En una nota anterior, hablábamos del calor y del frío para referirnos no a la temperatura física, sino a la afectividad a través de la palabra. Hoy veremos cómo también el rigor y la delicadeza pueden llegarnos en expresiones cotidianas.
Vamos a hacer alusión al término “blando”: un primer valor significativo nos indica que tiene esta cualidad lo que cede fácilmente a la presión del tacto, como en “Es un preparado de consistencia blanda”. También, “blando” es lo suave, benigno y apacible: “Han aplicado medidas blandas para salir de esta crisis”. Pero estas connotaciones, positivas si las aplicamos a objetos o a situaciones, se tornan en algo negativo al atribuirlas a una persona, puesto que señalará que ella es pusilánime, de carácter débil: “No sirve para ese cargo porque es muy blando”. Se le suman las cualidades de “indulgente, benevolente, que carece de exigencia o severidad”: “Ella no perdona su infidelidad, no puede ser blanda”.
Otra acepción en relación con esta falta de rigor es la que dice “que tiene poca capacidad para soportar la tristeza, el dolor y las dificultades”: “Es blandito y no tolera la situación actual”.
En el ámbito musical, la cualidad de “blanda”, aplicada a una nota, significa “bemolada”, esto es, “con bemoles”.
El sustantivo correspondiente es “blandura”, con aplicaciones de naturaleza positiva, pues equivale a “dulzura y afabilidad en el trato”: “Dejó a todos contentos por la blandura en sus acciones”. Otro significado es el de “regalo, deleite, delicadeza”: “Es un placer alternar con quien posee tanta blandura en el trato”. El Diccionario integral del español de la Argentina nos trae, además, la acepción de “falta de dureza y rigidez, tendencia a flexionarse, partirse o ceder con facilidad ante la presión”. Esta falta se da físicamente, pero también en sentido figurado: “Logró una masa que se podía trabajar por su blandura” y “Lo hacían cambiar permanentemente de opinión por una criticable blandura”.
No hay que confundir “blandura” con “blandeza”: este último sustantivo es sinónimo de “molicie”, término que puede indicar un abandono invencible al placer de los sentidos o a una grata pereza: “El calor de la siesta y la comodidad del sitio nos invitaban a la blandeza”. Parecido es el término “blandicia”, con el valor de “adulación o halago”: “La conquistó con tanta blandicia inmerecida”.
En la familia léxica, hallamos el verbo “blandear”, que puede equivaler a “aflojar, ceder, contemporizar con alguien”: “Las circunstancias nos hicieron blandear y llegamos a un acuerdo”.
Otro verbo similar es “ablandar”, con varias acepciones: “Hacer que alguien ceda en una posición intransigente y severa, mitigar su ira”: “Con nuestros argumentos, se fue ablandando”.
También, se “ablanda” la dureza del agua: “El cabello le quedó suave pues lo lavó con agua ablandada”. Si lo referimos a un auto, equivale a “rodar”: “Hicimos ese viajecito para ablandar el flamante coche”. Por otro lado, se “ablanda” el invierno, cuando calma su rigor, y el viento, cuando cede en su fuerza: “A la madrugada, se fueron ablandando las ráfagas del feroz zonda”.
De manera despectiva, se puede afirmar de alguien que es “blandengue”, para indicar que es “de excesiva debilidad de fuerzas o de ánimo”: “Ya nadie lo respeta por su carácter blandengue”. Y del que tiene esta cualidad negativa, se dice que obra con “blandenguería”: “Deseo que sea muy riguroso y no que proceda con tanta blandenguería”.
Completa este panorama el adverbio “blandamente” que, al formarse sobre la base del adjetivo, va a significar “con blandura, suave y mansamente”: “Habría preferido que me lo dijera sin tapujos y no tan blandamente”.
Si nos ubicamos en el otro extremo, podemos encontrar el adjetivo “duro” que, aparte de su significado denotativo, posee otras acepciones. Una de ellas es “fuerte, que resiste y soporta bien la fatiga”: “Han hecho un entrenamiento duro para enfrentar el ascenso a ese cerro”. También, “riguroso, sin concesiones, difícil de tolerar”: “No lo quieren como gobernante por ser tan duro”. Otras connotaciones negativas son las de “violento, terco, cruel, obstinado”: “Tiene ideas duras difíciles de cambiar”.
El estilo de un escritor será “duro” en la medida en que sea áspero, rígido y conciso”, lo mismo que de un dibujo se dirá que es duro si sus líneas tienden a la rigidez.
Entre las locuciones adverbiales, nos quedamos con “a duras penas”, que significa “con gran esfuerzo y dificultad”: “A duras penas, llega a fin de mes con ese sueldo”. Y si decimos “duro y parejo” habremos significado, coloquialmente, “con fuerza y constancia”: “Le dio duro y parejo y logró terminar la construcción”.
En cuanto al verbo relacionado con este adjetivo, es “endurecer” que posee connotaciones como la de “robustecer el cuerpo o el espíritu” y la de “volver cruel, insensible y obstinado a alguien”: “Tantas circunstancias adversas lo fueron endureciendo frente a la desgracia”.
Vayamos ahora al refranero para ver la presencia del vocabulario que hemos desglosado: “El buen cirujano, blando de palabras, duro de mano”; este refrán intenta sintetizar la precisión de aquel en cuyas manos está la vida del prójimo pues debe hablar poco y ser preciso, exacto con sus manos. “El trabajo duro purifica el espíritu”: en este refrán, vemos que un trabajo persistente, constante, riguroso templa el espíritu del que adopta esta conducta.
También, “estar a las duras y a las maduras”, o “ir”, o “tomar, las duras con / por, las maduras”: estas locuciones coloquiales nos llevan a reflexionar acerca de que, quien goza de los privilegios de una situación, debe cargar asimismo con sus desventajas.
Y, en el ámbito de lo legal, recordamos el viejo principio del derecho romano “Dura lex, sed lex”: su traducción, en la que reponemos el verbo ausente en la expresión original, dice “Dura es la ley, pero es la ley”. Con este principio, se quiere significar que, aunque sea rigurosa, la ley debe aplicarse, en beneficio de todos.
*La autora es Profesora Consulta de la UNCuyo.