Hace muy poco conmemoramos los 200 años de las batallas de Chacabuco, de Maipú y de la formación del ejército libertador del Perú. Tres hitos que simbolizaron una alianza fundamental para el destino de ambos países y de América. Hoy este “espíritu de Chacabuco” más que un emblema histórico, debe transformarse en nuestra carta de navegación para el futuro.
Durante el último tiempo Chile y Argentina han dado importantes pasos para la integración: el Tratado Paz y Amistad de 1984, el Tratado de Maipú de 2009 y el Acuerdo de Libre Comercio de 2017. Pero no podemos ser conformistas. Hoy no basta con fortalecer los necesarios acuerdos bilaterales como único camino para asegurar la inversión y las exportaciones entre ambos países. Es momento de pensar en grande, en lo que juntos podemos hacer con el mundo; tal como alguna vez los imaginó O’Higgins y San Martín cuando emprendieron la ruta libertadora al Perú
Hay buenos ejemplos que demuestran que cuando actuamos en dupla, todo funciona mejor y no me refiero únicamente, a la magnífica dupla de Arturo Vidal y Leo Messi que para cualquier fanático futbolero, le cambio la cara al Barcelona. Las operaciones de paz y el trabajo conjunto de la Fuerzas Cruz del Sur, los patrullajes navales conjuntos en la zona Antártica y las investigaciones científicas en los mares australes o los esfuerzos conjuntos por combatir la desnutrición infantil a través de Conin, por nombrar solo algunos, son claros ejemplos de lo anterior.
Si compartimos la misma cordillera y los cóndores la sobrevuelan sin tramitar visas ni pasaporte, ¿Por qué no desarrollar acciones conjuntas para preservar el medio ambiente y el ecosistema en momentos tan necesarios para el planeta? ¿Por qué no pensar en un gran parque ecológico binacional en el sur de nuestros países? Se viene una gran revolución de las energías limpias, si compartimos la potencia del sol, los vientos, los ríos y minerales, ¿por qué no convertirnos juntos en una potencia exportadora al mundo de energías limpias? Es absurdo no avanzar hoy a una mayor interconexión energética entre ambos países, ya que en muchas regiones cuando más falta energía es precisamente cuando más le sobra al vecino. Podríamos seguir. Al mismo tiempo, el reciente desarrollo astronómico y espacial en ambos países si lo potenciamos nos permite soñar con hacer una alianza única para el mundo.
En la Provincia de Mendoza, como en tantas otras, la integración de las autoridades, la sociedad y las familias es muy fuerte: compartimos afectos, desafíos y también las dificultades. La sequía y los terremotos nos golpean duro, pero no hay duda de que obtenemos ventajas enfrentándolos juntos. El desarrollo minero sustentable y la agricultura nos transforman en socios naturales. La economía de la provincia de Mendoza y Chile no pueden estar únicamente para competirse los mercados, sino para salir en alianza a conquistar nuevos horizontes. Por ejemplo, ¿cuánto podríamos crecer en el mundo con nuestras cepas únicas carmenere y malbec? Hoy los emprendimientos conjuntos y binacionales en esta aérea son varios y exitosos. Esa es parte de nuestra agenda de futuro donde debemos marcar la diferencia.
Como en la familia, los vecinos no se eligen, pero sí se elige la relación qué queremos tener con ellos, tal como hace 203 años lo hicieron O’Higgins y San Martín. Ambos quisieron simplemente que sus hijos sean hermanos y que caminaran juntos en las buenas y en las malas.
* Embajador chileno en Argentina