Corrupción y progresismo, las dos almas de los Kirchner

Cuando el kirchnerismo llegó al poder, adoptarían un discurso progresista a fin de justificar por izquierda la apropiación del Gobierno nacional.

Corrupción y progresismo, las dos almas de los Kirchner
Inicio del juicio por las obras de Vialidad. Foto Federico Lopez Claro

Cuando Néstor Kirchner asumió como presidente de la Nación era todavía un bastante desconocido personaje en el que parecían anidar dos almas: una práctica feudal y despótica como gobernador de Santa Cruz, y un discurso tenuemente progresista que su esposa Cristina explicaba mejor que él.

Muchos pensamos en aquel entonces que según cuál de las dos almas predominara sobre la otra, tendríamos un mal o un buen presidente.

Lo que no podíamos imaginar es que Néstor -y aún más Cristina- no opondrían un alma a la otra sino que reforzarían una con la otra. Vale decir, adoptarían cada vez más un discurso progresista a fin de justificar por izquierda, la apropiación del gobierno nacional para controlar en su beneficio particular toda la obra pública del país. Eso los condujo a armar un gigantesco sistema de poder, mitad oficial y mitad paralelo, donde se multiplicó por  mil el conocido concepto de coima, en el cual Néstor devino una especie de capo mafia que cobraba tributo a todo contratista como si fuera el dueño absoluto de todos los recursos públicos (él, su señora y su familia. No el Estado que presidía).

En sus alegatos ayer finalizados, los fiscales Luciani y  Mola exhibieron palmariamente su fundacional y espectacular primer capítulo: el de cómo una pareja de osados políticos aventureros (implicando en ello a sus hijos, secretarios, choferes, cajeros bancarios y contadores) se “compraron” entera la provincia que ya dominaban políticamente desde 1991, mediante recursos nacionales.

Quedan aún dos capítulos igual de interesantes: el de cómo lavaron el dinero público que se robaron (Hotesur) y el de cómo expandieron el sistema de Santa Cruz a todo el país (Cuadernos). Una saga delictiva desde la política, sin antecedentes históricos.

En otras palabras, de patrones de estancia con una leve ideología progre desde la gobernación, devinieron desde la presidencia líderes progresistas (agregándole la defensa de los derechos humanos que en su provincia ignoraron) con lo que le dieron una pátina lustrosa y brillante (el progresismo como ideología era muy respetado antes de que los Kirchner se apoderaran de sus principales banderas para usufructuarlas en beneficio familiar) a la corrupción que muchos gobiernos anteriores también practicaban. Con la diferencia que el grado y la extensión con que lo hicieron los Kirchner requirió el armado de una nueva forma de gobierno, paralela y oculta, que cambió cualitativamente los modos de la corrupción pública en la Argentina.

Las dos almas de los Kirchner, la corrupta y la progresista no se contradijeron sino que se confabularon para llevar a cabo lo que hoy se juzga. En eso radicó gran parte de su éxito.

En vivo y en directo, con los alegatos acusatorios de los fiscales, acabamos de presenciar el primer capítulo de esta tragedia argentina a la que sin duda (debido al gran poder que tienen), sus victimarios combatirán con todas sus fuerzas, poniendo a prueba la resistencia  de las instituciones de la república democrática.

Será una dura lucha entre la verdad y el relato de la cual depende el futuro de nuestra nación.

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