La mirada de la región y buena parte del mundo converge en Chile, donde las urnas marcarán el final de una etapa exitosa, abriendo un capítulo desconocido. Concluyen una polarización virtuosa y comienza una polarización ideológica. Desde la elección posibilitada por la derrota del dictador Augusto Pinochet en el plebiscito de 1988, hasta la de este domingo, los votos se polarizaban en dos coaliciones de centro. La centroizquierda que gobernó con Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y, en dos ocasiones, Michelle Bachelet, y la centroderecha que gobernó dos veces, en ambos casos con Sebastián Piñera en la presidencia.
Pero a pesar del crecimiento sostenido de la economía y de la reducción de la pobreza, la persistencia de la desigualdad se conjugó con otros factores, algunos de carácter global, provocando el fortalecimiento de los polos ideologizados en detrimento del centro. Si en la primera vuelta se hubiera optado por la continuidad de la polarización virtuosa, en las urnas de hoy dirimirían el ballotage el centroderechista Sebastián Sichel, candidato de la coalición que lidera Piñera, y Yasna Provoste, candidata democristiana de la centroizquierda.
Como en la primera vuelta se optó por la polarización ideológica, al ballotage pasaron el candidato de la coalición de izquierda dura, Gabriel Boric, y el candidato de la alianza ultraconservadora, José Antonio Kast.
Con Boric, llegaría por primera vez al gobierno una coalición que incluye al Partido Comunista, que si bien ya no es el mismo que abrazó el estalinismo hasta los años sesenta y se mantuvo en la fe revolucionaria del colectivismo hasta la década del ochenta, todavía muestra su matriz marxista-leninista.
Kast es un discípulo de Jaime Guzmán que nunca se alejó de la mirada inicial de quien fue la neurona civil de la dictadura y el autor de la Constitución de Pinochet. Tan cerca se mantuvo del Guzmán original, que abandonó el partido que éste había fundado, la Unión Demócrata Independiente (UDI), reprochándole correrse al centroderecha desde el pinochetismo duro. Por eso creó el Partido Republicano y, para estas elecciones, se alió con el ultraconservadores del fundamentalismo evangélico.
¿Quien se quedará con el despacho presidencial este domingo? Si lo que gravita sobre los votantes es, mayormente, el miedo a que retornen las protestas masivas, el miedo a la ola de inmigración que muchos perciben como una invasión, y el miedo al caos que crece en las regiones de Biobío y Araucanía por el accionar violento de algunas agrupaciones mapuches, el favorecido será el candidato ultraconservador. Al fin de cuentas, a Kast lo propulsaron en las encuestas la presión inmigratoria generando xenofobia en el norte, y la acción violenta de grupos mapuches en el sur.
Pero si sobre el electorado tiene mayor gravitación la sensación de avanzar hacia el abismo que sobrevino tras caer en cuenta que la primera ronda había clausurado tres décadas de polarización virtuosa, el candidato favorecido será el que se haya corrido más al centro o que logre expresar mas centrismo que extremismo. Y ese candidato es Gabriel Boric.
Ese joven líder forjado en las luchas universitarias y las protestas del 2019, empezó a correrse al centro antes de la primera vuelta, cuando buscó integrar su Frente Amplio en la coalición de centroizquierda. Como esa puerta no se abrió, aceptó conformar una alianza con el Partido Comunista. Pero en la interna de esa alianza no sólo se votaba a un precandidato, sino también al programa de ese precandidato. Boric venció al comunista Daniel Jadue y convirtió en programa de su coalición a su propio programa de gobierno, que es claramente de corte socialdemócrata y no propone como modelo a la Cuba castrista ni la Venezuela chavista, sino el Estado de Bienestar europeo.
En la antesala de las urnas, ocurrió a favor de Kast una escalada de la violencia de las agrupaciones mapuches. Tan funcional al candidato derechista es la intensificación de los disturbios en Biobío y Araucanía a pocos días de la definición electoral, que impone sospechar algún acuerdo turbio y oscuro.
Falta ver si esto pesa más que la tardía gravitación centrista que produjo la sensación de aproximación a lo abismal. Porque el esfuerzo de Kast para mostrarse moderado choca contra su “bolsonarismo” explícito que lo hizo ostentar identificación con el presidente de Brasil antes que sus visibles desequilibrios lo aislaran y lo mostraran como un irresponsable con dificultades para entender sus funciones y los límites de su autoridad. Pero además de subirse al Graf Spee de Bolsonaro, el candidato derechista asumió posiciones que exhiben un extremismo irreversible, como la descabellada propuesta de sacar a Chile de Naciones Unidas.
En materia de aproximación al centro y la moderación, la ventaja es de Boric. Lo confirmó el apoyo, aunque tardío, que recibió de Lagos y de Bachelet.