Las principales fortalezas de Gabriel Boric son tres: la claridad de su misión sociopolítica, la conciencia estratégica del equilibrio fiscal y su flexible maletín de herramientas ideológicas.
Su misión sociopolítica es satisfacer las atrasadas demandas sociales en el plano de las mejoras de salud pública, educación pública y jubilaciones. Se trata de los tres aspectos que los gobiernos de los últimos 30 años fueron postergando, una y otra vez, sin resolver de un modo satisfactorio. Estos son los tres objetivos que se comprometió a mejorar en la segunda vuelta electoral, por los cuales logró revertir su derrota en primera vuelta, y alcanzar el 55% de los votos que lo llevaron a la victoria. Es más fácil gobernar cuando los objetivos principales están claros.
La conciencia de la relevancia del equilibrio fiscal, como prerrequisito para asegurar la sostenibilidad de largo plazo de las conquistas sociales, es otra fortaleza de Boric. Por este motivo ha designado como ministro de Hacienda y guardián de la caja, a Mario Marcel, ex presidente del Banco Central, y firme apologeta de la regla del equilibrio fiscal. Esta situación aleja a Boric de los clásicos populismos latinoamericanos, siempre propensos a promover déficit fiscal y sus consecuencias de inflación y estancamiento. Boric no tiene esa tara continental.
El maletín de herramientas ideológicas es otro punto fuerte: no hay allí chatarra obsoleta de la Guerra Fría. Boric adhiere a la izquierda, pero no transa con los valores universales de la humanidad: ha repudiado claramente las violaciones a los derechos humanos de las tres dictaduras del norte de América Latina y la invasión imperialista de Rusia a Ucrania.
Junto con estas fortalezas, Boric tiene sus debilidades. En primer lugar, los bloques parlamentarios de su alianza electoral (Frente Amplio y Partido Comunista) son muy minoritarios. Sólo a partir de una alianza con la antigua Concertación puede alcanzar números cercanos al 50% en el Congreso. Esto le permitirá gobernar, pero con un constante esfuerzo negociador.
Más problemas tiene en la Convención Constituyente, donde los bloques que le responden (Frente Amplio y ex Concertación) son minoritarios y no logran conducir la redacción de la nueva Carta Magna. La lapicera parece estar en manos de un heterogéneo conglomerado de independientes, feministas, indigenistas y ambientalistas, fuera de su control. Para mayor complicación, los convencionales del PC han roto con sus socios del Frente Amplio. Se han alejado mucho del cuerpo principal de la coalición gobernante para tratar de situarse en la vanguardia de la Convención Constituyente pero, por momentos, parecen más bien una patrulla perdida. No se sabe todavía cuál será el contenido de la nueva Constitución. Crece la incertidumbre y las dudas en la opinión pública. Los partidarios del “Apruebo” están bajando del 80% de la elección del año pasado, al 42% de las últimas encuestas. Un eventual fracaso de la Convención podría dañar la imagen del gobierno de Boric.
Finalmente, la invasión de Rusia a Ucrania ha complicado aún más el tablero. El conflicto ha generado un aumento del valor del petróleo, lo cual tiende a enfriar la economía y promover una recesión económica global. Este contexto será adverso para Boric, que necesita incrementar el nivel de actividad económica para aumentar la recaudación y financiar su programa de mejoras sociales. Si por falta de recursos fiscales no logra cumplir sus promesas de campaña, podría causarse la frustración de sus votantes.
De todos modos, la figura de Boric ha despertado grandes expectativas en la población de Chile y sus seguidores confían en que sabrá pilotear las tormentas políticas y financieras que le esperan.