La forma de votar es central en los procesos electorales. El instrumento que utilizamos para emitir el sufragio es el nexo entre las preferencias políticas de una persona y los partidos políticos, las candidatas y los candidatos.
Por eso, el debate sobre la adopción de la boleta única papel que se inició en la Cámara de Diputados hace algunas semanas es un debate de fondo acerca de la representación, el acceso al voto y las condiciones en las que se da la competencia electoral.
En la antesala del cumplimiento de los 40 años de democracia ininterrumpida en nuestro país, el contexto es de desafección y desconfianza hacia las instituciones democráticas.
Por eso, desde CIPPEC y nuestra iniciativa Democracia 40 nos proponemos avanzar en debates que pongan el foco en la manera de acercar la ciudadanía a las instituciones políticas.
Mejorar la forma en la que votamos puede contribuir a este objetivo.
La boleta única de papel asegura que la experiencia de votar sea uniforme y consistente a través de los distritos.
A diferencia de la boleta partidaria que se usa actualmente a nivel nacional y en la mayoría de las provincias, con la boleta única quien concurre a votar sabe exactamente lo que va a encontrar en el centro de votación, y es el Estado y no los partidos el responsable de garantizar esa experiencia.
Esto presenta tres ventajas principales, a saber:
Primero, nivela la cancha entre partidos políticos porque equipara las condiciones de competencia a partir de la eliminación de las posibles desventajas de los partidos con dificultades para asegurar la disponibilidad de las boletas en todas las mesas de votación durante toda la jornada electoral.
Segundo, garantiza el acceso a la oferta electoral completa a los votantes, independientemente de dónde voten o por quién decidan votar. Cada persona puede concurrir al centro de votación sabiendo que la boleta que recibirá al momento de votar tiene la oferta electoral completa, fue diseñada por la autoridad electoral y aplicó los mismos criterios de diseño y presentación de la oferta para todas las listas por igual.
Pero además, mejora la experiencia de las y los votantes porque permite traducir de manera más fácil una preferencia en un voto. Si esa preferencia es por un partido para un cargo y otro partido para un segundo cargo, la boleta única facilita la selección de esta opción.
Durante los casi 40 años ininterrumpidos de democracia en la Argentina hemos tenido elecciones limpias y justas, procesos electorales legítimos y actores que siempre han aceptado los resultados.
Este aniversario que vamos a alcanzar es un gran logro en sí mismo. Pero también es un momento que nos interpela para seguir fortaleciendo nuestra democracia, a partir del diálogo y la construcción de consensos que blinden las reformas con indiscutida legitimidad.
*El autor es Analista del programa de Instituciones Políticas del CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas públicas para la Equidad y el Crecimiento).