Alfredo Cornejo, como político, no tiene amigos ni enemigos permanentes sino intereses permanentes.
Desde sus orígenes fue un operador con alta estima de sí mismo. Le encantaba “rosquear” entre las bases donde fue ganando militantes y conquistando territorios. Pero a diferencia del operador político convencional, cumplía con las órdenes y era muy buen operador del jefe de turno quien lo tenía en alta estima por su eficacia, pero el capital que acumulaba era para sí mismo, no para ningún otro. Si bien se fue perfeccionando con la práctica, siempre tuvo talento político no solo para ser operador sino también para ser jefe. Admira la política tal como es, tal como fue siempre. No pretende renovar nada, sino ponerse en acción. Juzga por eficacia no por currículum. Para él eso de la nueva política es una estupidez macrista, se hace política o no se hace. Por eso llegó a ser líder y gobernador por sí mismo, sin que nadie lo empujara, y con poder propio de caudillo. O al menos todo lo que de caudillo puede permitir Mendoza. No desprecia a las instituciones pero valora más a las personas con las que hace política.
En los tiempos idos del pacto Cobos-Kirchner, de haber sido por él, también hubiera elegido irse del radicalismo como se fue con Cobos porque no simpatizaba mucho con la elite política radical capitalina, una elite que no lo tenía en demasiado estima, tanto que lo llamaba Cornejito para subestimarlo. O sea que debe haber influido en Cobos para aliarse con el kirchnerismo aunque la idea fuera de Cobos. Pero lo que sí es casi seguro es que no hubiera votado como Cobos en lo de la 125. Político clásico al fin, si estaba en el poder no entendía por qué bajar de él. No vio todo tan claro como el instinto de supervivencia de Cobos (éste tiene más talentos para sobrevivir que para hacer política), el cual le indicaba que si seguía allí dentro, era hombre políticamente muerto. Pero aun así, cuando Cobos tomó la decisión que Cornejo casi seguramente no hubiera tomado, no dudó en pegarse a él a como diera lugar. Sabía que allí sí, o lo seguía al jefe en el salto mortal o pasaba a ser el supernumerario de un poder que lo excedía y que lo hubiera transformado en un sumiso tragasapos como les pasó a todos los que se quedaron, y no sólo a esos.
Ya vuelto a la casita radical de los viejos, con el pasaporte de Cobos en su momento triunfal, desde allí, manteniendo el poderío que ya había acumulado en todo el territorio mendocino comenzó la larga marcha hacia el poder total, lo que consiguió a nivel provincial y ahora intenta a nivel nacional. Se tiene mediana confianza en lo nacional pero si ve que no le da el cuero, volverá a la provincia.
Es un político político, sin ningún otro aditamento. Más que vocacional es un profesional. No es que ame la política (aunque le gusta mucho), sino que se siente bien con ella porque le sale bien y sabe que le lleva ventaja a casi todos. Es el trabajo que más coincide con su personalidad.
Es un líder político con estilo de caudillo que carece del brillo de radicales como Fayad, Baglini, Genoud o Sanz porque tiene talento y voluntad políticas pero no tiene carisma ni parece hacer mucho por tenerlo. No necesita sumarle nada más a la política, con ella sola, tal como es, le alcanza.
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Julio Cobos no es un jefe político ni un operador, es más bien un académico (no un intelectual sino un directivo universitario) con vocación política. Pero su política es sui generis. Porque no sabiendo juntar gente ni construir poder propio ni abajo ni en las alturas, tiene una capacidad de sobrevivencia en política que parece más intuitiva que pensada pero que igual demostró ser eficasísima, sea por las razones que fuera.
No es un peleador nato y no parece desesperado por el poder, aunque todos sus actos demuestran que no deja de gustarle y mucho. Cuando Roberto Iglesias lo nombró para gobernador le dejó claro que el jefe político seguía siendo él y Cobos apenas sería un gobernador de transición. Que para eso lo había puesto porque tenía gente mucho más cercana pero que podían cortarse solos porque demostraban más ambiciones de poder, mientras que Cobos no demostraba casi ninguna. Por eso era ideal para que asumiera un poder prestado. Pero Cobos cuando se dio cuenta que eso querían de él, dio su primer giro mortal y sabiendo que en soledad no podía contra Iglesias, se alió con Néstor Kirchner y arrastró con él a la mitad del radicalismo federal. Una jugada arriesgadísima y espectacular a la que no muchos se hubieran animado. De ese modo dejó de lado un peligro para su continuidad política porque él sabía que si le hacía caso a Iglesias en dos años debería volverse a su casa. Ahora se iba al terreno nacional, aunque para solucionar un mal menor se enfrentara con un mal mayor. Le fue bien y mal, bien porque llegó a la vicepresidencia, mal porque perdió Mendoza aún aliado con Kirchner. Un triunfo tan impensado como una derrota tan impensada. Fue el desquite de Iglesias quien se inmoló para matar a Cobos. Y así la UCR resultó hecho trizas, quedando Mendoza por los próximos 8 años otra vez en manos del PJ.
Pero ya en la vicepresidencia, a los pocos meses de asumido se dio cuenta que era un adorno, que no tenía destino propio ninguno. Que lo único que le quedaba era vegetar hasta desaparecer con más pena que gloria a los 4 años y mientras tanto tocar la campanita. Pero para sorpresa de todos, por segunda vez sacó armas de la galera contra el destino de ser nadie, hizo otro giro mortal aún más espectacular que el primero. El supersobreviviente aparecía otra vez.
Fue cuando, ante un empate, debió votar la resolución 125. Temeroso, nervioso, dudando, proponiendo soluciones intermedias, sabía que se estaba jugando la vida, de eso tenía plena conciencia, pero también sabía, y ese es su particular talento político, que de no haber votado como votó, al día siguiente, luego de ser aclamado por sus amigos K, pasaría a ser un eunuco político de aquí a la eternidad. Entonces se la jugó como pocos se la hubieran jugado al enfrentar un poder tan desmesurado como el K desde una vicepresidencia inexistente y sin red porque ni siquiera tenía al radicalismo para que lo sostuviera.
Lo cierto es que demostró con ese doble salto mortal que había sobrevivido, contradictoria pero paradójicamente exitoso, desde que asumió como gobernador hasta cuando llegó a vice. Mientras que jamás hubiera sobrevivido de haber actuado como un político normal. Y aún la quedaba la agonía de tres años y medio más de vicepresidente que aún así pasó con éxito victimizándose en todo momento con singular habilidad. Y hoy podría decirse que esas decisiones, donde todos en algún momento lo llamaron traidor, le han dado un manto de amianto que lo protege de cualquier deterioro significativo.
Es como un seguro de vida que le permite seguir haciendo política sin apagarse aunque hoy no sea tan famoso como antes. Pero sí es lo suficiente para sumar en cualquier lista y en cualquier cargo.
Hizo una carrera política donde recibió en general más satisfacciones que la mayoría de los políticos de su nivel. Incluso sobrevivió a Cornejo, que lo veía como el padre competidor, dos razones para confrontar a todo o nada con él si fuera necesario, por padre y por competidor. Pero Cobos tuvo la habilidad de no meterse en una pelea que no podía ganar y hoy ya no es un enemigo de Cornejo, quien no tiene amigos ni enemigos permanentes sino intereses políticos permanentes. Como dijimos recién.
Caso casi único el de Cobos. Todos los que dicen saber de política o se sienten como tales, lo critican por lo bajo, incluso sus aliados. Afirman que no fue un buen gobernador, que se salvó porque tenía mucha plata, que lo del Senado le salió por casualidad, que no se puede confiar en él, que disimula su excesiva ambición con una impostada humildad, etc, etc. Pero su récord político es fuera de lo común. No ha formado escuela, ni ha juntado bases ni expresa a ningún sector en particular, para ha hecho de Julio Cobos una marca política indeleble.