Daniel Parisini (alias “el Gordo Dan”) es un ex-enfermero que forma parte de las huestes mileistas a las órdenes directas de Santiago Caputo. Es un killer de la palabra, no en el sentido de que busca asesinar el significado de las palabras (aunque eso también lo busca) sino en el sentido de que busca asesinar con la palabra. O sea, usar el lenguaje como metralleta, expulsando funcionarios a troche y moche con sus twitts (como a Fernando Vilella, el ex-secretario de agricultura, uno de los funcionarios más serios, honestos y probos de la gestión Milei, por supuestamente no demostrar lealtad extrema al presidente) y ahora, como conductor de su streaming llamado “Carajo”, explicó con claridad meridiana las verdaderas razones de la eyección de Diana Mondino de la cancillería. Si bien el Gordo es un mentiroso consuetudinario, como todo aquel encargado de lanzar día a día difamaciones en la red contra infinitos enemigos inventados, en este caso su sinceramiento es notable. Sostuvo lo que enorme cantidad de políticos (de la casta y de la anticasta) piensan pero no se atreven a decir.
Empezó diciendo que “tenés en el Estado sobrevivientes del kirchnerismo, del macrismo, del radicalismo, que literalmente son comunistas a los que no se ha logrado todavía barrer o echar para poner a los propios”. Como Federico Sturzenegger piensa todo lo contrario y propone que todo el personal existente o por entrar sea evaluado con concursos o exámenes basados en su conocimiento y eficiencia, el Gordo trata de conciliar con el desregulador pero a su modo: “Esto va en contra de alguna iniciativa de algún Ministerio.... No estoy del todo en contra de los concursos, tiene que haber idoneidad, pero también tiene que haber selección ideológica, compatibilidad ideológica”.
Entonces allí, luego de criticar duramente a Mondino por desobedecer las órdenes del presidente y haberle sido desleal, explica contundentemente qué se debe hacer para que no vuelva a pasar otra vez lo mismo en el Estado, ni por arriba, ni por abajo: “Hay que poner a los propios .... amigos, conocidos, que están con la ideología adecuada, que te dan la confianza suficiente para llevar a cabo una tarea que implica no traicionar la ideología del Presidente”. Es exactamente lo que hacía la Cámpora, pero lo hacía, no lo decía.
Y en el párrafo final, poniendo de ejemplo a Axel Kicillof explica porqué la inteligencia y el talento pueden ser enemigos absolutos de la lealtad necesaria para aportar al proyecto que él defiende. Léanlo entero porque no tiene desperdicio (yo jamás leí ni escuché en mi larga vida nada igual, salvo cuando algún amigo hacía una chanza en una tertulia actuando como un político corrupto): “Vos metés a una persona a laburar en el Estado que tiene medalla de oro en una facultad, como Kicillof, que de pronto te cumple con todos los requisitos, pero tenés a un tremendo comunista hijo de puta que te va a tirar para atrás y que te va a hacer microgolpismo desde adentro del Estado”.
Absolutamente todos los vicios de la vieja política, la que vino a combatir Milei, están sintetizadas en estas lapidarias frases de un soldado de primera línea de Santiago Caputo, y un you tuber muy apreciado por Milei. Sólo que los políticos tradicionales corruptos o cuando menos clientelares, con su extensa práctica (sin la sincera inocencia pérfida del Gordo Dan) hacen todas estas cosas, pero no son tan tontos como para decirlas. Y como el Gordo Dan no parece tonto, todo hace pensar que lo dice por impunidad.
Total, él echa o contribuye a echar o divulga la eyección de un funcionario respetable, y sin embargo, los Vilella o las Mondino, se van con la cabeza gacha, sin decir nada salvo seguir rindiéndole, al menos eso escriben en sus renuncias, lealtad incondicional a Milei. Mondino hasta se puso a disposición si la quieren llamar para cualquier otro puesto. Las víctimas arrodilladas, a punto de ser ejecutadas pero arrepintiéndose de sus inexistentes pecados y pidiéndole perdón a sus victimarios. Nada nuevo bajo el sol, pero el problema es que todos esperamos, seguimos esperando, un nuevo sol, una nueva política, donde esas prácticas desaparezcan de una vez por todas.
Lo que dice el Gordo Dan no son meros insultos como los que todos los días emite Milei contra medio mundo, esos insultos que los defensores de Milei dicen que son meras formalidades, meras palabras que no importan porque en los hechos el presidente está cambiando para bien la realidad. Puede que sea así, que los insultos sean meras formas negativas que no alcanzan a tapar lo positivo de los contenidos. Sin embargo, que un troll muy influyente en los pasillos más altos del poder diga que hay que poner a los amigos en los cargos públicos, censurar ideológicamente por las ideas y advertir que la inteligencia puede ser muy peligrosa si no está al servicio del proyecto oficial.... no es una mera formalidad, sino un contenido gravísimo de la política oficial. Salvo que sus superiores, sus jefes, lo desmientan y lo echen a patadas, como echaron a Vilella o Mondino por mucho menos, y entonces, quizá entenderíamos que el Gordo Dan habló por él mismo y no por el gobierno. Y que por eso se va. Que la línea a seguir con respecto al empleo público es la de Sturzenegger y no la del Gordo Dan. Al fin y al cabo todos los gobiernos tienen sus ovejas negras, pero basta con expulsarlas del rebaño y seguir construyendo la nueva política. Esa que casi todos sabemos lo que no es, pero muy pocos -si hay algunos- saben lo que es. Porque está claro que Milei fue votado para que acabe con la casta política por sus vicios, por su corrupción, ese fue el mandato popular principal. Pero también para que construya una política que más allá de su contenido ideológico, tenga también fuerza moral, ética, porque sin estos valores, toda ideología, aunque sea la mejor del mundo, se termina corrompiendo y entonces volverá a repetirse la historia.
Los buenos muchachos mileistas no sólo insultan, humillan y ofenden por las redes, sino que han adquirido tanto poder que transforman las palabras en hechos. No matan como mataban las metralletas de los militares y los guerrilleros, pero hacen despedir buena gente con mensajes que afectan su buen nombre y honor o los ofenden y denigran con todos los improperios posibles. Y cada día ascienden más en la escalera del poder porque aunque digan todas las barbaridades que dicen, son perdonados por ser leales al jefe (pero cuídese el jefe de este tipo de lealtades que en general suelen ser más al poder que al jefe, o al jefe sólo mientras tenga poder).
Así como estoy a favor de que a las universidades (pero no sólo a las universidades) se les realicen todas las auditorias contables necesarias, me da pavor eso de que hay que auditar ideológicamente a los funcionarios de la cancillería para ver si alguno no defiende las ideas de la libertad (o sea las ideas del gobierno) cuando se trata de funcionarios de carrera que pueden pensar como quieran, siempre y cuando cumplan con las instrucciones de sus superiores. De cumplirse estas instrucciones estaríamos frente a purgas, censuras y persecuciones ideológicas.
Los defensores de la libertad como idea, en contra de la libertad como realidad.
Los defensores de la libertad actuando como el comunismo al que tanto critican.
O sea, las auditorías contables en busca de corrupción o desmanejos me encantan, pero las auditorías ideológicas en busca de infiltrados me traen los peores recuerdos, de las peores épocas de nuestra historia. Esa que una y otra vez, por izquierda antes y por derecha ahora, nos empeñamos en revivir como si sintiéramos la necesidad de convivir con los muertos vivos, en vez de apostar a construir un país mejor mirando hacia el futuro. Ese futuro por el cual nuestros ciudadanos se la pasaron creyendo en las promesas de todos los políticos, que se postulaban como lo nuevo contra lo viejo, pero al final terminaban siempre trayendo el pasado, el peor pasado, al presente.
Sin embargo, más allá de todas estas críticas necesarias incluso para advertirle al presidente que muchos de los suyos -incluso él mismo- se están equivocando en los temas arriba citados, ojalá que Milei sea la excepción que realmente cumpla con lo que prometió porque nos va la Argentina y los argentinos en ello. Su oportunidad todavía la tiene intacta, pero para eso necesita -entre otras cosas- librarse de la influencia de los buenos muchachos, como el Gordo Dan.
La oportunidad el pueblo se la dio a un hombre solo, a Javier Milei, no a los mileistas que hasta el momento no han demostrado la menor diferencia con el resto de los políticos. Por eso de Milei depende todo. Ojalá las fuerzas del cielo y no los Gordos Dan, lo iluminen.
* El autor es sociólogo y periodista. clarosa@losandes.com.ar