El legado de Belgrano es inmensamente superior a la conmemoración que hoy recordamos: el Día de la Bandera.
Lo he manifestado muchas veces. La relación solamente de Belgrano con nuestro emblemático símbolo patrio es extremadamente injusto. Belgrano y su legado representan para nosotros, mucho más que esa inspiración. Recordar en el día de su muerte al creador de nuestra bandera es también rendir homenaje a un hombre íntegro. A un gran intelectual que como muchas veces se manifestó fue: abogado, periodista, economista, político y militar. Un pionero en la lucha ecologista, un defensor de las artes, un ferviente americanista, una persona culta que sabía varios idiomas, testigo directo del proceso revolucionario francés, lector de los grandes clásicos griegos y de los pensadores de la ilustración.
Y así como a Sarmiento le debemos en su prédica el combate educativo por el laicismo y la obligatoriedad escolar, fue Belgrano el primero que bregó por la gratuidad y la incorporación de la mujer al proceso educativo. Además de estimular la creación de escuelas en el ámbito urbano y en “la campaña”, como él sostenía.
Pero existe en Belgrano una faceta que siempre consideré sustancial. Su capacidad liderante y su temperamento ante situaciones difíciles. Ejemplos y citas históricas sobran. Fue Belgrano el que amenazó a Cisneros, que si no renunciaba inmediatamente le cortaría “el pescuezo” y lo arrojaría por la ventana del Cabildo en mayo de 1810. Fue el estratega del Congreso de Tucumán soportando todo tipo de presiones. Fue “el desobediente” que siguió sus convicciones ante las ordenes de Buenos Aires. Fue el leal aliado de San Martín y Güemes. Pero hay un hecho que perfectamente reflejará la capacidad de un verdadero conductor. Situación crucial e inédita que siempre ponderé, y que no es lo suficientemente recordada en nuestra historia nacional. Es un hecho trascendente que nos muestra a un Belgrano cabal y lo tiene como directo protagonista: el éxodo jujeño.
Vaya también una buena oportunidad para recordar a Belgrano y establecer desde el hecho heroico de la movilización de todo un pueblo, un parangón con la inédita y compleja situación pandémica que estamos atravesando actualmente.
La lucha imprevista ante lo desconocido
El poderoso ejército realista español estaba dispuesto a recuperar lo perdido y restablecer el orden monárquico en el viejo virreinato a cualquier precio. Las tropas patrióticas se encontraban diezmadas. Abatidas. Quedarse en Jujuy representaría la crónica de una muerte anunciada. Paralizarse implicaba el suicidio. Se debía actuar rápido. No había margen para las especulaciones. Es ahí donde surge el carácter persuasivo y convincente de un verdadero líder. Es ahí donde apareció Belgrano.
Como en toda situación límite, se debía establecer prioridades. Aquel agosto de 1812 implicó para la historia de nuestro país una bisagra. De caer “la puerta” del norte argentino eran muy pocas las posibilidades de sostener todo lo conseguido. Tras la retracción debíamos hacernos fuertes en Tucumán. Belgrano dispuso que “había que dejar arrasada la tierra”. No había otro remedio. Hubo debates. Hasta deserciones. Pero no existió margen para las dudas. En los primeros carros se irían los “mayores”. Pero también prioritariamente, las obras de arte, los libros históricos del Cabildo y los maestros. Eso era lo esencial. Eran tiempos de guerra, pero en Belgrano las prioridades estuvieron siempre claras: la educación y la cultura.
Decisiones estratégicas ante el objetivo supremo
Tomar decisiones siempre implica establecer prioridades. Ante la crisis, siempre las soluciones son de compromiso por lo que las determinaciones deben estar basadas en evidencias emanadas del territorio. Medidas en datos y consensuadas. Y ayer, como en la vigente actualidad, las decisiones siempre implican un debate responsable, y hasta en ocasiones también virulento. Le pasó a Belgrano cuando no coincidiendo con las imposiciones tomadas en los despachos de Buenos Aires, tuvo que aferrarse a sus convicciones, y no dudó, amparándose además en el compromiso y el acompañamiento de la amplia mayoría de la sociedad.
Belgrano, y todo buen estadista, determinó una jerarquía de prioridades. Los objetivos superiores estuvieron circunscriptos a los que la patria requería en ese tiempo. Estaba convencido que resguardando la educación y la cultura habría una alternativa alentadora a los pocos años. Habría esperanza.
Pensó en lo duro de la coyuntura, pero también en la salvaguarda de los principales actores que brindarían la prosperidad posterior. El tiempo le dio la razón a Belgrano. A los cuatro años de esa gesta se declaró la Independencia. Y lo que en su momento fue la tierra arrasada del “éxodo jujeño” a tiempo se convirtió en la emancipación de medio continente. Belgrano supo generar los consensos básicos que sentaron las bases de la futura república.
Como cruel ironía del destino, una vez más en nuestra Argentina, él no alcanzó a verlo plasmado. Murió prácticamente ignorado, pero sabiendo que había hecho lo correcto. Hizo lo que la circunstancia obligaba. Eso lo convertirá en el estadista que nunca olvidamos y en quien tan necesariamente siempre debemos reflejarnos.
*José Thomas es el titular de la Dirección General de Escuelas (DGE) desde 2019. Es docente, licenciado en Tecnología Educativa y diplomado en Gestión Educativa (UTN). Da clases hace más de 20 años y también se ha desempeñado como gerente educativo del colegio ICEI.