Para los investigadores más serios sobre el comportamiento del cambio climático, es un hecho que Mendoza será afectada por el calentamiento con aumentos de temperaturas y menos precipitaciones, especialmente en la alta montaña.
La Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial también confirma esas proyecciones, reconociendo que la provincia es una de las zonas más vulnerables frente a este fenómeno.
Recientemente, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación presentó el Sistema de Mapas de Riesgo del Cambio Climático en el que se indica, entre otras cosas, que la Argentina se está “tropicalizando”, con un aumento de las jornadas con períodos excesivamente cálidos (olas de calor) en casi todas las regiones, y con aumento de precipitaciones extremas en la mayor parte del territorio.
Mendoza tiene el nada halagüeño privilegio de ser una de las zonas más vulnerables al cambio climático, ya que es altamente dependiente del agua que proviene de la cordillera.
Sebastián Melchor, coordinador de la Agencia Provincial de Cambio Climático, es uno de los varios profesionales que advierte sobre la necesidad de prestar mucha atención a lo que sucede.
“Están subiendo las temperaturas medias y esto es riesgoso no sólo para el ambiente sino también para la ciudadanía”, advierte.
En este sentido, Melchor señaló que, en Mendoza, la tendencia es que nieve cada vez menos, que disminuyan las precipitaciones en la cordillera y aumenten en el llano.
Esto último es muy gravoso para las personas, como quedó demostrado con las fuertes lluvias que se registraron el mes pasado y que causaron la muerte de un adolescente e ingentes pérdidas materiales, especialmente en los hábitats de familias de escasos recursos.
Entonces, para disponer mejor del escaso caudal que suelen traer los ríos cordilleranos de Cuyo, (en lo particular nos interesan los que están en Mendoza: Mendoza, Tunuyán, Diamante, Malargüe y la cuenca del Grande y el Colorado), hay que hacer necesarias e importantes obras.
Interesa señalar que es prioritaria entonces la ampliación de los reservorios o sitios de acumulación de agua y, de esa forma, atemperar la variabilidad interanual de los caudales disponibles.
Durante la temporada 2019-2020, en muchos cultivos se produjeron pérdidas de rendimiento debido a la imposibilidad de suministrar el agua necesaria en la época estival.
Entonces apremia eficientizar los sistemas de riego en las áreas cultivadas y no dejar de concientizar a la población para reducir el consumo en las áreas urbanas, pero también implica una mayor inversión en generación de conocimientos para mejorar la infraestructura, tanto de conducción urbana como rural y lograr la captación, represamiento y uso de las lluvias torrenciales.
No debería escatimarse en poner a punto los sistemas de hidrología urbana y tratar de evitar, en la medida de lo posible, que precipitaciones estivales causen tantos daños a la población y a la infraestructura.
Asimismo, hay que considerar la preservación de las fuentes de agua en la cordillera. Remediar la contaminación urbana, industrial y rural de los cauces es imprescindible.
Apuntando más alto, es necesario rediscutir el modelo de uso del agua que tenemos en la provincia, para evitar la desigualdad en el acceso al recurso que sufren los pobladores de las áreas no irrigadas y proveerlos de los mismos derechos que los ocupantes de las zonas irrigadas.