El presidente Arturo Illia se reunía con su par chileno Eduardo Frei con el fin de avanzar en la integración regional y dejar de lado históricas diferencias.

Los dos demócratas eran grandes estudiosos de la historia. Illia sabía que, desde los tiempos de la lucha por la independencia, existían en Chile dos fuerzas que pugnaban por imponer su posición: una moderada encarnada por Bernardo O’Higgins y otra de extrema derecha comandada por los hermanos Juan y José Carrera. Cuando el general San Martín preparaba el Ejército libertador para el cruce de los Andes, los Carrera cruzaron la frontera, se asentaron en Mendoza, y organizaron una fuerza guerrillera para combatir a O’Higgins. Finalmente, los revoltosos hermanos fueron detenidos y fusilados en abril de 1818 por una decisión compartida entre San Martín y O’Higgins.

–¿Qué piensa señor Presidente del fusilamiento de los hermanos Carrera?, le dijo Illia a su colega trasandino ni bien lo tuvo frente a frente.

–Estoy convencido de que San Martín y O’Higgins no podían hacer otra cosa que ordenar el fusilamiento, porque perturbaban la campaña del Ejército libertador, respondió Frei sin dudar un segundo.

–Si ese es su pensamiento –dijo Illia– no tengo duda de que nos vamos a entender y que lograremos acuerdos en nuestros problemas comunes.

Lo que pocos saben, es que ese día Illia y Frei pergeñaron el armado de una Confederación Argentino Chilena con sede en la ciudad de Córdoba.

Con su perspectiva a largo plazo, el gobernante argentino entendía que el país precisaba un puerto en el Pacífico y le ofreció a Chile uno en el Atlántico. Nuestros vecinos lo utilizarían para exportar el cobre y nosotros para los granos. Su visión de estadista apuntaba a los países asiáticos como poderosos compradores de Argentina y Latinoamérica.

De hecho, Illia fue el primer presidente de todo el mundo occidental en comercializar con China.

En 1964, ante las dificultades para colocar en los mercados internacionales una cosecha excepcional de trigo, tomó la decisión de vender varios millones de toneladas a China Popular, aún gobernada por Mao Tse Tung, y cuando ese país ni siquiera formaba parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Recién seis años más tarde, en 1970, el presidente norteamericano Richard Nixon viajaba a China con el mismo fin.

La operación de venta la realizó sin moverse de la Casa de Gobierno. No hubo grandilocuentes comitivas ni misiones comerciales. Para ello, el presidente argentino contó con la ayuda de Josué de Castro, fundador del Instituto de Nutrición de la Universidad del Brasil, y elegido en 1952 presidente del Consejo Ejecutivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Además, el directivo brasileño fue uno de los asesores de la reforma agraria de Mao y había vivido varios años en China.

La operación de venta se realizó con total éxito, y el duro régimen maoísta abonó la compra en libras esterlinas al contado, a través del Banco de Londres de Hong Kong, que actuó como agente financiero chino.

Illia pretendía pagar $8 el quintal, para que le quedara una rentabilidad al pequeño productor, pero las grandes comercializadoras ofrecieron $5,50. Al no ponerse de acuerdo, el gobierno llevó a cabo la venta de manera directa a través de la Junta Nacional de Granos. La logística no fue sencilla al haber pocos puertos a la altura de las circunstancias, y escasa capacidad de silos por quedar los privados al margen de la operación comercial. Todo se resolvió finalmente. Los chinos aportaron los buques y abonaron el flete, y así los productores recibieron el precio que propuso el presidente argentino. De tal forma, se expandió con nuevos horizontes la capacidad de producción del sector agropecuario nacional.

Exactamente ocho meses después del encuentro con Eduardo Frei, el 28 de junio de 1966 un golpe de Estado derrocaba al presidente Illia y unos años más tarde, dos gobiernos militares a los lados de la cordillera estuvieron a minutos de llevar los dos países a la guerra.

La Argentina tuvo que esperar varias décadas para comprender la visión geopolítica de un presidente que al mismo tiempo valoró los mercados asiáticos y la integridad de Latinoamérica.

*El autor es escritor, periodista y doctor en Derecho Constitucional. También es autor de la novela histórica “Salteadores nocturnos” sobre la vida de Arturo Illia.

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