Cristina Kirchner sustenta el odio y la grieta

La reconciliación de Balbín y Perón en 1972 los transformó de enemigos en amigos, pero a partir de 2003, con los Kirchner, renace el odio anterior.

Cristina Kirchner sustenta  el odio y la grieta
Cristina Kirchner. (Archivo/Victoria Gesualdi/Télam)

Declaro mi más absoluto repudio a la tentativa de homicidio de la Vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner, cualesquiera sean las motivaciones, causas, cómplices o no. También a la violencia física y síquica, en todas sus formas y modalidades.

Dicho esto, en este trabajo intento explicar de una manera real, el por qué el autoritarismo genera odio y grieta.

Es necesario terminar definitivamente con la experiencia de sentirnos que somos un país derrotado, sin destino, del tercer mundo.

Un poco de historia

Hasta 1946, Argentina era un país que desde 1930 había perdido su lugar privilegiado en el mundo donde estaba como uno de los más desarrollados y de gran crecimiento desde 1880.

Juan Domingo Perón comienza a liderar “otro” país, en el que rescata para la clase trabajadora la dignidad que había perdido. La generación del 80 se preocupó del país como Nación y como Estado pero no de la clase social de menores recursos. Nace así el “peronismo y su líder” que hasta hoy tiene vigencia en la política nacional.

Perón, militar de gran prestigio e inteligente, empezó a constituirse como el político más amado y carismático del siglo XX. Pero también en el más temido y odiado por la oposición. “Cinco por uno”, “a los amigos todo, a los enemigos ni Justicia”, “alambre de púas para apresar a nuestros enemigos”, “quemar las iglesias”, “Evita, Jefa espiritual de la Nación”, “Perón es mi papá, Evita mi mamá”, “mañana San Perón”, “este gobierno hace lo que el pueblo quiere”, “peronistas somos todos”, “las organizaciones sindicales son la columna vertebral del movimiento”, quien no usaba luto por la muerte de Eva Perón o no se afiliaba al Partido Peronista era despedido de su empleo público y tanto más.

Este fue en el siglo XX otro tipo de la grieta como la que separó a unitarios y federales en el siglo XIX.

De líder absoluto devino en un Presidente totalitario. En 1952 fue reelegido como Presidente con mandato hasta 1958. De economía sabía poco y no tuvo ministros que lo aconsejaran bien.

A partir de 1946 Perón comienza su política distributiva y con ella, la equivalente reducción de las reservas de oro y divisas en el BCRA que en ese entonces abundaban.

Cada dólar de EEUU se cotizaba a m$n 2 y en 1955, antes de ser derrocado, 1 dólar cotizaba a m$n 5/m$n 7,50. La inflación alcanzaba el 19% anual. De allí en más, salvo Arturo Frondizi, Juan Carlos Onganía y Carlos Saúl Menem, todos los gobiernos, civiles y militares, provocaron inflación en ascenso. Al peso de 1946 hoy se le debe agregar trece ceros y más con Alberto Fernández.

Con los años, el peronismo se transformó en un partido político democrático y si bien quedaron algunos resabios del autoritarismo, no existió el odio de 1946/1955. Contribuyó a esto, la reconciliación de Perón y Balbín en noviembre de 1972, con el abrazo histórico que los transformó de enemigos en amigos.

Durante 31 años, dictadura militar de por medio, radicalismo y peronismo pudieron transitar juntos sin los problemas que los mantuvieron como enemigos.

Pero en 2003 comienza la era kirchnerista hasta el 2007 y desde ese entonces, el cristinismo hasta nuestros días.

Lo diré sin ambages. Renace el odio con Kirchner, pero más con Cristina Fernández. Ella no es peronista sino populista de izquierda y neomarxista. Perón nunca lo fue. “Ni yanquis ni marxistas, peronistas”, él era de centro derecha. Cristina sustituyó a Perón por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, “Por un populismo de izquierda”. Paulatinamente desde 2007, en su primer presidencia, fue incorporando a los populistas de izquierda de “la Cámpora” creada por Máximo, ignorando que Héctor J. Cámpora fue uno de los obsecuentes de Perón más inútiles y poco inteligentes.

A todo esto le agregó una soberbia intolerable y gran odio a sus enemigos. Diana Conti la convenció que era “Cristina eterna”.

Kirchner sentó las bases pero ella desarrolló durante sus dos presidencias, ocho años, la corrupción más destructiva de nuestra historia, hasta que el Fiscal Diego Luciani le solicitó en juicio oral, por primera vez, una pena de 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para desempeñar cargos públicos.

Esto la desvela y es su única preocupación: terminar con este Poder Judicial, sustituirlo por un Servicio de Justicia dominado por ella y lograr la impunidad definitiva.

Convertida hace tiempo en autoritaria lo ha demostrado con palabras, gestos, expresiones y acciones.

Ante el pedido de condena del fiscal Luciani dijo públicamente que el dictamen fiscal y la sentencia estaban escritas con anterioridad.

Sin embargo, no le interesa porque ya la juzgó la historia y la ha absuelto. Inmensa soberbia y megalomanía. La historia contemporánea no juzga conductas, solo menciona hechos. Pero Cristina, “dueña” de la historia, ya se auto juzgó y se absolvió.

Considera también a Carlos Luis de Secondat Barón de Montesquieu, como una reliquia a olvidar. Su teoría de la división de Poderes es muy antigua, de 1789, siglo XVIII, y por ende también la república y la democracia. El poder es solo del soberano (Maquiavelo). Ella es como Luis XIV, el “Rey Sol”, “L’Etat c´est moi”. Odia todo lo que no le es favorable, como la oposición, la Justicia y el periodismo.

Frente a esta grieta generada por el odio, nada se puede hacer. Y como Cristina no cambiará, la solución estará en 2023. Es imposible dialogar ni llegar a acuerdos con quien sustenta otro país incompatible con nuestra república y democracia. Ninguna autocracia, dictadura ni totalitarismo han tenido vigencia secular ni a las que las elecciones en libertad no las hayan podido terminar.

*El autor es Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales

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