Mientras aún revisábamos las listas de útiles, materiales y uniformes para ver qué nos faltaba por comprar para el ya inaugurado ciclo lectivo, los especialistas en Educación encendían la luz de alarma porque nueve provincias argentinas no cumplirían los 180 días de clases en 2020. (En el otro extremo, entre las cumplidoras con más jornadas efectivas en el aula, aparecía Mendoza.)
De pronto, el escenario cambió y cada casa se convirtió en escuela. Al principio, como una aventura pasajera. Luego, como una modalidad que llegaba para quedarse no sólo en nuestra provincia sino en gran parte del mundo. En abril, se contabilizaban 188 países con escuelas cerradas, de acuerdo al documento “Covid-19: ¿Qué hicieron los países para continuar con la educación a distancia?” del Observatorio Argentinos por la Educación.
“Los niños en edad escolar de los países de ingresos bajos y medianos han perdido ya casi cuatro meses de escolarización desde que comenzó la pandemia, en contraposición a la pérdida de seis semanas en los países de ingresos altos”, advierte el informe (presentado el jueves por Unesco, Unicef y Banco Mundial) que recopila los resultados de diferentes encuestas sobre la respuesta nacionales al Covid-19 en materia de Educación realizadas por 150 países entre junio y octubre.
Según la fundación educativa independiente Insights for Education (IfE), con sede en Zúrich, a partir de un estudio realizado en 191 países, 92% de los países que han superado su primera ola de infecciones de Covid-19 han comenzado a reabrir sus sistemas escolares, pese a que aunque algunos están haciendo frente a una segunda ola. Sus análisis indican que no se ha detectado correlación firme entre la situación de las escuelas y los contagios.
De hecho, Suecia desde un principio decidió mantener abierta las escuelas y según dijo el especialista que aconsejó un modelo epidemiológico sin cuarentenas, Anders Tegnell, “no se ha visto ninguna consecuencia negativa para la propagación de la enfermedad y tiene consecuencias positivas para los niños”.
El caso de Argentina es particular: suspendió las clases presenciales el 16 de marzo y sólo algunas escuelas de algunas localidades del país han retornado parcialmente a las aulas.
Si bien existen análisis que demuestran que las 24 jurisdicciones argentinas contaron con herramientas tecnológicas para permitir la continuidad pedagógica -tal como destaca el Observatorio Argentinos por la Educación-, los alcances fueron dispares. Esto puso sobre la mesa y profundizó la brecha socioeducativa. Y, aunque “a ojo de buen cubero” uno podría estimarlo, los datos del “Análisis comparado entre educación pública y privada en contexto de Covid-19” del Observatorio confirman que en las escuelas privadas, 9 de cada 10 estudiantes cuentan con wifi o conexión de banda ancha en el hogar, en tanto que en el sector estatal sólo 6 de cada 10 tienen ese recurso.
De esa radiografía se desprende que el porcentaje de estudiantes que no usan ningún dispositivo en las escuelas privadas es de 4,8%, mientras que es de 10,3% en las escuelas estatales. Además se observa que 40,1% de los alumnos de escuelas privadas cuentan con un dispositivo propio para hacer las actividades escolares versus 19,5% en el sector estatal.
En este contexto, 62,7% de las familias del nivel primario considera que los alumnos están perdiendo aprendizajes importantes, mientras que 28,7% considera que no se están perdiendo aprendizajes, y 8,6% no sabe. Sin embargo, un alto porcentaje de madres y padres reconocieron el esfuerzo y compromiso de la mayoría de los docentes.
¿Qué sigue? ¿Cómo afrontamos lo que viene? ¿Tenemos las herramientas necesarias para continuar esa modalidad de enseñanza-aprendizaje?
Miles de padres y madres de todo el país compartieron sus experiencias del ciclo lectivo 2020 en el encuentro nacional Familias por la Educación, que fue el cierre de la gira nacional #ConexionEducativa. Ellos admitieron que los problemas que tenemos en la educación vienen desde antes de la pandemia. “Las familias reconocemos que esto se debe, en parte, a nuestra apatía y falta de compromiso de años”, advierten en la declaración (https://argentinosporlaeducacion.org/familias) en la que también invitan a comprometerse en un rol proactivo. “Proponemos formarnos, movilizarnos, organizarnos, reclamar e impulsar propuestas según haga falta”, apuntan.
Pero como está claro que el compromiso social no alcanza, solicitan al Estado (nacional, provincial y municipal) que priorice la educación y que elabore un plan concreto; que ofrezca soluciones inmediatas para la vuelta a las aulas; que mejore la conectividad en todo el país y que dé a conocer el estado de situación real de la Educación y todo lo que la condiciona.