Colombia y el antisistema

Ni populista ni autoritario, el de Hernández es un discurso confuso y superficial. Tampoco Petro tiene un discurso autoritario o dogmático.

Colombia y el antisistema
Comenzaron las elecciones presidenciales en Colombia. / Gentileza

A esta altura de su uso, habría que precisar el significado de anti-sistema. En Colombia se habla del triunfo del anti-sistema por el resultado de la primera vuelta en el proceso electoral. Pero…¿Gustavo Petro y Rodolfo Hernández son el anti-sistema?

Habría que convenir que, en la democracia, el anti-sistema es el autoritarismo, mientras que, en el autoritarismo, es la democratización.

Mijail Gorbachov fue el anti-sistema en la Unión Soviética, porque la visión que plasmó en la Glasnost y la Perestroika, estaba a contramano del sistema totalitario imperante en el estado creado por Vladimir Lenin.

En Estados Unidos, Donald Trump fue el anti-sistema pero no por haber pasado por encima de la dirigencia tradicional conservadora y por haber vencido a una exponente del establishment como Hillary Clinton con un discurso anti-política, sino por la peor de las razones: intentó reemplazar la democracia por una autocracia y desarmar el sistema de alianzas impulsado por Washington desde el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría.

En Latinoamérica, al anti-sistema tuvo sus primeras expresiones en Perú y en Colombia. El caso peruano fue oscuro y autoritario mientras que el caso colombiano fue positivo.

En Perú, el decano de una facultad de Agronomía ingresaba a la política en una candidatura presidencial y, con un discurso novedoso, derrotaba a la clase política tradicional y a la celebridad mundial que había postulado la centroderecha: el escritor Mario Vargas Llosa.

Hasta el momento, la democracia había transitado entre el conservadurismo liberal de Acción Popular, el partido de Fernando Belaunde Terry, y la centroizquierda del Partido Aprista. Quien dio vuelta la página fue el decano de Agronomía en la Universidad Agraria: Alberto Fujimori.

Belaúnde Terry también había sido decano de una facultad, la de Arquitectura, pero provenía de una familia con tradición política y desde joven actuó en la vida partidaria. En cambio Fujimori no venía de la política y sus mensajes lo diferenciaban. Fue la primera irrupción de la anti-política en Latinoamérica y derivó en un autoritarismo oscuro y criminal.

En las antípodas, el caso colombiano fue políticamente y socialmente enriquecedor. Se trata del Matemático y Filósofo Antanas Mockus, rector de la Universidad Nacional y miembro fundador de la Sociedad Colombiana de Epistemología, quien con sus doctorados y maestrías introdujo un modo distinto de pensar la política y la sociedad.

Todo era extraño en él. Desde su nombre lituano, Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Sivickas, hasta su forma de hablar y sus ideas, lo convertían en un personaje extravagante. Pero más allá de las diferencias en las formas, estaba la diferencia de fondo: introdujo un discurso distinto en el que el pensamiento, la creatividad y la ciencia tenían un lugar destacado, y planteó políticas novedosas como alcalde de Bogotá y como senador.

Los candidatos que pasaron al ballotage, hasta el momento, no representan ni el autoritarismo oscuro de Fujimori ni la originalidad enriquecedora de Antanas Mockus. Lo único diferente que dejó la primera vuelta es que sacó del escenario electoral a la fuerzas tradicionales, que van cambiando de nombres pero contienen a las dirigencias del Partido Conservador y el Partido Liberal.

Muchos señalan como anti-sistema al empresario de la construcción que fue alcalde de Bucaramanga porque hizo carrera política por fuera de los partidos tradicionales y acusa de corrupción a toda la dirigencia. Pero eso no alcanza para merecer semejante rótulo.

El millonario que gobernó la capital del Estado de Santander no tiene un discurso anti-sistema, sino un discurso simplificador, impreciso y tumultuoso que habla exclusivamente de corrupción.

Ni populista ni autoritario; el de Hernández es un discurso confuso y superficial.

Tampoco Gustavo Petro tiene un discurso autoritario ni de izquierda dogmática. Quienes lo señalan como anti-sistema hablan de su pasado guerrillero, pero la insurgencia a la que perteneció en su juventud, el Movimiento 19 de Abril (M-19), ya ha dado notables figuras al sistema político colombiano. Por caso, Antonio Navarro Wolf, quien presidió la Asamblea Constituyente de 1996 y fue gobernador del Estado de Nariño.

La izquierda que propone Petro hace décadas que ocupa bancas y preside alcaldías y gobernaciones. El propio Petro, antes de ser senador, se desempeñó nada menos que como alcalde de Bogotá, la capital. Y hasta aquí, aunque se le pueda cuestionar la atracción que en su momento tuvo hacia el liderazgo de Hugo Chávez y ciertas ambigüedades frente a los regímenes dictatoriales que imperan en Cuba y Venezuela, Gustavo Petro ha presentado propuestas reformistas.

Ambos pueden virar hacia el liderazgo anti-sistema. Pero hasta ahora, ni Petro ni Hernández expresan algo claramente autoritario y tampoco verdaderamente novedoso.

La señal más clara de continuismo es que el ballotage se dirimirá en el marco de la vieja dicotomía izquierda-derecha.

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